El expolio artístico de los nazis en la guerra mundial
George Clooney escribe, produce y dirige Monuments
Men: una página –más o menos novelada– de la Historia del siglo XX. Durante la II Guerra Mundial, los alemanes procedieron al saqueo sistemático de las obras de arte que encontraron en las grandes colecciones –las privadas de los ricos judíos franceses, sobre todo– y, de paso, en museos, iglesias y palacios de toda la Europa ocupada. Miles de obras fueron seleccionadas y escondidas para su posterior traslado a Alemania para nutrir el gran museo del III Reich ideado por Hitler. En los últimos tiempos de la contienda, todavía el omnipotente Göring visitaba el parisino Jeu de Paume, donde se almacenaban miles de obras, para escoger las que quería.
Con la derrota final del ejército nazi, siguiendo instrucciones del propio Hitler –el terrible “Decreto Nerón”–, muchas de esas piezas se destruyeron con furia incendiaria. Otras permanecieron ocultas en distintos lugares, desde casas particulares hasta minas abandonadas; y muchas más cayeron en poder de los soldados rusos, que las llevaron a su país.
OPERACIÓN RESCATE
Y en esos momentos, alertados por esta dolorosa situación, un grupo de voluntarios americanos –media docena de veteranos arquitectos, restauradores e historiadores– decidieron volar a Europa para rescatar cuantas obras pudieran, y devolverlas a sus legítimos dueños. Al menos, eso es lo que cuenta la película. Que, curiosamente, coincide en su estreno con la exhibición en National Geographic Chan-
Una narración algo rutinaria reconstruye la historia de estos benefactores del arte
nel de Hunting Hitler’s stolen treasure: The Monuments Men, un documental producido por October Film y dirigido por Paul Nelson; este sí, más pegado a la realidad y al libro de Robert Edsel y Bret Witter que da origen a ambos filmes.
Como decía más arriba, George Clooney escribe, produce y dirige el suyo y además capitanea el pelotón de maduros y esforzados combatientes por el arte que forman Bill Murray, John Goodman, Bob Balaban, Jean Dujardin y otros: los infatigables Monuments Men que se jugaron la vida –y algunos la perdieron– tratando de salvar el legado histórico de la cultura europea. Bajo la dirección del profesor Frank Stokes –el propio Clooney–, el grupo se reparte en misiones de distinto grado de dificultad y peligro: uno va a París para tratar de obtener un catálogo de las piezas robadas, mientras los demás se reparten por los terrenos recién reconquistados e incluso en el mismo
frente de la retirada alemana. Buscan sobre todo dos obras de incalculable valor: el Políptico de Gante –el gigantesco retablo de los hermanos Van Eyck–, y la maravillosa Madonna de Brujas, esculpida por Miguel Ángel. Las pesquisas van dando resultado, fruto de la exhaustiva investigación y también, por supuesto, de la suerte.
QUERER SIN PODER
Aunque no siempre esta ayude al Clooney autor del evento... Partiendo del texto de Robert Edsel y Bret Witter, el guion simplifica los hechos peligrosamente. No solo en la reducción del número y disposición de los expedicionarios –no sería lo más grave, gracias al estupendo reparto–, sino también en la progresión y la intensidad de sus acciones. La narración se hace pronto demasiado rutinaria, sin excesiva emoción y con cierto sentido del humor que no acaba de encontrar acomodo. Monuments Men apunta a película bélica clásica, a drama histórico-político-cultural y a policiaco con suspense; y seguramente se queda a medio camino de todo ello.
Al final, Clooney quiere cargar las tintas –siguiendo aquí la tesis original del libro– en la difícil cuestión de si una obra de arte vale más que una vida humana, sacrificada por salvarla. En realidad, fueron cinco millones de piezas las rescatadas, pero aun así… la respuesta tiene más aristas de las que muestra el convencido historiador Frank Stokes, protagonista de la historia en la pantalla.