La glorificación del pasado romano de España reforzaba los vínculos entre la Italia fascista de Mussolini y la dictadura franquista
su visión de una Italia fuerte y próspera bajo el yugo fascista, Benito Mussolini se consideraba así mismo como un nuevo Augusto que estaba destinado a liderar una nueva Roma, de ahí su interés por aprovechar el aniversario del nacimiento del emperador para lanzarse a una intensa campaña de propaganda política fundamentada en la Antigüedad clásica.
Con motivo de esta estrategia, Mussolini financió un buen puñado de estudios y excavaciones arqueológicas en yacimientos romanos, y se esmeró por recuperar algunos de los símbolos más destacados de la época de Augusto. El mejor ejemplo de esta “obsesión” arqueológica fue la reconstrucción y restauración del Ara Pacis, el monumento erigido por orden del Senado Romano para conmemorar las victorias de Augusto en Hispania y la Galia, y la posterior paz que se extendió dentro de los límites del imperio. La inauguración del Ara Pacis fue realizada con gran solemnidad y contó con la presencia del propio Duce, e incluso Adolf Hitler acudió a visitarla junto a varios jerarcas nazis durante su visita a Roma en mayo de 1938.
Fuera de Italia, Mussolini también quiso promocionar la idea de su nexo de unión con el emperador y la Antigua Roma, regalando diferentes piezas roma- nas –o réplicas– a ciudades que, como Zaragoza o Tarragona, habían sido fundadas por Augusto durante su estancia en Hispania. En este caso, además, la glorificación del emperador y del pasado romano de España permitía reforzar los vínculos de amistad que ya existían entre la Italia fascista de Mussolini y la dictadura franquista. No en vano, Augusto había sido el responsable de la fundación de numerosas ciudades romanas en suelo hispano,