Keith Lowe,
autor de Continente salvaje “LAS HERIDAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL SIGUEN ABIERTAS”
Es uno de los libros más estremecedores que se han publicado sobre las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Keith Lowe (Londres, 1970) ha fatigado los archivos de la época y entrevistado a muchas de las víctimas de aquel conflicto para trazar una fotografía ajustada y desoladora de la posguerra en Europa. Porque la brutalidad no se borró del mapa en 1945 y los cuatro jinetes del Apocalipsis siguieron cabalgando por el caos de un Continente salvaje (Galaxia Gutenberg, 2012). Hablamos con este historiador británico sobre ese horror que hubiera sacudido la conciencia del mismísimo coronel Kurtz...
¿Qué papel representó el Plan Marshall para evitar una guerra civil en Europa, tal como temía América?
El Plan Marshall fue creado, por una parte, con la intención de salvar a Europa económicamente y, por otra, con el fin de que los países cooperaran entre sí. Con lo cual, los efectos fueron estupendos a la hora de unificar países que siempre habían estado compitiendo entre sí. Pero, en última instancia, el Plan Marshall no consiguió evitar una guerra civil en el plano mundial, y en cierto sentido incluso la aceleró, porque Stalin no podía aceptar el Plan Marshall y, por consiguiente, inmediatamente se crearon dos superpotencias y se inició la Guerra Fría.
¿Qué diferencias encuentra entre los políticos a la hora de afrontar el período inmediato al fin de la primera y la segunda guerra mundial?
Después de la I Guerra Mundial, por el Tratado de Versalles, lo que hicieron los políticos fue crear países adaptados a las nacionalidades de sus habitantes, con el fin de darles una patria, como por ejemplo Checoslovaquia y Yugoslavia. Pero en esos países subsistían enormes minorías de otras nacionalidades. Después de la II Guerra Mundial se hizo todo lo contrario: no se crearon naciones adaptadas a los países que habitaban, sino que se hizo que las personas se adaptaran a los países. Con muy pocas excepciones, las fronteras siguieron siendo las mismas, pero millones de personas se desplazaron de un lado a otro de las fronteras.
Tras la derrota de la Alemania nazi, ¿qué intereses hubo por parte de algunos líderes políticos en evitar que desapareciera el sentimiento anti-semita?
Cuando los judíos volvieron a sus casas después de la Segunda Guerra Mundial, no fueron recibidos con los brazos abiertos porque, mientras estaban fuera, sus bienes se habían distribuido entre la comunidad, de manera que la comunidad no estaba interesada en que regresaran. Y muchos dirigentes políticos aprovecharon esta situación con el fin de propiciar sus propios objetivos; por ejemplo, en Polonia, el Partido Comunista confiscó las propiedades de los judíos y las distribuyó entre las personas con las que quería congraciarse. Y en algunas zonas en las que se consideraba que los comunistas eran judíos, los comunistas tenían mucho interés en demostrar que no lo eran. Así que después de la guerra no desapareció el antisemitismo.
¿Cuánto tiempo llevó que el complejo alemán de culpa desapareciera o, al menos, se aliviara?
Inmediatamente después de la guerra, había un sentido de negación de los hechos en Alemania. Al periodo que siguió a la II Guerra Mundial se le conoció en Alemania como Stundenull (la hora cero), ya que se pretendía hacer borrón y cuenta nueva. No fue hasta los años 50 y 60 cuando se dio la sensación real de culpabilidad en Alemania, y esto es algo que se ha prolongado durante 50 años. Pero hoy en día, las generaciones más jóvenes están aprendiendo a dejar atrás este sentimiento de culpabilidad.
Tras la victoria, ¿cuáles fueron las diferencias entre las fuerzas aliadas occidentales y orientales a la hora de “administrar” venganza?
Las venganzas en el Este fueron mucho más importantes de lo que sucedió en el Oeste. Esto se debe a que los crímenes de la guerra habían sido mucho peores en el Este y también porque las estructuras que vinculaban entre sí a toda la sociedad se destruyeron de una forma más completa. En el Oeste de Europa los nuevos gobiernos y las fuerzas aliadas recuperaron bastante rápido el control de la sociedad, pero en el Este el caos duró muchísimo más y cuando no existe la ley es muy fácil que se manifieste la venganza.
¿Costó un gran esfuerzo cicatrizar las heridas infligidas por la Segunda Guerra Mundial?
En cierto sentido las heridas todavía siguen abiertas, por debajo de la superficie. Se pueden reconstruir las ciudades y los sistemas de transporte, pero fue mucho más difícil curar las heridas morales. La gente todavía cuenta historias de las maldades cometidas por sus vecinos y hasta que estas historias dejen de ser tan personales, el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial seguirá siendo doloroso.