El Eiffel español
Alberto de Palacio y Elissague
Su nombre ha sido injustamente olvidado por la historia. Se llamaba Alberto de Palacio y Elissague y fue un ingeniero y arquitecto sin parangón en su época. Todos hemos admirado algunos de sus proyectos y construcciones, aunque a menudo nos cueste reconocer su paternidad. La Estación de Atocha o el Puente de Vizcaya fueron solo algunas de las genialidades del Eiffel español. Pero el hombre que domó el hierro soñó mayores empresas todavía...
Lo que uno hace en la vida es lo que finalmente deja huella, sea esta grande o pequeña. Eso es lo que sucede con Alberto de Palacio y Elissague, un genio que todos conocemos sin saberlo. Al margen de especialistas, ese nombre no nos dirá nada, pero a buen seguro que todos hemos visto, o incluso visitado, alguna de sus más célebres obras. La próxima vez que estemos ante una de ellas, recordemos aunque sea fugazmente a un ingeniero y arquitecto sin igual que, a pesar de no haber escrito su nombre a fuego en nuestra memoria, dio forma a lugares que forman ya parte de la historia de España.
Por eso, dado que sus obras hablan por sí mismas, he creído de interés presentar algunas de ellas antes de siquiera hacer un esbozo biográfico de Alberto, pues creo que tal experimento nos servirá para sorprendernos cuando comprobemos cómo hemos paseado alrededor, o al menos visto en forma de imagen, de lugares emblemáticos que cada año son visitados por millo- nes de personas desconocedoras del genio creador que hay detrás de ellas.
Alberto de Palacio fue un personaje que rompió moldes. Nunca fue un arquitecto al uso, no dejó de cultivar sus conocimientos matemáticos y físicos, y eso se percibe en sus obras. En su laboratorio de ideas era capaz de calcular estructuras complejas con total exactitud, para dar vida a grandes espacios construidos con hierro y cristal. Ese material que deslumbró a Eiffel y se convirtió en la esencia de la torre parisina que lleva su nombre, también sirvió para alimentar los sueños de Palacio. Lástima que a este lado de los Pirineos no hayamos sido capaces de mantener la memoria de su nombre tal y como logró su colega francés. Cierto es que no hay una gran torre de Palacio, pero bien pudo tenerla, como veremos más adelante…