Alfonso XIII guardaba una colección de fotografías de mujeres desnudas retratadas en actitudes provocativas
más conocida esta última como la Bella Otero, mujeres que no pudieron negarse a los deseos regios. Aunque Alfonso XIII solía cansarse pronto de sus amantes, el caso de la actriz Carmen Ruiz Moragas fue una excepción. Aunque no puede llegar a afirmarse que el monarca estuviera realmente enamorado, sí mostró hacia ella cierto cariño y un trato especial, instalándola en una gran casa antes de retirarla de los escenarios. Su romance fue bastante largo y con ella tuvo dos hijos, Teresa Alfonsa y Leandro Alfonso. Varias fuentes afirman que Alfonso XIII guardaba una colección de fotografías de mujeres desnudas retratadas en actitudes provocativas que poco o nada tenían que ver con representaciones que obedecieran a inquietudes artísticas. Muchas de las modelos habían sido sus amantes, damas más o menos respetables que habían aceptado posar atendiendo a los deseos lúbricos del monarca. Se cuenta que el rey atesoraba esas imágenes como preciados trofeos de sus conquistas.
Los gustos sicalípticos de Alfonso XIII fueron un paso más allá cuando encargó varias películas subidas de tono. En contra de lo que se supone, las películas pornográficas no son un género cinematográfico reciente. Tan antiguas como los orígenes del cine, su producción solía realizarse por encargo y eran proyectadas en prostíbulos de alto standing que solían ser frecuentados por clientes de postín. Aquellos que podían pagar su alto precio podían contemplarlas en la intimidad de sus residencias.
El conde de Romanones, Presidente del Consejo de Ministros, siempre solícito y dispuesto a satisfacer los caprichos del rey, ejerció de intermediario en este negocio contactando con los hermanos Ricardo y Ramón Baños para encargarles su rodaje, cineastas avalados por su prestigio y quién sabe si por la experiencia de trabajos anteriores de este tipo de los que todavía no se ha encontrado rastro. Los hermanos Baños, que anteriormente habían filmado a los reyes en sus viajes oficiales por España, aceptaron sin hacer demasiadas preguntas, más aun teniendo en cuenta que el encargo