Durante los primeros años de su reinado, el monarca se mostró voluntarioso, pero poco a poco se dejó dominar por la desidia
No se habían extinguido las voces de aquellos que exigían una regeneración de las instituciones del Estado tras el Desastre del 98 cuando el país se embarcó en una nueva aventura colonial en el Norte de África. Como consecuencia de las precarias condiciones de vida de las masas obreras estallaron graves conflictos sociales que degeneraron en disturbios como los ocurridos durante la Semana Trágica de Barcelona de 1909 o la Huelga General de 1917. A todo ello se sumaron las reivindicaciones de unos regionalismos que se radicalizaron hasta degenerar en nacionalismos excluyentes.
Este era el complicado panorama social y político al que se enfrentó Alfonso XIII. Durante los primeros años de su reinado el monarca, preocupado por el bienestar de su pueblo, se mostró voluntarioso y bienintencionado, pero la magnitud de las dificultades hizo que poco a poco se dejase dominar por la desidia, aunque nunca renunció a intervenir directamente en los asuntos políticos, implicándose personalmente o delegando en otros. Al mismo tiempo la vida personal del rey, dominada por un carácter frívolo y disoluto, provocó el descontento de una mayoría que no aprobaba su comportamiento. A pesar de la cuidada educación que recibió durante su infancia y adolescencia, Alfonso XIII nunca mostró interés por las artes y la cultura, inclinándose por pasatiempos mucho más lúdicos como los deportes o la vida al aire libre. Desde muy joven fue un mujeriego empedernido que no hacia distinción de clase entre sus conquistas, aunque siempre manifestó su preferencia por damas rollizas de buen ver.
Ante la necesidad de garantizar la continuidad de la dinastía, en 1905 se planteó la necesidad de buscar una esposa para el rey. En agosto de ese año el periódico ABC organizó una encuesta entre sus lectores para elegir a la candidata con más posibilidades de convertirse en la futura reina de España. Entre las princesas propuestas por el diario resultó ganadora Victoria Eugenia de Battenberg con más de dieciocho mil votos. Otras posibles novias, como Patricia Victoria de Connaught, la preferida por la madre del monarca, o Beatriz de Sajonia-Coburgo, quedaron por detrás en la lista. María del Pilar de Baviera y Borbón, hija menor del matrimonio formado por el príncipe Luis Fernando de Baviera y la infanta María de la Paz de Borbón, joven de la que se decía que estaba muy enamorada de su primo Alfonso XIII, ni siquiera fue tenida en cuenta. Nacida en el palacio de Nymphenburg en 1891, Pilar se licenció en Historia del Arte y fue una notable pintora, permaneciendo soltera durante toda su vida.