Quienes han analizado el conjunto de pinturas apuntan a la evocación apocalíptica del mundo que imperaba en el año 1000
flecha. A seiscientos metros en la misma dirección, se encuentran los lagares y la prensa rupestre de Zabala. El placer de viajar surge también al descubrir la cultura, la historia y las costumbres de otros lugares. El viajero que así diseña su itinerario encuentra en la basílica de San María de Arcos de Tricio un motivo de celebración. Es el monumento más antiguo de La Rioja, ya que, desde su origen hasta la actualidad, ha permanecido cumpliendo funciones religiosas de forma ininterrumpida.
Nada más dar un paso en el interior de la ermita, desde el perfecto verde de la gran explanada que la rodea, el visitante descubre un universo arquitectónico presentado bajo el concepto “abierto por obras”. La particularidad de Santa María de Arcos radica en su construcción con materiales procedentes de la antigua ciudad romana de Tritium Megallum –Tricio la Grande-, que reunía bajo un mismo municipio el actual pueblo y otras localidades.
De un solo vistazo, la basílica permite observar reminiscencias paleorromanas, románicas y barrocas. Materiales de unas épocas reutilizados para dar continuidad a la vida de una ermita que, de alguna manera, relata la historia de una comarca. El paseo detenido por las naves del templo permite descubrir los enterramientos fechados en los siglos V y VI. Tumbas paleocristianas en sarcófagos romanos reutilizados que datan de los siglos I y II d.C. junto a enterramientos medievales.
Cuentan los vecinos de Tricio que la Virgen debe su nombre a los arcos que recorren las tres naves del templo. En la cabecera de la iglesia se conservan restos de las pinturas que decoraban la ermita, imágenes románicas de finales del siglo XII que fueron repintadas sobre las originales paleocristianas del siglo V. Las columnas con yeserías barrocas y el mosaico romano ubicado tras el altar entrelazan el viaje que la historia ha realizado entre los muros de Santa María de Arcos. Los restos de vasijas de cerámica conectan con los siglos I y II d.C., cuando Tricio destacaba en la Hispania romana como centro productor de la terra sigillata hispánica, un prestigioso tipo de cerámica. De la época, Tricio conserva medio centenar de aquellos hornos. Entonces ya, como ahora al viajero, el San Lorenzo que se mantiene callado en el horizonte acompañaba a alfareros y comerciantes en sus viajes. Porque el hombre es viajero por naturaleza, ávido de acumular experiencias y sensaciones, y gusta de conocer nuevos lugares y, si es en buena compañía, mejor que mejor.