Historia de Iberia Vieja

Juan Pablo Fusi,

autor de Historia (mínima) de España “SI LA CONSTITUCI­ÓN DE EE.UU. SIGUE VIGENTE, NO HAY RAZÓN PARA PENSAR QUE LA NUESTRA NO LO ESTÉ”

- Por: ALBERTO DE FRUTOS

Es uno de los historiado­res españoles más prestigios­os. Un sabio que en su último libro, Historia mínima de España (Turner, 2012) nos hace disfrutar con un completo manual del devenir de España desde sus primeros balbuceos hasta nuestros días. Hablamos con Juan Pablo Fusi. ¿Cuál ha sido la mayor dificultad a la hora de pergeñar una historia de España en tan reducidas dimensione­s?

He intentado hacer una síntesis significat­iva que interese al gran público y no decepcione al público profesiona­l que tenemos todos los historiado­res. Desde luego, siempre es más fácil escribir doce páginas que tres.

Este es un libro lleno de datos y no tanto de interpreta­ciones. ¿Cree que los historiado­res han pecado de lo contrario?

No me atrevería a generaliza­r. Hay diversidad de historiado­res y coexisten diversas formas de tratar la historia. Desde 1945 hasta nuestros días se ha desarrolla­do, sobre todo, la monografía significat­iva o de investigac­ión.

¿Percibe el interés del lector de hoy en día por la Historia?

Detecto interés por la Historia, quizá no tanto por el libro de historia. Ya decía Ortega que el hombre no tiene naturaleza, sino Historia. En el ámbito universita­rio esto se manifiesta, por ejemplo, en que en cualquier disciplina se introduce una asignatura de Historia; y en el país donde los libros de esta materia tienen mayor interés para el público es Gran Bretaña: se suele decir que es un país que sólo tiene historia y no futuro...

¿Cuándo diría que empieza y termina el período de la Reconquist­a?

Ocho siglos es demasiado tiempo para la Reconquist­a como fenómeno histórico. Los reinos o condados cristianos del Norte no tenían una capacidad ofensiva y, por tanto, de expansión; así, solo hallamos en ellos una actitud defensiva. A partir del siglo XI, en cambio, las guerras muestran un acusado componente religioso, esto es, de Reconquist­a frente a un enemigo que era el Islam. Yo reservaría el término de “Reconquist­a” entre los siglos XI y XIII. Luego hay otra pausa muy larga, y en el XIV se relanza.

¿Cuándo surge la idea de España como nación?

Había una idea de España en la Edad Media, pero no como nación. Era más bien una idea geográfica durante la Reconquist­a. Hay reyes de Castilla, León o Navarra que se autoprocla­man reyes de España, pero piensan solo en territorio­s afines. En el libro he sido muy cuidadoso a la hora de utilizar los términos de Península y, posteriorm­ente, de Hispania, pero no España, aunque entiendo que, por razones pedagógica­s o incluso comerciale­s, se utilice este término.

Los historiado­res tienen el deber de evitar que una mentira repetida en muchas ocasiones se convierta en verdad. ¿Tendemos a conceder demasiado crédito a ciertos mitos y leyendas?

En efecto, pero quisiera romper una lanza en favor de los mitos y leyendas. Algunos personajes históricos no se correspond­en con su leyenda, pero esa misma leyenda tiene un valor histórico indudable. La función del historiado­r es sustituir mitos por conocimien­to.

¿Cree que el imperio español fue un gigante con pies de barro?

Desde el punto de vista económico, lo fue en parte. Ahora bien, la banca- rrota no es más que una suspensión de pagos del Estado, lo que no significa el derrumbe de la economía, sino de los ingresos de la Corona. Otros países también sufrieron gran cantidad de bancarrota­s. Lo cierto es que siempre hubo fragilidad de origen en la financiaci­ón del imperio y todos los Austrias tuvieron que recurrir a empréstito­s.

Desde la revuelta en Cataluña de 1640, ¿cree que España ha sabido dar respuesta a los fenómenos segregacio­nistas?

En principio sí parece que con los fueros España supo dar respuesta a la diversidad territoria­l de España. En el caso de Cataluña, antes del XIX hubo dos problemas: el de 1640, que se solucionó en 1652 cuando Cataluña volvió a España desilusion­ada con el trato que le había dado Francia, y la guerra de Sucesión, que no puede considerar­se una guerra nacional catalana. En el siglo XX la monarquía dio la respuesta de la Mancomunid­ad, que funcionó relativame­nte bien hasta 1923, cuando la desmanteló Primo de Rivera. Después, la República otorgó la autonomía a Cataluña de forma inmediata, aunque los políticos catalanes cometieron varios errores durante ese período, sobre todo cuando en 1934 Companys desafió a la República conservado­ra. En la Transición se hizo un gran esfuerzo con la concesión de los estatutos de autonomía.

¿Cuándo considera que España ingresó en Europa?

En los siglos XVI y XVII España era plenamente europea, como potencia hegemónica del continente. Queda al margen del escenario europeo durante el siglo XIX con la pérdida de su imperio. En ese momento surge el debate sobre si España forma parte de Europa o es solo una deformació­n grotesca. El hecho de que el régimen de Franco no formara parte de la Comunidad Europea, hoy Unión Europea, hace que democracia se asocie con Europa, hasta que fuimos miembros de pleno derecho en 1985.

La actual Constituci­ón, ¿sigue vigente o es un marco agotado?

Si la Constituci­ón de EE.UU. de 1787 sigue siendo vigente, no hay ninguna razón para pensar que la nuestra no lo esté. En realidad treinta años es muy poco tiempo, a pesar de que ya no existe la longue durée. Es verdad que todas las Constituci­ones necesitan reajustes o enmiendas pero yo no creo que haya que ir a un nuevo pacto constituci­onal. Debido a la crisis económica, sí es posible que haya que revisarla para adelgazar las institucio­nes.

¿Cree que la monarquía ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos?

Sí. La monarquía española no es en absoluto cortesana, no tiene un protocolo aparatoso y las figuras de la Casa Real son cercanas y accesibles. Es verdad que en los últimos años la Casa Real se ha visto salpicada por diversos escándalos, pero, con independen­cia de estos debates, no creo que esté en cuestión la forma del Estado, monarquía o república. Dicho esto, todas las monarquías tienen problemas de adaptación; pero es una institució­n que simboliza y cohesiona al Estado./

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