El espía de las mil y ninguna caras
La historia del agente doble que apoyó a Marruecos para ganar a Francia
Nombres falsos. Profesiones falsas. Documentos falsos. Todo fue falso. Él mismo lo escribió en este documento que ves aquí. Fue una vida de película, pero con mal final. Luis González Mata fue uno de los espías más activos del general Franco. En los años 50 cumplió la orden de armar y apoyar a los nacionalistas marroquíes en contra del protectorado francés. Fue a la cárcel por ello. Allá arriba iban a lo suyo.
Mata era a principios de los años 50 del pasado siglo un soldado de la Legión que había despertado la atención del servicio secreto por sus cualidades para el espionaje y por tener las narices necesarias, si hacía falta, para delatar a los superiores que se saltaban la ley. Esto le granjeó terminar en la escuela de los espías y encontrarse metido, sin comerlo ni beberlo, en una profunda conspiración, sin controlar su destino, como un valioso peón en manos del servicio secreto militar de Franco.
En 1953, tras algunas misiones de éxito de escasa relevancia, fue destinado al Tetuán español, donde le encargaron un trabajo que inicialmente le pareció divertido, pero que estaría a punto de costarle la vida.
Marruecos era ese año un protectorado francés y español con un líder claro, Mohamed ben Yussef, más conocido en el futuro como Mohamed V –abuelo del actual monarca–, que en 1950 había pedido ya la independencia. El nacionalismo marroquí se había extendido por las principales localidades, consiguiendo que en 1952 el tema aterrizara en la ONU. Francia no estaba dispuesta a desprenderse de su posesión africana y en agosto de 1953, con González Mata ya en el país, decidieron acabar con la creciente sublevación quitándose de en medio al candidato al trono. Enviaron al sultán a Madagascar y colocaron a uno de sus peleles en su puesto, Mohamed Ben Aarafa. El simple hecho de su imposición por parte de los ocupadores llevó a un pésimo recibimiento por parte del pueblo, que se lo tomó fatal y le consideró un usurpador.
En estas circunstancias políticas, Franco decidió actuar utilizando al teniente general Rafael García Valiño, el Alto Comisario del Protectorado Español de Marruecos y uno de los militares que durante la Guerra Civil había demostrado su valía y lealtad. La estrategia parecía muy simple: los marroquíes iban a pelear por su independencia contra los franceses y si la conseguían no debían expulsar a España. Para ello, era imprescindible que estuvieran agradecidos a los españoles, por lo que para ganárselos deberían ayudarles en su guerra contra los franceses. Franco había decidido apoyar a los grupos rebeldes que se habían levantado en armas defendiendo el regreso de Mohamed V y la independencia. Pero no lo podía hacer de una forma abierta; necesitaba que sus servicios secretos materializaran ese apoyo que debía ser visible para los nacionalistas locales e invisible para los galos.
Franco decidió apoyar a los grupos rebeldes que se habían levantado en armas defendiendo el regreso de Mohamed V y la independencia
EL DESPRESTIGIO DE FRANCIA
La batalla silenciosa exigiría financiar y armar a los rebeldes, pero también llevar a cabo una guerra psicológica que creara en la opinión pública marroquí la idea de que los franceses eran muy malos y la solución a sus problemas era el regreso del exilio de Mohamed V.
Lo primero que hicieron en agosto de 1954 fue apoyar la creación de un Comité Pro Regreso de Mohamed ben Yussef, en el que se incluyeron a todos los grupos opositores, entre los que destacaba el poderoso grupo Istiqlal. Al mismo tiempo, la prensa española recibió indicaciones de la dictadura para que publicara artículos en contra de la política francesa en el norte de África y a favor de los movimientos de resistencia marroquíes. Algo que resultaba curioso: la España colonial atacando a la Francia colonial.
González Mata estaba destinado en Alcazarquivir, donde mantenía relaciones con el responsable local del ELM, en cuya organización había infiltrado a tres de sus hombres para controlar sus actividades. Además, inició una campaña de atentados en diversas localidades en las que sus agentes se hacían pasar
Uno de sus confidentes le informó que le habían contratado para participar en el asesinato de un opositor
por franceses y cometían todo tipo de tropelías y atentados con el objetivo de que la población se sintiera molesta y aumentara el sentimiento anti galo. Al mismo tiempo, ofrecieron protección en territorio español a los rebeldes argelinos con la intención de que pudieran aumentar sus ataques contra los intereses franceses en su país y así garantizarse que no trasladaran soldados desde Argelia a Marruecos porque estaban ocupados con sus propios rebeldes.
VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE
La penetración de los hombres de González Mata entre los simpatizantes franceses fue una labor de mucho éxito. Eso le permitía mantener relación con los bajos fondos del espionaje francés, que al igual que ellos, hacían una guerra subterránea a favor de sus intereses.
De madrugada, mientras dormía plácidamente en un hotel, irrumpieron en su habitación cinco legionarios
En una ocasión, uno de sus confidentes le informó que le habían contratado para participar en el asesinato de Allal al-Fasi, uno de los principales dirigentes del opositor Istiqlal. González Mata se lo comunicó al teniente general García Valiño, con la intención de trenzar un plan para evitarlo.
Espía joven, todavía poco experto, la orden que recibió le sorprendió: debía permitir que los franceses ejecutaran su plan y su infiltrado, en el último momento, solo en el último momento, debía evitar el asesinato. Así lo hicieron, la bomba explotó tarde y se salvó, consiguiendo el aprecio de un asustado Allal al-Fasi. Otro éxito para añadir a la campaña de levantamiento del pueblo marroquí contra los franceses ocupadores.
Los espías galos no tardaron en darse cuenta de la campaña de desprestigio español y comenzaron a responder con la misma estrategia. Una de ellas fue ofrecer dinero a los soldados españoles a cambio de que desertaran. Pero su acción no paraba ahí: también ofrecieron dinero en los bajos fondos a todo aquel que asesinara a esos desertores. Quien a hierro mata, a hierro muere. Si los españoles torpedeaban sus relaciones con los marroquíes en su territorio, ellos hacían lo mismo en territorio español.
El Gobierno francés terminó dándose cuenta de que el enfrentamiento en su protectorado con los nacionalistas no podía terminar bien y prefirió cambiar de estrategia. En 1955 la visualizaron permitiendo que Mohamed ben Yusef regresara al país y volviera a ser su sultán. A partir de ahí, comenzaron a negociar pacientemente lo que sería una independencia de Marruecos sin que ellos soltaran las amarras del todo.
González Mata, a las órdenes del teniente general García Valiño, el hombre de confianza de Franco, siguieron en un primer momento llevando a cabo el plan de apoyo a la resistencia. En marzo de 1956, se reunieron en Sevilla con algunos de los principales actores del conflicto. Entre ellos estaban Allal el-Fassi, y Mehdi Ben Barka, del poderoso Istiqlal. Oficialmente era una reunión diplomática para preparar una futura visita del sultán a España, pero en realidad se dedicaron a hablar sobre los detalles de la ayuda militar que necesitaba su ejército clandestino contra los franceses. Llegaron al acuerdo de suministrarles fusiles Mauser, Cetmes y granadas suficientes para más de 6.000 soldados.
ARMAS PARA EL ENEMIGO
El armamento estaba en el parque de artillería de Ceuta, lugar desde el cual había que trasladar las armas hasta cerca de la frontera con Marruecos, donde los rebeldes las recibirían. Según reconoció el propio González Mata, García Valiño firmó la orden de envío y él como responsable del convoy que iba a transportar el armamento firmó la orden de expedición, algo que burocráticamente tenía que hacer por muy agente clandestino que fuera, pero de lo que estaría arrepintiéndose mucho tiempo.
Unos meses después, se asentó el control francés sobre la situación en su protectorado y Franco se dio cuenta de que su estrategia de boicot ya no tenía sentido. Debía adoptar una postura más conciliadora, incluso cínica, para intentar preservar los intereses españoles en la zona. Decidió aparecer como el bueno de la película, el que nunca ha roto un plato. Fueron otros, intentó dejar claro a los franceses, los que les habían estado
Un soldado de los que vigilaban a los presos le informó de que algunos compañeros habían decidido matarle invitándole a escapar
fastidiando los años anteriores sin su consentimiento.
Con este objetivo sacrificó a su apreciado García Valiño, que siempre le había sido tan fiel, y desmembró el equipo que le había ayudado en su guerra subterránea contra los franceses. De la noche a la mañana, el espía González Mata se quedó sin el amparo de la Legión, cuerpo al que pertenecía, y se convirtió en un simple civil, aunque dirigiendo todavía los restos de la red de espionaje que había montado. Creía que ese era el final de una misión tan apasionante, pero le esperaba lo peor y más sorprendente.
En enero de 1957, de madrugada, mientras dormía plácidamente en un hotel de Alcazarquivir, irrumpieron en su habitación cinco legionarios. De malas maneras, con recelos por si intentaba desenfundar su arma como si fuera un villano cualquiera, le informaron de que estaba arrestado y debía acompañarles. Atónito, les preguntó qué había hecho él para merecer eso, pero se negaron a responderle y se lo llevaron a la prisión de Larache, donde le encerraron en una celda.
De ahí le trasladaron a una peor, en el cuartel de la Legión en Krimda, donde le pusieron en el pelotón de castigo en las peores condiciones que había padecido en su vida. Nadie le informó de lo que había hecho para merecer ese trato. Algo muy grave debían haber contado a los legionarios, porque pronto descubrió que su vida corría peligro.
Unos días después de su encierro, se enteró de que le acusaban de traición, el peor de los delitos que se podía cometer en el protectorado y que llevaba a que muchos se tomaran la justicia por su mano. Se quedó alucinado: no solo no había traicionado a España, sino que había cumplido fielmente las órdenes que le llegaban del mismísimo Franco.
Una noche se le acercó un teniente en plan amigo. Le contó que él y unos cuantos más estaban indignados por el hecho de que le hubieran detenido, por lo que le habían preparado un plan de fuga. Respiró aliviado pensando que al fin alguien se apiadaba de la injusticia que se estaba cometiendo con él.
FUGA FALLIDA
Pero el asunto no estuvo tan claro cuando un soldado de los que vigilaban a los presos le informó de que algunos compañeros habían decidido matarle invitándole a escapar. Que si eso pasaba no se fiara, que él le ayudaría a escapar, pero de verdad.
Dos planes de fuga, solo uno cierto. González Mata se inclinó por creer al soldado, que nada tenía que ganar, y aceptó su propuesta de fuga. A la noche siguiente, siguió sus indicaciones y consiguió escapar, mientras el centinela –el soldado amigo– disparaba su arma en sentido contrario al del que le había indicado que utilizara en su huida.
Robó un coche y, con mucha suerte, al día siguiente llegó a Ceuta, sabiendo que era el hombre más buscado por las tropas españolas. Su última posibilidad de aclarar