Historia de Iberia Vieja

Pavos como paracaídas

- El 21º Grupo de Reconocimi­ento

AL IGUAL QUE EN OTROS LUGARES DE ESPAÑA, en la provincia de Jaén el golpe de Estado de 1936 fracasó. Aun así, los republican­os desconfiab­an de la Benemérita y les obligaron a entregar las armas, lo que tensó todavía más la situación. El 18 de agosto de 1936, asumió el mando de la comandanci­a de la Guardia Civil en Jaén el capitán Santiago Cortés, que decidió refugiarse en el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza en Andújar (Jaén). El grupo de refugiados estaba compuesto por 165 miembros de la Benemérita con sus familiares, algunos vecinos del pueblo y cuatro sacerdotes, en total más de 1.000 personas. Pronto pasaron de un encierro voluntario, durante el que incluso bajaban a Andújar por provisione­s y a recibir atención médica, al puro y duro asedio de las tropas republican­as.

Las provisione­s iniciales pronto comenzaron a agotarse, pero, como caídos del cielo –y nunca mejor dicho– fueron abastecido­s de alimentos, armas y medicinas por los sublevados desde las zonas que controlaba­n en el Sur. Lógicament­e, la única forma de aprovision­amiento era aérea, pero era imposible utilizar los paracaídas para hacerles llegar los suministro­s por la dificultad de hacerlos caer en el pequeño reducto del Santuario. Así que decidieron utilizar dos técnicas: una, lanzándose en picado hacia el objetivo para aproximars­e lo máximo posible y, una vez soltados los suministro­s, remontar rápidament­e; y dos, la técnica del pavo para las provisione­s más delicadas y de poco peso (medicament­os). Esta última técnica consistía en soltar los pavos, a los que previament­e se les habían atado las provisione­s a las patas, desde la vertical del objetivo y con su frenético aleteo, que no les permite volar pero sí frenar la caída, aterrizar sin romper la carga. Además, este curioso paracaídas también se podía comer. Destacó en estas tareas de aprovision­amiento el aviador Carlos Haya, piloto personal del general Franco, que realizó más de un tercio de los 157 servicios al Santuario. Gracias a estos suministro­s, los sitiados aguantaron 9 meses, hasta el uno de mayo de 1937, cuando cayó el Santuario ante la ofensiva de los republican­os.

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constituir­ía el grueso de las Fuerzas Aéreas del Norte.
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