Historia de Iberia Vieja

Cuando “el tato” dejó de venir

RESULTA QUE POR ESTOS LARES HAY GENTE MÁS FEA QUE PICIO, PEINADOS PROPIOS DE LOS TIEMPOS DE MARINACAST­AÑA Y FIESTAS EN LAS QUE NO APARECE NI SIQUIERA EL MISMÍSIMO TATO. PERO COMO SEGURO QUE NO HAN TENIDO EL GUSTO – O DISGUSTO– DE CONOCER AL BUENO DE PICIO

- Sobre estas líneas,

PARA SOLUCIONAR ESTA INMENSA LAGUNA EXISTENCIA­L, tenemos el enorme honor de presentarl­es al bueno de Picio, que, por cierto, de bueno parece que tenía poco. Al menos de cara a la justicia. Porque este individuo, natural de Granada y de profesión zapatero había sido condenado a muerte. Pero Picio fue indultado, lo que parece que no esperaba. Y tal fue su sorpresa que al enterarse de que iba a seguir vivo se le cayó el pelo, las pestañas, las cejas, y se llenó el rostro de protuberan­cias. O así lo recoge la leyenda de este tipo tan antiestéti­co.

Utiliza el lenguaje popular una expresión para referirse a lo ocurrido en una época de la que apenas se tiene recuerdo. Ya saben, las cosas propias de los tiempos de Maricastañ­a. ¿Pero quién fue la mujer que da nombra a tan remoto tiempo? El sacerdote e historiado­r Manuel Risco hacía referencia a quien la historia tiene como inspirador­a de tal expresión en su estudio La España sagrada (1798): “(…) Se halla también un instrument­o de reconocimi­ento y satisfacci­ón dado en 18 de junio de 1386 en el qual María Castaño, mujer de Martin Cego, Gonzalo Cego, y Alfonso Cego, confiesan haber hecho muchas injurias à la Iglesia de Lugo y haber matado à Francisco Fernández, mayordomo del Obispo”. Ese personaje habría dado origen a nuestra protagonis­ta. La María original lideró a finales del siglo XIV a un grupo de plebeyos que se sublevó contra el poder eclesiásti­co y feudal en Lugo, específica­mente por los impuestos abusivos que se cobraba a la población. Junto a su marido y dos cuñados asesinaron a Francisco Fernández, mayordomo del sujeto principal del ataque de los insurrecto­s, el obispo de Lugo, Pedro López de Aguiar. Hace de eso mucho, mucho tiempo.

Más próximo a nosotros es un personaje cuya simple ausencia en un evento significa su fracaso. Porque cuando se dice que “no ha venido ni el tato”, la decepción es una evidencia. Y es que ese” tato” debió de ser en su época el verdadero alma de la fiesta. Hasta tal punto quería estar en todos sitios que, cuando le amputaron una pierna, esta permaneció expuesta, en formol, claro, en una tienda del centro de Madrid.

Aquella pierna había pertenecid­o a uno de los toreros más célebres de la segunda mitad del siglo XIX, Antonio Sánchez García. Por todos conocido como “el tato”. Nacido en Sevilla en 1831, con poco más de veinte años tomaba la alternativ­a en Madrid y al poco se convierte en uno de los matadores preferidos para los aficionado­s. Su enfrentami­ento con su paisano Antonio Carmona, “el gordito”, levantó la pasión de la afición. “El tato” se llevaba el favor del público en Madrid; “el gordito” en el resto de las plazas peninsular­es.

En su época de éxito, no había cartel en las plazas en el que no estuviera Antonio Sánchez. Ni evento de alta alcurnia debía dejar de tenerlo entre sus invitados. Porque, en el fondo, cuando ni “el tato” se dignaba a asistir, el festejo en cuestión estaba llamado al fracaso, nadie acudía a él.

Pero la suerte y la omnipresen­cia del tato comenzó a torcerse un día de 1869.

TAL FUE LA SORPRESA DE PICIO AL ENTERARSE DE QUE IBA A SEGUIR VIVO QUE SE LE CAYERON EL PELO, LAS PESTAÑAS Y LAS CEJAS, Y EL ROSTRO SE LE LLENÓ DE TODO TIPO DE BULTOS

Peregrino, un astado de la ganadería Vicente Martínez, fue el culpable. El 7 de junio se celebraba en Madrid una corrida por todo lo alto, con el mismísimo presidente Juan Prim presidiénd­ola. Cuando “el tato” entraba a matar, Peregrino le corneaba una pierna. Pasados los días, el miembro se le gangrenó. No había nada que hacer. Los médicos se vieron obligados a amputársel­a. Multitud de seguidores se agolparon en las puertas de su casa madrileña, para apoyar a su ídolo. La carrera de Antonio Sánchez se había acabado. O no.

Porque el Tato se negaba a ser olvidado. Dos años después de la cogida, con una pierna ortopédica, Antonio Sánchez volvía a ponerse delante de los toros en Badajoz. Y después en Valencia. Y en Sevilla. El resultado fue frustrante. Era incapaz de torear, de tomar ventaja frente al toro. “El tato” se retiraba entre lágrimas, impotente. Antes, para dejar muestra de su ubicuidad y de la idolatría que despertaba su figura, su pierna amputada había quedado expuesta, conservada en formol, en una tienda de la calle Desengaño de Madrid. La desgracia, en este caso un incendio, también acabó con ella.

ANTES, COMO MUESTRA DE SU UBICUIDAD Y DE LA IDOLATRÍA QUE DESPERTABA LA FIGURA DEL TATO, SU PIERNA AMPUTADA HABÍA QUEDADO EXPUESTA EN UNA TIENDA DE MADRID

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JAVIER MARTÍN
 ??  ?? retrato del torero Antonio Sánchez, “el tato”, uno de los personajes más conocidos de la segunda mitad del siglo XIX en España.
retrato del torero Antonio Sánchez, “el tato”, uno de los personajes más conocidos de la segunda mitad del siglo XIX en España.

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