En el mundo entero, 750 millones de personas vieron por televisión la llegada del hombre a la Luna. En España… casi nadie

ni mejor ni peor que las otras naciones europeas, pero la guerra y las crisis econ micas acabaron por poner a Espa a a la cola del planeta. En Ribadavia (Ourense) hab a pocas televisiones. La actividad econ mica la marcaba una industria que quer a florecer, aunque a duras penas lo consegu a y si lo hac a era en las ciudades. La ubicaci n de la localidad, en la carretera entre la ciudad y Vigo, anta o capital del reino de Galicia, hizo de este pueblo de algo m s de 7.500 habitantes un ejemplo de lo que fue y no era el pa s, pero quien m s y quien menos se enter de que el hombre iba a llegar a la Luna. No muchos cre an que el mismo ser humano que apenas dos d cadas atr s empu aba las armas y se mataba iba a caminar por ese pedazo de queso que asomaba cada noche para iluminar las piedras sobre la que se constru a gran parte de la localidad y que daban a los domicilios fr o en invierno y calor en verano. Y ni una ni otra cosa se pod a vencer: ni la calefacci n ni el aire acondicionado formaban parte de lo que se imaginaba.

Quer an ver c mo el hombre llega all , pero no pod an. Por entonces, s lo una de cada cien viviendas contaba con televisi n, as que aquel d a el restaurante Evencio se llen de gente que deseaba ver como Neil Armstrong daba los primeros pasos selenitas. El lugar, quiz lo m s conocido del pueblo, ya se hab a convertido en los ltimos tiempos en un centro de reuni n para los habitantes de la localidad, ya que su televisi n le distingu a del resto del pueblo y all se juntaban todos a ver la ltima pel cula. Eran muy pocos los que pod an disponer de semejante lujo, que estaba reservado para una decena de casas y alg n que otro bar en donde se congregaba la gente para tomar caf –los que pod an– y ver el programa de turno; s , el de turno, porque no hab a otro en una poca en la que la televisi n apenas ten a oferta –para