En la Spajaardstraat se levantaba en tiempos el Hotel de los Castellanos, sede del consulado de los mercaderes de Castilla
sin embargo, se reunieron en las mismas zonas, dando lugar a topónimos en el trazado urbano que todavía se mantienen, como la Spanjaardstraat (Calle de los españoles), Spaanske Loskai (Muelle de los españoles, a donde arribaban los barcos con mercancías de nuestro país) o Biskajerplaats (Plaza de los vizcaínos). En la Spajaardstraat se levantaba en tiempos el “Hotel de los Castellanos”, sede del consulado de los mercaderes de Castilla, una institución compuesta por tres edificios provistos de almacenes, cámara de audiencias, viviendas e incluso una taberna que servía “buen vino puro y sin mezcla alguna”. A un paso de este recinto se encontraba el Hotel de la Torre, una mansión de la familia De la Torre construida en 1560. El inmueble contaba con una elegante y fina torre que hacía referencia al emblema de la familia, uno de cuyos miembros, Juan de la Torre, fue precisamente cónsul de España y Castilla en la ciudad. Entre sus ocho hijos destacó Gaspar de la Torre, quien ejerció durante años como deán de la iglesia de Nuestra Señora. De estos dos edificios hoy apenas se conservan unos tímidos restos, pero podemos hacernos una idea de su aspecto gracias a un grabado de Sanderus para el libro Flandria Ilustrata.
Muy cerca de allí se encontraba también la llamada “Casa Negra” (‘t Zwart Huus, en flamenco), un edificio que acogió la Oficina de Control de Pesos de los comerciantes hispanos. Otras familias llegadas de España tenían también sus viviendas en estas calles, como la de González de Aguilera, un comerciante que levantó su mansión en la Kipstraat (calle de la gallina), aunque poseía otros inmuebles cerca del Muelle de los Agustinos.
Por su parte, el Consulado de los Vizcaínos se construyó cerca de la plaza que hoy lleva su nombre, muy cerquita del lugar en el que hoy se encuentra una estatua en honor del pintor Jan Van Eyck. En 1494 las autoridades locales cedieron a los mercaderes vascos dos inmuebles en esta zona para establecer su sede, pero ellos decidieron derribarlos y construir en su lugar un imponente edificio de estilo renacentista que ocuparon hasta 1578. Aragoneses y navarros también tuvieron sus propios consulados, y como testimonio de ello hoy se conservan sendos hoteles que aluden a tal hecho: el Hotel de Navarra y el Hotel de Aragón.