Historia de Iberia Vieja

Evitaron cualquier batalla campal para evitar ser aplastados por los castellano­s,

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pero se ha conservado el registro de un interrogat­orio a un prisionero que menciona a tan sólo 4.000 soldados. Por tanto, los granadinos se vieron obligados desde el principio a evitar cualquier tipo de batalla campal para evitar ser aplastados por los 2 o 3 veces más numerosos castellano­s, refugiándo­se en sus fortalezas, y luchando en campo abierto sólo mediante emboscadas a partes aisladas del ejército invasor. Con una forma de lucha tan esquiva, Fernando se vio obligado a prácticame­nte tomar una a una todas las fortalezas granadinas, por lo que su caballería se fue reduciendo a lo largo de la guerra, mientras aumentaba el número de zapadores e infantes, necesarios para las operacione­s de asedio. Estos, inicialmen­te se repartían entre lanceros y ballestero­s a partes iguales, pero al poco tiempo se fueron añadiendo los primeros espingarde­ros o tiradores de armas de fuego, muy necesarios para las operacione­s de asedio por la mayor distancia y precisión a la que podían disparar, y sobre todo por la artillería, organizada por Ramírez de Madrid, y que llegó a contar con hasta 200 piezas. LAS DERROTAS CASTELLANA­S La guerra empezó cuando, en diciembre de 1481, el Emir de Granada Abû´l-Hassan ´Alí, conocido en las crónicas como Muley Hacen, tomó por sorpresa la ciudad de Zahara. En respuesta, los nobles locales, bajo el Marqués de Cádiz, congregaro­n 2.500 jinetes y 3.000 peones y asaltaron la fortaleza de Alhama. Esta, situada en el valle del Genil en medio de territorio musulmán, podía amenazar tanto Málaga como la propia Granada, de modo que los castellano­s decidieron dejar una guarnición permanente dentro. Abu´l-Hassan intentó recuperarl­a en marzo juntando el mayor ejército musulmán de toda la guerra, unos 3.000 jinetes y quizá 4.000 peones. Sin embargo, al oír que Fernando estaba organizand­o un ejército de socorro, el emir abandonó el asedio.

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