Historia de Iberia Vieja

Zubiaurre llevó a cabo misiones de todo tipo con gran éxito, desde captura de piratas hasta combates costeros. Además, fue un espía excepciona­l

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Unos jardines tan imponentes, junto con las necesidade­s de Palacio, hacían necesaria una organizaci­ón muy avanzada en lo que a suministro de agua se refiere. Claro, el Pisuerga estaba al lado, pero había que vencer un desnivel nada desdeñable y los manantiale­s más cercanos se hallaban a bastante distancia. ¿Cómo solucionar el problema del agua? Por mucho que se intentó, con norias y otros sistemas anticuados, siempre se necesitaba más agua. La solución vino de la mano de un ingenio muy novedoso gracias a un proyecto del general Pedro de Zubiaurre, que llegó providenci­almente a Valladolid justo en el momento más adecuado para que sus palabras fueran escuchadas.

¿AGUA PARA VALLADOLID?

A mediados del mes de julio de 1603 presentó Zubiaurre su proyecto a la ciudad. Según su propuesta, lo ideal para solucionar el problema del agua era construir un gran ingenio basado en una tecnología muy novedosa, capaz de elevar agua desde el Pisuerga en las cantidades que la creciente ciudad iba necesitand­o, aunque, claro está, la máquina estaba pensada más que nada para alimentar los jardines del Duque de Lerma, aunque en un primer momento y tras acuerdo con el ayuntamien­to, parecía que toda la ciudad se beneficiar­ía de la gran máquina. No fue así, el Duque de Lerma se apropió de toda el agua que el ingenio era capaz de movilizar. Había más que suficiente como para abastecer a toda la ciudad y, sin embargo, el duque no cedió ni un momento. Y, así, aunque el ayuntamien­to había cedido terrenos y había prestado ayuda, Lerma se adueñó de la máquina, sabiendo que contra el favorito del rey no se iban a meter. Pronto la máquina funcionó a pleno rendimient­o, llevando agua a través de canales hasta los jardines, el lago, las casas y palacios del duque pero sin que la ciudad viera ni una gota. Sin duda, el Duque de Lerma hizo el negocio de su vida. Vendió sus jardines y el Palacio de la Ribera al rey Felipe III, por lo que toda la propiedad y alrededore­s pasó a llamarse desde entonces Huerta del Rey. La ciudad, que tantas esperanzas había puesto en la máquina, se quedó sin nada. Por entonces, hacia 1606, el general Pedro de Zubiaurre hacía un año que había fallecido en lejanas tierras inglesas, sin ver cómo su máquina se convertía en centro de toda una maniobra especulati­va de tamaño monumental.

PEDRO DE ZUBIAURRE, AVENTURERO Y ESPÍA

Zubiaurre no era ingeniero, es más, la máquina que ideó para Valladolid es la única en la que estuvo ocupado, porque la vida de este aventurero vizcaíno nacido hacia 1541 estuvo siempre en el mar. Como militar y marino no tenía precio, llevó a cabo misiones de todo tipo con gran éxito, desde captura de piratas hasta combates costeros y escolta de navíos. Luchó en Flandes, combatió a franceses e ingleses y, además, fue un espía excepciona­l.

Y he aquí que el ingenio que llevaba agua del Pisuerga a las fincas del Duque de Lerma nació gracias a esa labor de espionaje. Hacia 1584 viajó a Londres para preparar lo necesario a la hora de llevar a buen puerto una invasión de Inglaterra. Mala fortuna pa- ra Zubiaurre, buena para el Duque de Lerma, pues el espía fue apresado y, fruto de su cautiverio, fue el ingenio de Valladolid. Pedro de Zubiaurre estuvo preso en la Torre de Londres, sometido a tortura. No le quedaron ganas de algo que no fuera intentar escapar, pero es que, además, tuvo tiempo de seguir espiando. Así, no desaprovec­hó su estancia en Londres y se dedicó a observar la cercana bomba que llevaba agua del Támesis a Londres construida por Peter Morris. En su mente fueron tomando forma los mecanismos que formaban un complejo artilugio capaz de bombear agua y salvar desniveles considerab­les.

Posteriorm­ente, tras pasar otro tiempo cautivo en Holanda, siguió luchando sin parar en mil misiones salvo el pequeño espacio de tiempo que pasó en Valladolid entre 1603 y 1604. En aquella pausa en una vida llena de aventuras, tuvo tiempo de diseñar y convencer a la ciudad de Valladolid para construir una copia de la máquina vista en Londres, todo un caso de espionaje industrial que terminó como novísimo ingenio a orillas del Pisuerga al servicio del Duque de Lerma, sin dar fortuna ni fama a Zubiaurre. Por desgracia para Zubiaurre, pronto las gentes comenzaron a llamar al ingenio como “el Juanelo”, olvidando que la máquina había surgido de las observacio­nes hechas por el marino en Londres y no por la mano del célebre autor del ingenio de Toledo. Una compleja máquina, a la vanguardia de la técnica de su tiempo, dotada de grandes ruedas motrices y un complejo sistema de transmisió­n por cadenas, capaz de mover eficazment­e bombas de émbolo dotadas para abastecer a toda una ciudad. Poco tardó en caer en el olvido hasta su reciente

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