El asesino de Lincoln ingresó por expreso deseo de su padre en una estricta academia militar, pero abandonó la academia y manifestó su deseo de continuar con la tradición familiar y convertirse en actor
de lleno a su carrera profesional, por aquel entonces no había demostrado demasiado interés por la política, aunque sus conocidos le habían oído hablar más de una vez de la antipatía que sentía por Lincoln y sabían que era miembro de los Know Nothing, un grupúsculo ultranacionalista que se oponía a la inmigración extranjera hacia los Estados Unidos.
LA FORJA DE UN EXTREMISTA Al inicio de la Guerra de Secesión, el actor se encontraba actuando como protagonista en una obra que se representaba en un teatro de Albany, Nueva York. Al conocer la noticia, Booth se dejó llevar por su carácter vehemente, haciendo unas declaraciones en las que manifestaba abiertamente su apoyo a la causa de la Confederación. Sus palabras, pronunciadas en territorio del Norte, desataron una ola de críticas contra él que lo calificaban de traidor y esclavista. A pesar del revuelo levantado, su carrera como actor no se vio afectada y a lo largo de la Guerra de Secesión Booth continuó actuando en obras de teatro representadas tanto en los escenarios de los estados de la Unión como en los del Sur, viajando con total libertad por el país dividido.
Según relata Asia en su libro, su hermano le confesó que se había aprovechado de esa circunstancia para introducir quinina de contrabando en el Sur, burlando el bloqueo impuesto por el Norte y ayudando así a la Confederación a conseguir ese medicamento. Según algunos autores, Booth también habría ejercido como espía durante la guerra, llegando a reunirse en Montreal con Jacob Thompson y Clement Claiborne Clay, dos de los responsables de los servicios secretos confederados, aunque realmente no existen testimonios que puedan demostrar esos encuentros ni pruebas fiables de su trabajo como agente al servicio del Sur. Al margen de estas sospechas, el único incidente de importancia en el que Booth se vio envuelto a lo largo de la guerra fue su detención, a principios de 1863, en la ciudad de Saint Louis cuando estaba de gira. De nuevo se dejó llevar por su incontinencia verbal y alguien le escuchó decir que “… deseaba que el Presidente y el maldito Gobierno se fueran al infierno”. Denunciado y acusado de traidor, el actor fue puesto en libertad tras tomársele juramento de lealtad a la Unión y pagar una elevada multa.
Booth tendría la oportunidad de conocer al Presidente antes de que sus respectivos destinos decidieran encontrarse de forma trágica. Como si se tratase de una funesta premonición, el lugar del encuentro fue el teatro Ford de Washington, un escenario bien conocido por el actor. En esa ocasión, Lincoln asistió a la representación de una obra en la que Booth encarnaba el papel protagonista. En un momento determinado de la función, mientras pronunciaba con voz enérgica sus líneas de diálogo, realizó una velada amenaza al Presidente, apuntando con su dedo índice hacia el palco que ocupaba. El gesto y la intención no pasaron desapercibidos en el patio de butacas y algunos de los acompañantes de Lincoln no dudaron en hacérselo notar. Aquel día el Presidente mantuvo la calma y tranquilizó a los miembros de su séquito, sin dar demasiada importancia al incidente.
LA CONSPIRACIÓN Cómo John Wilkes Booth llegó a liderar una conspiración para secuestrar a Lincoln continúa siendo un enigma que todavía no ha sido resuelto del todo por los historiadores. Su odio hacia el Presidente era evidente, pero nadie le consideraba capaz de ir más allá. No se ha podido establecer desde cuando