Historia de Iberia Vieja

Valladolid, siglo ¿Primer caso de espionaje industrial?

En 1601, el Rey decide llevar la Corte a Valladolid. La ciudad castellana se convertía, así, en la capital del reino. El “exilio” no duró mucho, pero sí lo suficiente para que los hombres más preclaros de la época se afanaran en convertir la ciudad en un

- ALEJANDRO POLANCO MASA

No hace mucho que visitó este mismo espacio dedicado a la tecnología, la ciencia y los inventores españoles uno de los ingenieros más excelsos de toda nuestra historia. Se trataba de Agustín de Betancourt, quien, sin más ayuda que la de sus propios sentidos y su memoria, fue capaz de replicar la secreta tecnología de las máquinas de vapor inglesas con sólo haber visto levemente una en funcionami­ento. Pudiera considerar­se como un caso primitivo de espionaje industrial, pero ni mucho menos fue el primero. El caso que hoy me ocupa fue anterior pero, curiosamen­te, comparte alguno de los escenarios y detalles de la historia de Betancourt.

A LA SOMBRA DE JUANELO

Si se revisa con cuidado algún plano antiguo de la ciudad de Valladolid, como por ejemplo el de Francisco Coello del año 1852, a buen seguro que nos llamarán la atención muchas cosas, sobre todo si conocemos el lugar. Entre esas sorpresas habrá una muy curiosa y es que, si nos fijamos bien en las cercanías del Puente Mayor dibujado con detalle en el citado mapa, aparece una indicación intrigante algo hacia el sur, en la orilla oeste del Pisuerga. El mapa reza así:

Restos de la rueda de Juanelo. ¿A qué se podrá referir? En las cercanías de ese lugar se levanta hoy día el edificio más alto de Valladolid, el rascacielo­s Duque de Lerma, pero de ruedas de Juanelo nada de nada... Aparenteme­nte. Revisemos este misterio.

Lo que menciona el plano era, sin duda una máquina, ¿pero de qué se trataba? La existencia e historia de ese ingenio que se levantó a la vera del Pisuerga permaneció en las sombras hasta que no hace muchos años lo volviera a traer a la luz el gran historiado­r de la técnica e ingeniero Nicolás García Tapia, en cuyos escritos hemos bebido para preparar este pequeño recuerdo. Allá por el siglo XVII se cuenta que funcionaba en Valladolid una gran máquina, o ingenio, para elevar el agua del río Pisuerga hasta las huertas del palacio del Duque de Lerma, más tarde en manos del rey Felipe III en lo que hoy es el barrio de Huerta del Rey. Poco más se conocía del ingenio o de su creador, salvo alguna descripció­n muy somera realizada por viajeros o lo poco que aparecía en documentos municipale­s. A este olvido contribuyó la desaparici­ón del propio palacio, caído en el olvido después del traslado de la Corte a Madrid. El lugar quedó abandonado y la máquina acabó siendo destruida por completo ya en el siglo XVIII, a merced de varias crecidas del Pisuerga.

La memoria es muy frágil y tiende a buscar parecidos por doquier. Sucede con este caso, porque el plano que citamos al principio, de mediados del siglo XIX, partía para su elaboració­n de otro muy anterior, el de Ventura Seco de 1738. Ahí ya aparecía la referencia a cierto ingenio de Juanelo, ejemplo claro de olvido, pues ya por entonces la máquina debía de ser una ruina. La atribución del ingenio al célebre Juanelo Turriano, quien ya visitó estas mismas páginas hace muchos meses, se debe a que, con seguridad, se pensó que el ingenio del Pisuerga no debía de ser más que una copia de la imponente máquina diseñada por Juanelo para llevar agua del Tajo a Toledo en el siglo XVI. Nada más lejos de la realidad, Juanelo nada tuvo que ver en el ingenio vallisolet­ano y, además, la historia detrás de su construcci­ón bien merece un recuerdo por lo singular de la misma.

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