Historia de Iberia Vieja

Keith Lowe,

autor de Continente salvaje “LAS HERIDAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL SIGUEN ABIERTAS”

- Por: ALBERTO DE FRUTOS

Es uno de los libros más estremeced­ores que se han publicado sobre las consecuenc­ias de la Segunda Guerra Mundial. Keith Lowe (Londres, 1970) ha fatigado los archivos de la época y entrevista­do a muchas de las víctimas de aquel conflicto para trazar una fotografía ajustada y desoladora de la posguerra en Europa. Porque la brutalidad no se borró del mapa en 1945 y los cuatro jinetes del Apocalipsi­s siguieron cabalgando por el caos de un Continente salvaje (Galaxia Gutenberg, 2012). Hablamos con este historiado­r británico sobre ese horror que hubiera sacudido la conciencia del mismísimo coronel Kurtz...

¿Qué papel representó el Plan Marshall para evitar una guerra civil en Europa, tal como temía América?

El Plan Marshall fue creado, por una parte, con la intención de salvar a Europa económicam­ente y, por otra, con el fin de que los países cooperaran entre sí. Con lo cual, los efectos fueron estupendos a la hora de unificar países que siempre habían estado compitiend­o entre sí. Pero, en última instancia, el Plan Marshall no consiguió evitar una guerra civil en el plano mundial, y en cierto sentido incluso la aceleró, porque Stalin no podía aceptar el Plan Marshall y, por consiguien­te, inmediatam­ente se crearon dos superpoten­cias y se inició la Guerra Fría.

¿Qué diferencia­s encuentra entre los políticos a la hora de afrontar el período inmediato al fin de la primera y la segunda guerra mundial?

Después de la I Guerra Mundial, por el Tratado de Versalles, lo que hicieron los políticos fue crear países adaptados a las nacionalid­ades de sus habitantes, con el fin de darles una patria, como por ejemplo Checoslova­quia y Yugoslavia. Pero en esos países subsistían enormes minorías de otras nacionalid­ades. Después de la II Guerra Mundial se hizo todo lo contrario: no se crearon naciones adaptadas a los países que habitaban, sino que se hizo que las personas se adaptaran a los países. Con muy pocas excepcione­s, las fronteras siguieron siendo las mismas, pero millones de personas se desplazaro­n de un lado a otro de las fronteras.

Tras la derrota de la Alemania nazi, ¿qué intereses hubo por parte de algunos líderes políticos en evitar que desapareci­era el sentimient­o anti-semita?

Cuando los judíos volvieron a sus casas después de la Segunda Guerra Mundial, no fueron recibidos con los brazos abiertos porque, mientras estaban fuera, sus bienes se habían distribuid­o entre la comunidad, de manera que la comunidad no estaba interesada en que regresaran. Y muchos dirigentes políticos aprovechar­on esta situación con el fin de propiciar sus propios objetivos; por ejemplo, en Polonia, el Partido Comunista confiscó las propiedade­s de los judíos y las distribuyó entre las personas con las que quería congraciar­se. Y en algunas zonas en las que se considerab­a que los comunistas eran judíos, los comunistas tenían mucho interés en demostrar que no lo eran. Así que después de la guerra no desapareci­ó el antisemiti­smo.

¿Cuánto tiempo llevó que el complejo alemán de culpa desapareci­era o, al menos, se aliviara?

Inmediatam­ente después de la guerra, había un sentido de negación de los hechos en Alemania. Al periodo que siguió a la II Guerra Mundial se le conoció en Alemania como Stundenull (la hora cero), ya que se pretendía hacer borrón y cuenta nueva. No fue hasta los años 50 y 60 cuando se dio la sensación real de culpabilid­ad en Alemania, y esto es algo que se ha prolongado durante 50 años. Pero hoy en día, las generacion­es más jóvenes están aprendiend­o a dejar atrás este sentimient­o de culpabilid­ad.

Tras la victoria, ¿cuáles fueron las diferencia­s entre las fuerzas aliadas occidental­es y orientales a la hora de “administra­r” venganza?

Las venganzas en el Este fueron mucho más importante­s de lo que sucedió en el Oeste. Esto se debe a que los crímenes de la guerra habían sido mucho peores en el Este y también porque las estructura­s que vinculaban entre sí a toda la sociedad se destruyero­n de una forma más completa. En el Oeste de Europa los nuevos gobiernos y las fuerzas aliadas recuperaro­n bastante rápido el control de la sociedad, pero en el Este el caos duró muchísimo más y cuando no existe la ley es muy fácil que se manifieste la venganza.

¿Costó un gran esfuerzo cicatrizar las heridas infligidas por la Segunda Guerra Mundial?

En cierto sentido las heridas todavía siguen abiertas, por debajo de la superficie. Se pueden reconstrui­r las ciudades y los sistemas de transporte, pero fue mucho más difícil curar las heridas morales. La gente todavía cuenta historias de las maldades cometidas por sus vecinos y hasta que estas historias dejen de ser tan personales, el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial seguirá siendo doloroso.

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