González Mata no entendía nada. El coronel se lo explicó: él había demostrado ser un buen franquista y ahora se le pedía que lo acreditara
el asunto era el coronel Irureta Goyena, el único hombre, ante la ausencia de García Valiño, que conocía todas las actividades secretas que había llevado en Marruecos.
Le recibió con suma amabilidad y le anunció que su huida era el tema de conversación en todas las cantinas militares. Desconocía lo que había pasado, no se había enterado de su detención y estaba tan sorprendido como él. Estaba claro que el sustituto de García Valiño al frente del protectorado había ordenado su detención sin comentárselo a él ni a nadie de su equipo.
El coronel se tomó un tiempo para enterarse de lo que había sucedido y luego escuchó el pormenorizado relato del espía González Mata. Después le explicó los detalles, el nuevo Alto Comisario había emprendido una operación de limpieza contra todos los agentes que habían actuado en el pasado contra Francia y que, por lo tanto, eran una molestia la nueva política para Marruecos de Franco. La firma del espía estaba en la entrega de armas realizada unos meses antes a los nacionalistas, algo de lo que ahora el jefe del Estado renegaba.
González Mata no entendía nada. El coronel se lo explicó: él había demostrado ser un buen franquista y ahora se le pedía que lo acreditara. Franco necesitaba alejarse públicamente de todos los que habían tejido su política anterior en el país y le pedía que regresara a la prisión de Krimda y siguiera con la farsa de la limpieza en marcha.
González Mata temió por su vida, el coronel le tranquilizó, y le convenció tras firmarle un salvoconducto de su puño y letra para que regresara a la cárcel por orden expresa suya. Nadie acabaría con su vida. No le quedaba otra alternativa y obedeció. Camino de regreso a Krimda fue detenido y llevado a la prisión donde el salvoconducto del coronel hizo que el personal de la Legión limitara con él sus ganas de venganza. Estuvo así hasta 1957…