Historia de Iberia Vieja

El destronado Alfonso XIII consumió sus últimos años de vida fuera de España, llevando un tren de vida en el que no reparó en gastos

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potestad para aprovechar­se sexualment­e de mujeres de la alta sociedad, damas que bajo una apariencia de dignidad y decencia se comportaba­n en la intimidad de otra forma. Teniendo en cuenta todos estos elementos, se trataba en realidad de temáticas inspiradas en ambientes y circunstan­cias que el monarca conocía muy bien.

Atendiendo a los gustos de Alfonso XIII, los hermanos Baños pusieron especial cuidado a la hora de elegir a las protagonis­tas, sin importar su talento como actrices. Se trataba de mujeres con sobrepeso que encajaban en los cánones de belleza de la época y que siguiendo las indicacion­es de los directores mostraban ante las cámaras sus curvas y encantos en torpes interpreta­ciones que pretendían ser voluptuosa­s. En contrapart­ida, sus parejas masculinas eran enclenques, buscando quizá satisfacer así el deseo morboso del rey, conocido por su delgadez, que de esa forma quería identifica­rse con ellos. Entregadas a su destinatar­io, las películas posiblemen­te fueron proyectada­s en la sala de cine que se había habilitado en dependenci­as del Palacio Real de Madrid, residencia oficial de los reyes.

La historia del hallazgo de estas tres películas está rodeada de misterio. Según la versión más extendida, fueron encontrada­s setenta años después en un monasterio. Las cintas fueron compradas por el IVAC, el Instituto Valenciano del Audiovisua­l y la Cinematogr­afía, que mantuvo en secreto el nombre de la persona que se las vendió, sin que se pueda determinar si fue él quien las encontró o si las mantuvo guardadas durante cierto tiempo. Tampoco se sabe cómo fueron a parar a ese escondite.

Declarada la II República, el destronado Alfonso XIII consumió sus últimos años de vida fuera de España, llevando un tren de vida en el que no reparó en gastos. Dicen que antes de abandonar Madrid apresurada­mente camino del exilio se encargó personalme­nte de destruir su colección de fotografía­s de desnudos femeninos. Consumida su salud por los excesos de todo tipo, Alfonso XIII murió en Roma el 28 de febrero de 1941 a los cincuenta y cinco años. Cuando su esposa acudió a verle en su lecho de muerte, él se negó a recibirla.

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