Las organizaciones deportivas celebraron de protesta contra la instrumentalización del espíritu olímpico
entonces identificados ya con el nazismo y el autoritarismo.
De forma paralela, las organizaciones y partidos de izquierdas llevaban varios años –incluso desde antes de la Primera Guerra Mundial–, creando distintas federaciones deportivas de carácter obrero. Hasta entonces comunistas y socialistas habían percibido las olimpiadas y la práctica de deportes como actividades propias de la burguesía y la aristocracia, pero pronto se percataron de que la creación de federaciones gimnásticas y deportivas, y la celebración de encuentros y competiciones entre deportistas constituían una vía perfecta para reforzar la cohesión entre los diferentes movimientos obreros. Así, varios países vieron surgir la aparición de organizaciones como la Internacional Deportiva Roja o la Unión Deportiva Internacional del Trabajo, vinculados con movimientos comunistas y socialistas respectivamente.
En 1935, con Berlín designada ya como sede olímpica para el año siguiente y convertida por Hitler en elemento de propaganda, las organizaciones deportivas de izquierdas plantearon la necesidad de celebrar eventos de protesta unos atletas en las Olimpiadas de Berlín; la capital de Alemania engalanada de esvásticas con motivo de los juegos; y fotografía de otros juegos populares celebrados en Praga en 1921. contra aquella instrumentalización fascista del espíritu olímpico, que debía ser un canto a la libertad, la igualdad y la paz entre los pueblos. La Internacional Deportiva Roja creó para tal fin el Comité Internacional para la Defensa de la Idea Olímpica, que en España tuvo su reflejo en el Comité Español de Defensa del Espíritu Olímpico. En Francia se creó la Federation Sportive de Gauche (Federación Deportiva de Izquierdas) y en Estados Unidos el Comittee on Fair Play in Sports (Comité para el Juego Limpio en los Deportes). Al mismo tiempo, y en consonancia con el panorama político de Frentes Populares que recorría toda Europa, las distintas organizaciones deportivas de izquierda, hasta entonces enfrentadas en bloques comunistas y socialistas, decidieron aunar fuerzas para mostrar su oposición a lo que denominaban “olimpiada hitlerista”.
La idea de celebrar eventos en toda Europa a modo de protesta fue haciéndose cada vez más fuerte, y en España la Federación Cultural y Deportiva Obrera (FCDO) planeó la celebración de una manifestación deportiva de protesta en el verano de 1935. Por desgracia, la situación política no era entonces la más favorable en nuestro país, por lo que la organización decidió posponer el acto para un momento más propicio.
Arrancado ya el año 1936, y tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero, la situación parecía mucho más propicia. Surge entonces en Cataluña, y más concretamente en Barcelona, la idea de organizar una Olimpiada Popular en la ciudad a raíz de una iniciativa del