The sportman
el término sportman servía para hacer referencia a aquellos hombres ociosos y acaudalados que gastaban su tiempo y su dinero en lúdicas actividades deportivas al aire libre, caros entretenimientos reservados exclusivamente a una élite que podía permitírselos. Combinándolas con un elevado tren de vida, en el que no faltaban largas estancias en lujosos hoteles y balnearios repartidos por las principales capitales europeas, veladas en los casinos, ropa elegante, coches rápidos y, por supuesto, aventuras sexuales con mujeres hermosas que no siempre tenían por qué pertenecer a su misma clase, estos sportmen eran un cruce entre un gentleman y un bon vivant, mostrando un dinamismo que supo adaptarse rápidamente a los cambios y gustos de los nuevos tiempos. Salvando las distancias, en nuestros días podían ser comparados con Christian Grey, este último el personaje protagonista de Cincuenta sombras de Grey.
Entre sus más destacados representantes no faltaban miembros más o menos díscolos de las casas reales europeas, que aprovechaban su título y su fortuna para vivir relajadamente ocupando su tiempo en extravagantes distracciones. Desde muy joven, la figura del rey Alfonso XIII encajó perfectamente con la descripción de sportman, personalidad de la que hizo gala durante el tiempo que duró su reinado y que se acrecentó en su dorado exilio.
Además de disfrutar con la práctica de partidos de polo y jornadas de caza y pesca, actividades con las que tradicionalmente se distraía la realeza, el monarca era un gran aficionado al tenis, deporte de moda entre la aristocracia británica que no tardó en extenderse entre las clases altas de toda Europa. También frecuentaba los clubs náuticos más selectos del litoral español, donde acudía para ver las regatas navegando a bordo del yate Giralda.
Pero fueron los coches rápidos una de las aficiones predilectas del monarca, hasta el punto de provocar varios accidentes por culpa de sus excesos al volante. Su pasión por las cuatro ruedas le acompañó hasta en sus últimos actos como Rey de España. Proclamada la II República, en la noche del 14 al 15 de abril de 1931 Alfonso XIII partió de Madrid en dirección a Cartagena, donde debía embarcarse en el barco que le conduciría al exilio, conduciendo él mismo a gran velocidad por las carreteras de la época su flamante Duesenberg Model J, uno de los automóviles más elegantes y potentes de aquellos años.