Historia de Iberia Vieja

El primer hombre de un pueblo como Hispania que un segundón en Roma

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Al cabo, en el año 61 a.C. obtuvo el cargo de propretor para volver a estas tierras, ahora con plenos poderes. Y se cuenta que, en su círculo íntimo, tras ser cuestionad­o sobre el valor de gobernar lugar tan miserable, Julio César respondió que más valía ser el primer hombre de un pueblo como aquel que un segundón en Roma.

La historia le reservó un destino especial a Hispania en la vida del general, porque, después de conquistar las Galias y alzarse hasta un poder casi absoluto, se embarcaría en el final de la República al dar pie a la guerra civil. El joven general contra el viejo león. Julio César se jugó el dominio de Roma contra Cneo Pompeyo y, tras muchas vueltas a un lado y a otro del Mediterrán­eo, puso fin a la lucha en algún lugar soleado del sur español que sería recordado como Munda.

Y, precisamen­te, tal y como mencionaba aquel artículo, tras auparse al poder, tras vencer a su enemigo, por algún motivo que desconocem­os, en lugar de correr a los brazos de Cleopatra, en vez de regresar a Roma para poner su talón sobre el Senado, Julio César se demoró tres meses en territorio­s hispanos para hacer no se sabe bien qué. Damos por hecho que estuvo en Cádiz de nuevo, repartiend­o jubileos y proclamas, y también que visitó la actual Calpe para verse con su sobrino Octavio Augusto, el que habría de sucederle y convertirs­e en primer emperador. Pero poco más sabemos, como bien decían aquellas páginas de Historia de Iberia Vieja.

Y fue esa laguna la que me dio una idea que se enlazó con otra vieja ocurrencia, una que cualquiera que hubiera viajado desde Galicia hacia la capital por carretera hubiera podido tener. Al pie de la misma autovía, quedan los restos de las grandes extraccion­es de oro que comenzaron justo cuando Octavio Augusto se hizo con el poder de Roma, tras acabar con Marco Antonio y puede que, incluso, con el hijo que había tenido Cleopatra con el mismo Julio César.

Monte Furado, Las Médulas; son solo dos ejemplos que dan sentido a la contabilid­ad de la época, pues en aquellos tiempos del imperio, diez toneladas de oro salían cada año del noroeste español para alimentar a la Loba.

Así fue como terminé de entretejer la historia de mi lobo, y no hubiera sido posible de no haberse cruzado en mi camino una revista.

Gracias, mis queridos amigos de Historia de Iberia Vieja.

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