Historia de Iberia Vieja

Los 10 mandamient­os… Fernando de Rojas

El padre de la Celestina

- A.F.D.

EN LA PUEBLA DE MONTALBÁN (Toledo) hay un museo que lleva el nombre de La Celestina. Allí, en esa población, con su caracterís­tica plaza mayor y su enhiesta torre del siglo XVII, nació el bachiller Fernando de Rojas (c. 1470 - 1541), autor de La Celestina o de la mayor parte de ella.

De Fernando de Rojas sabemos poco, pero sí que estudió Derecho en la universida­d de esa ciudad, que era converso y que falleció en Talavera de la Reina, Toledo, en 1541. Poco antes de morir, dejó testamento y en él legó los libros de Derecho a su hijo, también abogado, y los de literatura profana a su esposa. Fue enterrado en el convento de la Madre de Dios de Talavera de la Reina, ciudad que hoy guarda sus restos en la Colegiata de Santa María la Mayor. Según él mismo confesó –¡quién sabe si para confundir aún más a los exegetas del futuro!–, De Rojas se limitó a proseguir, a partir del primer acto, una obra que circulaba de mano en mano por ahí. El tiempo hizo que el texto, que un principio se llamó Comedia de Calisto y Melibea y más tarde Tragicomed­ia de Calisto y Melibea, adoptara el nombre de su personaje más memorable, una alcahueta que difiere de la Trotaconve­ntos del Libro de Buen Amor en su avaricia y su hedonismo. La Celestina es una obra de teatro, la obra de teatro más importante de la literatura española, si bien su representa­ción íntegra llevaría tanto tiempo, que los distintos montajes se han visto obligados a meter la tijera. Si no fuera por El Quijote, se izaría como la vela mayor en el navío de las letras españolas. Se escribió entre los siglos XV y XVI, y, consciente­mente o no, participa de las sensibilid­ades de ambos. La obra narra los amores de dos jóvenes, el caprichoso Calisto, de humores petrarquis­tas, y la vehemente Melibea, a la que aquel descubre por azar en su huerto salmantino, mientras persigue un halcón que se le ha escapado. ¿Qué hace que La Celestina sea un clásico y su lectura se recomiende en todos los estudios literarios? El valor de sus diálogos y la riqueza de sus personajes, claro, pero, sobre todo, la visión privilegia­da de la nueva sociedad renacentis­ta, que profesa el individual­ismo, el deleite aquí en la tierra, así como una filosofía alejada del teocentris­mo medieval: Melibea es la única diosa a la que Calisto adora y en la que Calisto cree./

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