LA CIA REVELA LA VERDAD... SOBRE EL REY
El anuncio del 2 de agosto de que Juan Carlos presidiría la reunión del Consejo de Ministros español del 9 de agosto sugiere que Franco necesita más tiempo para recuperarse. El New York Times cita un comentario en relación a que Juan Carlos está mostrando algo de poder al convocar el Consejo de Ministros. La Embajada, sin embargo, duda de que el Príncipe ejerza ningún tipo de poder real. Subraya que el lugar de la reunión será en el palacio de Franco en lugar de en el palacio del Príncipe, cosa que lo sitúa a la sombra del dictador. También señala que varias de las leyes promulgadas en nombre de Juan Carlos fueron, de hecho, borradores que habían sido firmados bajo el nombre de Franco.
El Rey Juan Carlos continúa siendo un factor clave en la estabilidad de las instituciones políticas democráticas de España. Durante la transición democrática de 1975-1978 se le llamó “el motor del cambio”, el hombre cuya influencia en la sombra aseguró la disolución pacífica del sistema franquista y la creación de instituciones representativas. Los poderes legales del Rey fueron considerablemente reducidos por la constitución democrática de 1978. Posee las prerrogativas de la mayoría de los monarcas constitucionalistas: la autoridad de sancionar y promulgar leyes, convocar y disolver el parlamento, y proponer o retirar su confianza en el Presidente.
Desde que los socialistas asumieron el poder en 1982, la función de tranquilizar a los militares del Rey ha declinado, irónicamente, en importancia. A pesar de la reticencia de los altos mandos militares ante un gobierno de izquierdas, lo cierto es que han empezando a mostrar un gran respeto hacia el presidente Felipe González. Sus duras medidas antiterroristas, sus continuas alabanzas públicas hacia la policía y las fuerzas armadas, y la estrecha atención a las necesidades profesionales y aspiraciones de los militares han sido bien recibidas en los cuarteles. Todo ello deja la función del Rey más que nada como un monarca constitucional “normal”, preocupado principalmente por los deberes ceremoniales y por mantenerse imparcial en las disputas políticas.
Juan Carlos también es, y esto es muy importante, capitán general de las fuerzas armadas. Este privilegio le otorga una gran influencia. Muchos oficiales veteranos consideran que su máximo deber es con España y la Corona, no la Constitución ni la cabeza de gobierno. El Rey mantiene con frecuencia estrechos contactos con los máximos líderes militares y está en sintonía con sus preocupaciones. A menudo actúa como un pararrayos frente al descontento militar en materia de terrorismo y declive del debido respecto hacia los símbolos patrióticos, evitando que el cuerpo militar interfiera en política. Cuando esta táctica no ha funcionado —como sucedió durante el intento de golpe de Estado del 23-F en 1981— el Rey no ha dudado en ejercer públicamente su prestigio y autoridad, llamando al orden a los militares y asociando explícitamente la Corona con la preservación de la democracia.
Bajo nuestro punto de vista el Rey ejerce cierta influencia sobre el parecer del Presidente del Gobierno. Se reúne semanalmente con González y se sabe que departen largo y tendido sobre importantes asuntos en materia de gobierno.