Desconfianza hacia sus soldados de la Policía Indígena y adelanta que habrá más defecciones
final lograron contactar con la posición “A”, que estaba rodeada por el enemigo. Pese a las órdenes que el general Navarro les transmitió para su repliegue, la decisión de las guarniciones era clara: iban a “morir con honra”, cualquier maniobra que no fuera esa era imposible (...).
Por otro lado, está el problema de la posible retirada de la columna de Navarro, que insinuó a los jefes que se prepararan para el caso de que fuera preciso hacer la marcha a la mañana siguiente, pero sin asegurarles nada. Y más tarde le ordenó a uno de los capitanes de su Estado Mayor que al amanecer del 23 saliera de la posición con dirección a Batel, llevándole orden al coronel Francisco Jiménez Arroyo de tenerlo todo preparado para alojar a toda la columna entre Batel y Tistutin. Cuando la decisión parece asumida y definitiva, se recibe un nuevo telegrama, esta vez de Berenguer, que le ordena a Navarro continuar en Drius: “Aun cuando ignoro la situación en el momento presente, encarezco a V. E. la conveniencia de concentrar todo esfuerzo de esas tropas por lo menos en la línea de Dar Quebdani, Kandussi, Drius, Telatza, en la seguridad de que la resistencia no ha de ser forzada. Conviene también, a ser posible, conservar los puestos de la costa”. Nunca recibirían la segunda parte de aquel mensaje, ya que lo enviaron primero a Melilla y desde allí se decidió trasladarle a Navarro solo lo concerniente a su actuación. (...). “MAÑANA SERÁTARDE” Y el general Navarro asume las órdenes. Por teléfono dirá: “Obedezco, pero mañana será tarde”. Y manda al capitán de ingenieros Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate que prepare la defensa de Drius, y especialmente de las cantinas, puesto que la columna solo disponía de víveres para dos días. La noche será larga. La primera iniciativa, la de evacuar, ya se había trasladado a parte de la gente,