El viaje de Himmler a España
a España en octubre de 1940 tuvo dos grandes etapas. Podemos decir que la primera era más bien política, y la segunda “filosófica”, aunque el esoterismo nazi que impregnaba a cada uno de los jerarcas hace que ambos polos sean indistinguibles.
Cuando llegó a la Estación del Norte en Madrid, el número 2 del nazismo alemán fue recibido por el número 2 de fascismo español, el ministro de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Suñer. Si bien Katrin Himmler nos señala el escaso interés que parecía existir por Hitler en el poder español, esta afirmación no puede aplicarse al más germanófilo de todos los mandatarios españoles. Ramón Serrano Suñer era el hombre más próximo a Alemania que existía en la España de entonces. Sus visitas a Berlín fueron permanentes e incluso llegó a grabar un mensaje de apoyo y lealtad hacia el movimiento alemán. Sus relaciones con Himmler eran excelentes. Quizá por ello el recibimiento que tuvo en Madrid fue especialmente lustroso. Desfiles, banderas, la ciudad entera se había engalanado para recibir al hombre que venía de haber conquistado Francia y que había permitido la detención de algunos opositores al franquismo.
El objetivo fundamental de aquellas reuniones en Madrid fue preparar la visita a Hendaya que iba a realizar el Führer para entrevistarse con Franco en uno de los vagones del tren oficial nazi. Además, Himmler visitó a algunos mandatarios españoles de los cuerpos policiales, con quienes quería establecer lazos. Por aquellas fechas, y según se deduce de las cartas que se enviaba con su esposa Marga, se había abierto entre ellos una brecha marcada por la distancia. Himmler siempre estaba viajando, y el tiempo que no lo hacía estaba con su amante, de cuya existencia fue perfectamente consciente su mujer. Además, en esas fechas Himmler se había establecido en Ucrania, en donde había una gran simpatía con el nazismo, vinculación que incluso se percibe a día de hoy.
Tras dejar Madrid, Heinrich Himmler viaja a Barcelona. Más exactamente al monasterio de Montserrat, que creía que podría ser el mítico Montsalvat de las leyendas medievales. Según esos mitos, en el monasterio podría encontrarse el Santo Grial, que para él tenía un significado de poder más allá del fetichista que le otorgaba el catolicismo. Para cierto nazismo el Grial daba sabiduría y eternidad. Himmler no encontró allí nada, pese a haber recorrido el santuario con el abad del monasterio.