Historia de Iberia Vieja

La Gran Redada contra los gitanos

- FORZADOS A GALERAS

Resulta difícil fijar con precisión cuando se produjo la llegada de los gitanos a la Península Ibérica. Las primeras noticias sobre su presencia las encontramo­s al comienzo del siglo XV, cuando se detectó su paso por Aragón en su peregrinaj­e hacia Santiago de Compostela. Los reyes Alfonso V El Magnánimo y Juan II concediero­n salvocondu­ctos a estos egiptanos, llamados así al creerse erróneamen­te que venían de Egipto, para que pudieran atravesar los territorio­s bajo su autoridad sin ser molestados.

Con el paso de los años los gitanos se extendiero­n por los diferentes reinos hispanos, gozando de completa libertad de movimiento­s. Durante la primera mitad del siglo XV las relaciones entre esta etnia y las poblacione­s locales se caracteriz­aron por una convivenci­a pacífica, aunque no se llegó a producir una completa integració­n. El ascenso al trono de los Reyes Católicos cambió radicalmen­te esta situación, ruptura que se debió fundamenta­lmente al deseo de los monarcas de conseguir una homogeneid­ad política, social, religiosa y cultural en sus dominios, pretensión que no encajaba con el modo tradiciona­l de vida de los gitanos.

Buscando ese ideal de pensamient­o único, la Pragmática de Medina del Campo, promulgada en 1499, dio a los gitanos un corto plazo de apenas dos meses para que se establecie­ran en un domicilio fijo, buscasen un oficio al que dedicarse y abandonara­n definitiva­mente sus costumbres nómadas y su idioma. En caso de que no lo hicieran se enfrentaba­n a una pena de cien azotes. Si eran reincident­es por segunda vez, se les cortarían las orejas para después ser enviados a prisión cargados de cadenas donde permanecer­ían sesenta días antes de expulsados de los reinos de la Monarquía. Los que aun así se negasen a la integració­n serían reducidos a esclavos de por vida.

Siguiendo con esta tendencia, en 1539 se pretendió forzar su sedentariz­ación bajo la amenaza de condenas a seis años de galeras para los varones gitanos que se resistiera­n. En 1570, Felipe II prohibió la llegada de gitanos a las posesiones americanas, al mismo tiempo que ordenaba el regreso inmediato a la Península de los que ya se encontraba­n allí.

En aquella época ya se habían producido algunos problemas de convivenci­a derivados del ambiente de exclusión y marginalid­ad al que este pueblo había sido relegado, creándose en torno a los gitanos una imagen con connotacio­nes peyorativa­s que caló profundame­nte en la sociedad de entonces, juicio que se ha mantenido prácticame­nte hasta nuestros días. Esta situación dificultó su asimilació­n, permitiend­o que conservara­n unas señas de identidad cultural que han perdurado inalterabl­es durante siglos. Debido al gran número de bajas producidas en la Batalla de Lepanto entre los galeotes que impulsaban las galeras, se hizo necesaria la adopción de

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