Palacio Real
La cita es en el Palacio Real de Madrid. La exposición De Caravaggio a Bernini. Obras maestras del Seicento italiano en las colecciones reales, una de las más potentes de este año cultural, nos deleita hasta el 16 de octubre del presente curso con el esplendor del arte italiano del siglo XVII. Una convocatoria indispensable.
El Seicento fue uno de los períodos más fructíferos para el arte italiano, como testimonian las pinturas y esculturas que articulan esta muestra, patrocinada por Fundación Banco Santander y comisariada por Gonzalo Redín, que podrá verse en las Salas de Exposiciones Temporales del Palacio Real de Madrid hasta el próximo 16 de octubre. Gracias a los trabajos de restauración, las obras se exhiben en un inmejorable estado de conservación. Es Arte con mayúsculas y si consideramos, además, que cerca de la mitad de las obras se muestran al público español por primera vez, el goce se acrecienta.
A principios del siglo XVII recaló en Roma un grupo de artistas alentado por el viaje de Annibale Carracci para estudiar la pintura antigua y la del maestro Rafael. Las principales figuras del Seicento italiano se dieron cita entonces: Caravaggio, Bernini, Guercino…, pero también los españoles Diego Velázquez o José de Ribera. De este último se expone, por ejemplo, Jacob y el rebaño de Labán, un tema extraído del Génesis en el que las manchas de las ovejas se vinculan con el debate sobre la limpieza de sangre en la España de los siglos XVI y XVII. La escuela napolitana ocupa un lugar preeminente. Las estancias de Caravaggio en Nápoles y la vasta producción de José de Ribera, Il Spagnoletto, son algunos de sus pilares, apuntalados por los dos siglos de gobierno español sobre este territorio.
¿Y qué hay del otro nombre propio que figura en el título de la muestra? De Bernini se expone un Cristo Crucificado, de mediados del siglo XVII, que Felipe IV encargó a este genio del Barroco para presidir las estancias del Panteón de los Reyes del Monasterio de El Escorial.
Y hay más esculturas, muchas más: Sagrada Familia, de Giovanni Battista
Pentesilea, de von Erlach, el Altar de León I: Encuentro entre Atila y el papa León I Magno, de Ferrara y da Cortona, o el impresionante Tabernáculo de Montini.
A su vez, el Barroco pictórico se sublima con una docena de obras de gran formato, como La vocación de San Andrés y San Pedro, de Barocci, o La conversión de Saulo, de Guido Reni. La primera fue un regalo del duque Della Rovere a Felipe II, en tanto que el segundo lienzo representa el momento en que Saulo queda deslumbrado por una luz que le advierte de la persecución contra los cristianos.