Aquella joven órdenes que no sentaban bien a los marineros
para redactar su testamento y nombrar a su esposa heredera universal. De esta forma, la joven Barreto asumía los cargos de gobernadora y el título de marquesa, entre otros. Lorenzo Barreto, su cuñado, hermano de Isabel, quedaba al cargo como Capitán y Almirante de la expedición, pero no por mucho tiempo… él también moriría. Isabel Barreto se convertía así en Adelantada de las Islas Salomón y del Poniente, Gobernadora de la Colonia de Santa Cruz, Capitana General y Almiranta de la flota de Su Majestad Felipe II.
Siendo esta inteligente mujer consciente de que había que partir de la colonia de Santa Cruz –donde la aventura colonial, propiamente dicha, había fracasado–, decidió llevar a cabo su propia expedición y puso rumbo a Filipinas con los pocos españoles que quedaban vivos, y que seguían murien- do cada día a un ritmo vertiginoso. Fue duro. De hecho, en el camino se perdieron otras dos naos, la San Felipe y la Santa Catalina, pero, mientras todos los demás desfallecían, ella seguía con el ánimo imperturbable. Los tripulantes no cesaban de quejarse y amotinarse, pero ella los manejaba con mano de hierro. SERVIRLA...Y SUFRIRLA Pedro de Quirós tomaba disgustos día sí, día también, preguntándose si acaso había nacido él para tener que aguantar a aquella mujer que se apoyaba en su cargo para imponer su voluntad so pena de acusarlo de desacato: “No sé qué orden me tenga para que esta señora se aficione a la razón. Debe de entender que yo nací con obligación de servirla y de sufrirla”.
En la misma línea, se lamentaba también del castigo que suponía para él tener que aguantar a la gallega: “No quiero decir que hice en esta jornada otra cosa buena más de solo sufrir una gobernadora mujer y a sus dos hermanos, y todo esto y más puede el deseo de no ofender el nombre del servicio del Rey: que de presente estaba en manos de doña Isabel Barreto”.