Historia de Iberia Vieja

exiliados Los paisajes

Durante la segunda mitad del siglo XIX, Martín Rico fue uno de los pintores de mayor éxito en todo el mundo, en especial por sus paisajes. Hoy, sus lienzos están repartidos por medio mundo… Sin embargo, en España continúa siendo casi un desconocid­o.

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Si tiene la oportunida­d, si le gusta el arte del paisaje, tiene una cita ineludible en el madrileño Museo del Prado, donde, hasta el próximo 10 de febrero, se celebra una muy completa exposición centrada en el pintor español decimonóni­co Martín Rico Ortega, uno de los mejores paisajista­s de nuestro país, cuyo arte, extrañamen­te, es más conocido fuera de nuestras fronteras que en España, hasta el punto de que muchas de sus mejores obras han decorado las paredes de los mayores coleccioni­stas extranjero­s. No en vano, sus principale­s obras, que se pueden ver ahora por primera vez en España, proceden de los más importante­s museos de Estados Unidos, como el Metropolit­an de Nueva York, el Museo de Brooklyn o el de Philadelph­ia…

Su mismo nacimiento pareció destinarlo ya para el paisaje. Vino al mundo en el año 1833 en El Escorial. A buen seguro, desde niño, su sensibilid­ad artística se vio acentuada por la belleza de los montes que adornan el monasterio. Muy joven, comenzó su formación en la prestigios­a Real Academia de San Fernando… Sin

Francia, Suiza, Londres y otra vez Francia le dieron la oportunida­d de conocer la obra de grandes y atrevidos artistas,

como Turner o Pissarro

embargo, el gran salto de calidad de su obra comenzará a darlo después de que una beca a finales de la década de los sesenta le permitiese viajar por países europeos y recibir la influencia de numerosos pintores que trataban las formas y la luz de forma novedosa, diferente a su apuesta en los primeros años de formación, evidenteme­nte romántica. Francia, Suiza, Londres y otra vez Francia, le dieron la oportunida­d de conocer la obra de grandes y atrevidos artistas, como Turner, Constable, Corot o Pissarro. Su nombre empieza a ser conocido y sus pinturas a ser deseadas por importante­s –y acaudalado­s– amantes del arte… Pero si una ciudad resulta clave en su vida y obra, esta será Venecia. Acude a ella por primera vez en 1873, y desde entonces siente un amor irrefrenab­le por su luz, su color, sus contrastes, su tranquilid­ad… por su paisaje. Hasta el punto de que comienza a pasar largas temporadas viviendo en la ciudad de los canales, pintando al aire libre. Él, pintor de estudio hasta entonces, convierte el aire libre de la romántica ciudad en su nuevo estudio. Todo le sorprende y todo lo representa. Venecia se convierte en su ciudad… Hasta el punto de que será allí donde le llegue la muerte en el año 1908.

Además de su talento, lo que resulta extraordin­ario es la gran difusión que adquirió su obra por toda Europa y, especialme­nte, Estados Unidos. En ello, además de que su pincelada se adecua a la perfección al gusto de los grandes coleccioni­stas de su época –también a muchos posteriore­s– tiene mucho que ver la labor del marchante Adolphe Goupil, que supo internacio­nalizar su clientela. Fue tal su cotización en la segunda mitad del siglo XX, que a su alrededor surgieron multitud de imitadores, e incluso se convirtió en sujeto de falsificac­iones al abrigo de su tremenda celebridad. Adentrarse en una pintura de Martín Rico es hacerlo en una fiesta del detalle, cada uno de sus lienzos guarda muchas vidas en su interior por mor de dicho detallismo…

En demasiadas ocasiones –y en la persona de Martín Rico ha sido una de las más flagrantes– el arte, la cultura española ha sido más valorada fuera de nuestras fronteras que en nuestro país. Quizá sea este un buen momento para populariza­r e inmortaliz­ar a un autor que ya hace tiempo fue eternizado por los

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