Sexo prohibido en la historia de España
Desde la Antigüedad hasta nuestros días, ofrecemos un amplio reportaje sobre la historia del sexo en España, la de los reyes y los plebeyos, la de sus avances y sus retrocesos… Un vistazo a través de la cerradura por la intimidad de las alcobas.
La historia del sexo es la historia del ser humano. Lo que empezó siendo una práctica normal, casi sagrada, se convirtió en la forma de dominación del comportamiento que encontraron todas las culturas en diferentes épocas a través de las creencias y la religión. El pecado existe porque existe el sexo. A partir de establecerse como tal, las conductas sexuales fueron reguladas por la moral, y la moral por el poder, de modo que todo lo que tenía que ver con las pulsiones humanas y el erotismo se convirtió en algo prohibido. No es una historia lineal, aunque sí vertical…
Aparecieron en un monasterio. Ahora se encuentran en la Filmoteca de Valencia. Se trata de tres películas pornográficas que en muchos aspectos no tienen nada que envidiar en cuanto a claridad y rotundidad a los actuales. Las filmaciones eran obra de los hermanos Ricardo y Ramón Baños, que vivieron la eclosión de algunas artes escénicas en una época –comienzos del siglo XX– en la que la técnica apareció como una herramienta perfecta para plasmar el arte a través de ciertas formas de expresión, entre las que el cine tuvo una relevancia especial.
Ricardo Baños viajó a París, la capital del arte, para conocer de cerca los ilimitados mundos que abría el séptimo arte. A su regreso a España, en colaboración con otro artista en ciernes, Albert Barro, creó Hispano Films y grabaron juntos algunas de las obras más importantes de la época. Mientras, su hermano Ramón decidió que su sitio estaba en el Amazonas y hasta allí viajó para filmar escenas sobre la vida tribal y las sociedades primitivas. La dureza de aquella vida y algunas enfermedades que contrajo le obligaron a retornar. PÍCARO ENCARGO Ya juntos llevaron a cabo algunos proyectos que contribuyeron a sentar las bases del cine en nuestro país. Muchas de las obras en las que trabajaron tenían aire más documental: había que filmar todo para dejar constancia de cómo era la vida. E incluso filmar lo que ocurría dentro de las alcobas de forma clara y descarnada –o muy carnada, según se vea, porque en aquellas primeras películas pornográficas el cuerpo ideal de la mujer no era tan estilizado como en la actualidad–, sobre todo porque existía un público ávido de ver esas películas que nos enseñaban las cosas tal como son. Si bien eran las clases pudientes las que tenían esa curiosidad, lo cierto es que por entonces se crearon, para todas las clases sociales, las llamadas “sesiones golfas”, en las que se mostraban películas subidas de tono en salas apartadas a horas intempestivas.
Uno de los mecenas de los hermanos Baños pidió que realizaran tres películas de contenido erótico. Él mismo realizó los guiones y trazó los argumentos, lo que se veía y… lo que se veía todavía mejor, porque verse, se veía todo. Y es que el productor era alguien avezado y con larga experiencia en ese mundo. Sabía lo que quería y cómo lo quería, porque además era para uso y disfrute personal. Además, ya habían trabajado con él en otras obras, en las que exponían su vida, los desfiles que presidía, la forma que tenía de gobernar. Los Baños eran parte de sus propagandistas. Y es que sí: ese auténtico avanzado de la época, guionista y productor, era el rey Alfonso XIII que, de este modo, se convirtió en uno de los padres de la pornografía cinematográfica en España.
Durante décadas, esas películas quedaron ocultas. Fueron adquiridas por la Filmoteca de Valencia, en donde siguen… a buen recaudo. Lo que sí es claro es que forman parte de una época que invita a la reflexión. Y es que en aquellas primeras décadas del siglo existía una posición más abierta al erotismo de la que hubo después. En los años inmediatamente posteriores, el erotismo y el sexo explícito formaron parte de los quioscos con total normalidad. Las postales eróticas, las revistas explícitas y las novelas sexuales fueron total y absolutamente normales y accesibles. No existía contra ellas ley alguna que prohibiera su difusión, y aunque la sicalipsis –así se llamó a esa corriente– mantenía algunas conductas machistas y de establecimiento de poder, lo cierto es que entre los primeros años del siglo y la Guerra Civil –y a nivel global, la Segunda Guerra Mundial– la posición social de la mujer avanzó enteros y gozaba de un cierto grado de libertad que después perdió. Casualmente, aunque en apariencia el erotismo y la pornografía estaban hechos para hombres, los avances de la mujer fueron los que extrajeron de la clandestinidad determinados hábitos y conductas, seguramente porque las leyes morales iban unidas a ello.
En aquella época, como en todas, había dos mundos, es decir, en nuestro caso, dos Españas, pero en esa, más que en ninguna otra, existió una tercera cultura. En un reciente trabajo titulado Culturas del erotismo en España (Cátedra), la investigadora española afincada en Nueva York Maite Zubiaurre califica de “tercera cultura” la existencia de un grupo social que, al margen de su tendencia conserva- dora o progresista, sentía atracción por esa liberación que se vivió en aquella época, en la que “el erotismo fue la ventana abierta por la que entró la modernidad a raudales”. Señala que, aunque en los tiempos de la dictadura de Primo de Rivera existió también cierta censura, la prohibición apenas existió hasta la llegada de la dictadura de Franco, que supuso una nueva edad media en cuestiones relacionadas con el sexo. LA EDAD DORADA DEL EROTISMO Durante años, la investigadora ha reunido imágenes y publicaciones de esa época. El resultado es sorprendente, porque resulta complicado aceptar que hemos borrado de nuestro recuerdo la existencia de una sexualidad muy explícita que apenas se diferenciaba de la actual. En su recopilación se ha encontrado coloridas
Los avances de la mujer fueron los que extrajeron de la clandestinidad determinados hábitos y conductas
postales –formaban parte de los quioscos, que no escondían esos elementos– en las que se veían imágenes de parejas, a veces imitando poses clásicas, tipo griegas o romanas, o revistas en las cuales se mostraban escenas de sexo explícito, sin ningún pudor a la hora de mostrar órganos sexuales y prácticas que creíamos que eran exclusivas de nuestro tiempo. En no pocas de esas imágenes, son personas de poder –sacerdotes, políticos, empresarios… nada nuevo bajo el sol– quienes seducen a las mujeres, a las que también se observa en ocasiones imaginando escenas sexuales que desean vivir y en las cuales lo corporal está muy por encima de lo espiritual.
En algunas de esas imágenes, se llega a ver a una mujer con varios hombres y en posición de dominio de la situación. Lo que apenas existía eran escenas de homosexualidad masculina, que estaban terriblemente mal vistas, aunque se hicieron un hueco en revistas naturistas, en las que se mostraba una mente más abierta entre la mente abierta. Sin embargo, fueron habituales las escenas de mujeres con mujeres en actitud sensual –desde dos cuerpos desnudos posando para la cámara subidas a una bicicleta a auténticos encuentros íntimos entre dos mujeres–. Según explicó Zubiaurre a Historia de Iberia Vieja, estas imágenes explícitas tenían que ver con el hecho de que “dos mujeres haciendo el amor es algo que enardece la imaginación del varón”.
A la izquierda, la homosexualidad masculina constituyó un tabú durante mucho tiempo.
Sobre estas líneas, el atrevimiento de las primeras películas porno..., no tan diferentes de las actuales. Abajo y a la derecha, las revistas y las novelas sicalípticas campaban a sus anchas en los quioscos. Abajo del todo, Alfonso XIII, rey... y productor de cine porno.
El productor de las tres primeras películas porno en España era alguien avezado y con larga experiencia en ese mundo…: Alfonso XIII
Dios nació mujer al comienzo de las civilizaciones. La sacerdotisa se asoció a la diosa y se practicó una sexualidad muy abierta
Sin embargo, con la llegada de la dictadura se instauró una férrea censura que provocó que, hasta la Transición, no se produjera el Segundo Destape y volviera a la normalidad –aunque todavía dentro del concepto “pecado”– la existencia de imágenes eróticas. “Aparecieron revistas como Interviú y Playboy, pero antes, en esa época, estuvieron Muchas Gracias o Flirt”. No deja de ser curioso que parte de esa apertura mental tuviera mucho que ver con la posición de la mujer en la sociedad. “Se cortaron de raíz los derechos y libertades para ellas, lo mismo que ocurrió con la sicalipsis, que de ser un producto callejero y libre, abierto, de pronto, al espíritu del ámbito público, se trocó en cosa doméstica y se volvió a enterrar entre cuatro paredes. Pasó lo mismo con las mujeres, que después de trabajar en las oficinas, y de empezar con vigor a leer, a aprender, y a realizar una carrera universitaria se metamorfosean, por voluntad ajena y por mor de la dictadura, en amas de casa y, sobre todo, en madres”.