La cámara retrata impasible el horror de la tortura, el escalofrío del asesinato, la indecencia de la mentira y el dolor de la injusticia
gobernador civil Julen Elgorriaga como cabezas de la operación: el primero como jefe del grupo de guardias civiles que constituyó el inicial núcleo del GAL y este aportando el apoyo logístico “civil”; de hecho, es Elgorriaga quien proporciona el lugar idóneo para los interrogatorios: los sótanos del abandonado palacio de La Cumbre, en San Sebastián. DURO RETRATO Lasa y Zabala, en efecto, no estuvieron muy lejos; en La Cumbre fueron retenidos y torturados, hasta ser llevados a Bussot. Los guardias civiles Enrique Dorado y Felipe Bayo figuran en la investigación como responsables directos del asesinato; y también aparece, en la cúpula de la organización, la misteriosa X nunca del todo revelada.
Pablo Malo ha planteado el relato como una página de sucesos. Su cámara permanece, en los momentos más duros, retratando impasible –sin ahorrarnos prácticamente nada– el horror de la tortura, el escalofrío del asesinato y también la indecencia de la mentira y el dolor de la injusticia. Pero esa frialdad, que contrasta con las apasionadas interpretaciones, le viene bien a la película para no ser acusada de maniquea. No hay, seguramente, en el metraje nada que no se corresponda estrictamente con la verdad; pero tampoco pretende otra cosa que evitar el olvido y, desde esa memoria, como en la secuencia preliminar, mirar definitivamente hacia el futuro. HERMIDA EDITORES. MADRID (2014). 146 PÁGS. 15 €.