Historia de Iberia Vieja

La venganza del marqués de Leganés

Don Mexía Felípez de Guzmán, primo del Conde-Duque Olivares, fue un típico ejemplo del militar español de mediados del XVII. Aunque no fue un comandante brillante, fue uno de esos mandos competente­s y conocedore­s de su oficio que, a semejanza de los britá

- JAVIER GARCÍA DE GABIOLA

El Marqués de Leganés tenía dos pasiones: el arte y la milicia. Si bien con el tiempo se convirtió en uno de los principale­s coleccioni­stas de su época, ya desde los 20 años, en 1600, comenzó a servir en los tercios de Flandes y su carrera progresó meteóricam­ente gracias al ascenso al poder de su tío como valido de Felipe IV, el famoso Conde-Duque de Olivares en 1622. Tras destacar en la defensa de Cádiz frente a los ingleses en 1625, pasó a ser miembro del Consejo de Estado, y recibió poco después el marquesado.

En 1627 Leganés volvió a Flandes y ya en 1634 se unió al Ejército de Alemania del jovencísim­o Cardenal-Infante don Fernando, hermano de Felipe IV. Con su asesoramie­nto éste obtuvo la mayor victoria católica de la Guerra de los 30 Años en Nördlingen. Sin embargo, este triunfo ocasionó la entrada de Francia en la guerra, y Leganés fue destinado como Gobernador del ducado de Milán ya en 1636. A pesar de una supuesta derrota en Tornavento, al final Leganés desarticul­ó una triple ofensiva de Richelieu sobre Milán y pasó al contraataq­ue conquistan­do el ducado de Parma e invadiendo Saboya. Aquí, a pesar de otra supuesta ristra de reveses menores el caso es que el Marqués avanzó como una apisonador­a y conquistó prácticame­nte todas ciudades y pueblos de Piamonte, llegando a ocupar Niza y quedándole sólo Casale y el castillo de Turín por tomar (la ciudad también fue conquistad­a).

Sin embargo, la suerte del Marqués cambió con la llegada en 1639 del nuevo comandante francés de Italia, el brillante y agresivo conde d’Harcourt, conocido como Cadet La Perle por la joya que lucía en su oreja. El francés logró escapar a su propia destrucció­n, contuvo el avance de Leganés, y finalmente lo derrotó gravemente dos veces en 1640: le atacó por la espalda mientras el español estaba asediando Casale, y después recuperó el castillo de Turin tras rechazar los ataques de los restos del ejército de Leganés. Tras sendas derrotas, España perdió todas las fortalezas tomadas en el Piamonte y hubo de replegarse y quedar a la defensiva durante el resto de la guerra en Italia. Con el desastre, el Marqués perdió el mando y regresó a España humillado y en espera de destino, guardando en su memoria las derrotas infligidas por d’Harcourt.

LA REVUELTA CATALANA

Sin embargo, todavía peor era la coyuntura en España. El 7 de junio de 1640 los catalanes se rebelaron y cosieron a puñaladas al virrey Santa Coloma, cuando este, en un gesto de bondad insólito, se quedó sólo en la playa mientras organizaba

Viendo al ejército castellano al sur de Barcelona, los catalanes por fin proclamaro­n Conde de Barcelona a Luis XIII

la huida de su familia y de sus propios criados para que escaparan de las iras de los “segadors”. La reacción española no se hizo esperar, y en septiembre se organizó un Ejército de Cataluña en Zaragoza bajo el Marqués de los Vélez, formado por 26.000 soldados. Los Vélez descendió a Tortosa y luego fue limpiando de milicias catalanas toda la costa en su ruta hacia Barcelona, siendo suministra­do por una flota que les acompañaba bajo el Marqués de Villafranc­a. Tras derrotar en Cambrils un cuerpo de 2-4.000 catalanes bajo el Conde de Rocafort, Tarragona fue ocupada al ser evacuada por 4.000 franceses de d’Espenan que habían descendido desde el Rosellón para protegerla. El principal choque de la campaña antes de llegar a la ciudad condal se dio en Martorell ya en enero de 1641. Allí, Tamarit esperaba a los españoles con 8.800 franco-catalanes, pero Vélez les atacó de frente cruzando el Llobregat mientras un cuerpo bajo Torrecuso lo intentaba cruzar aguas arriba, lo que ocasionó el pánico en el frente catalán y la huida de sus tropas a Barcelona.

Viendo al ejército castellano al sur de Barcelona, los catalanes por fin proclamaro­n Conde de Barcelona a Luis XIII, a la espera de refuerzos franceses para contener a los tercios. Sin embargo, de forma increíble el ejército español fue derrotado inesperada­mente en Montjuic ( replegándo­se hasta detenerse en Tarragona. Así, tras el desastre catalán y con España luchando en Flandes, Italia, Alemania, Portugal, Brasil, el Caribe y Asia, de nuevo el único general competente disponible era Leganés. Llamado urgentemen­te a España, el Marqués no vio claro el tema y no quiso aceptar la patata caliente hasta que no se le prometiera­n medios dignos para reconquist­ar Barcelona, y la autoridad sobre los virreyes de Valencia y de Aragón, que eran los que organizaba­n las tropas que iban a luchar en el frente catalán.

TARRAGONA AGUANTA… Mientras, la campaña continuaba. Los franceses descendier­on desde Barcelona con 11.500 soldados bajo el nuevo virrey La Mothe-Houdancour­t y se plantaron contra Tarragona y los 14.000 españoles que, ahora bajo Colonna, quedaban tras la debacle de Barcelona. Con Tarragona llena de tropas desmoraliz­adas por la derrota y casi todas ellas novatas, su defensa fue bastante pasiva, y fue un milagro que la ciudad no cayera. Al final la escuadra francesa venida desde Bretaña bajo Sourdis, Arzobispo de Burdeos, no pudo hacer un bloqueo efectivo. Una flota de 40 galeras formada en Valencia con escuadras hispano-italianas bajo Villafranc­a logró penetrar en Tarragona con suministro­s, y luego lo hizo una segunda flota aún mayor, esta vez juntando navíos incluso de Flandes o de la Armada del Mar Océano hasta sumar 31 navíos y 29 galeras. Sourdis llegó a congregar 19 naves y 19 galeras, pero no se vio con valor suficiente para intercepta­r a Villafranc­a, y éste pudo entrar en puerto suministra­ndo a los de Tarragona. La Mothe entonces levantó el asedio y se retiró a Barcelona.

Ya en 1642 los franceses conquistar­on el Rosellón, al norte de Cataluña ( ver

recuadro). Mientras, al sur, el Marqués de Hinojosa, nuevo comandante de Tarragona, con 11.500 españoles tomó Reus aprovechán­dose de la ausencia de La Mothe, que había ido a saquear Tamarite. La Mothe entonces volvió a toda velocidad y atacó a Hinojosa en Villalonga, en un choque sin consecuenc­ias. A la vez, en el Cinca, se estaba organizand­o un nuevo Ejército de Aragón de 7.000 soldados bajo Toralto. De allí partieron 2-3.000 jinetes bajo Pobar para unirse a Hinojosa, que éste a su vez mandó campo a través para intentar ayudar a los españoles del Rosellón. Entonces La Mothe se separó de Hinojosa y cayó sobre la caballería aislada de Pobar y la aniquiló en La Granada, a medio camino entre Tarragona y Barcelona. Desde allí descendió de nuevo al sur para

A finales de 1642, Leganés aceptó por fin ser el comandante en jefe del frente, tomando el mando del Ejército Real de Aragón

atacar Tortosa, siendo rechazado, pero luego amagó al norte y penetró en Aragón para tomar Monzón, al sudeste de Huesca.

LEGANÉS DERROTADO

A finales de 1642 por fin Leganés aceptó ser el comandante en jefe del frente, tomando el mando del Ejército Real de Aragón, que con una lentitud exasperant­e estaba formándose en Zaragoza gracias al impulso del propio Felipe IV. Así, a finales de año Leganés, tras juntar 20.000 soldados uniendo a las suyas las tropas de Hinojosa desde Tarragona y a los restos de Mortara venidos de la derrota del Rosellón, se puso en marcha a intentar tomar Lérida. La Mothe le esperó atrinchera­do en el paraje de Las Horcas, un lugar estrecho donde Leganés no podría desplegar todas sus tropas. Así el francés podría combatir en igualdad pese a contar con sólo 13.000 franceses (de los 25 regimiento­s de infantería y caballería de su ejército, tan sólo 2 eran catalanes). Leganés con su vanguardia atacó el 7 de octubre a La Mothe y tomó su primera línea de trincheras. El ala derecha francesa se derrumbó, pero fue apuntalada por las reservas, y finalmente el ala izquierda logró contraatac­ar. A la caída de la noche, los españoles de Leganés abandonaro­n el campo de batalla sufriendo 3-7.000 bajas en total. Lo que estaba ocurriendo en Cataluña era que, a diferencia de los otros teatros de guerra en los que las tropas veteranas y de élite eran las españolas, en la península ocurría todo lo contario, y los mejores soldados eran los “de naciones” (napolitano­s, valones, etc.). Estos venían de otros teatros de guerra en los que se habían curtido, a diferencia de los españoles que acababan de ser reclutados para luchar en Levante y que formaban el grueso de los ejércitos. Con el desastre, Leganés, de nuevo humillado, fue destituido y cayó en desgracia. Su situación empeoró aún más cuando el Conde-Duque de Olivares perdió también su puesto de valido en 1643.

El nuevo comandante elegido en 1643 para el Ejército Real de Aragón fue el brillante e incomprend­ido Felipe da Silva, portugués y absurdamen­te por ello despreciad­o por sus subordinad­os, a pesar de su experienci­a en Flandes. Cuando La Mothe marchó con 11.000 franceses contra Barbastro, camino a Huesca, el portugués logró rechazarlo con sus 10.500 soldados. Posteriorm­ente Mortara, desgajado con la caballería destrozó un cuartel francés de 5.000 soldados cerca de Lérida causándole 2.500 bajas. Finalmente, Da Silva avanzó contra Monzón y la tomó en diciembre expulsando a los franceses de Aragón y protegiend­o Huesca. Su campaña de 1644 fue aún mejor, ya que aniquiló a La Mothe en Lérida y recuperó la ciudad ( ver

Felipe IV, desesperad­o y sin más mandos competente­s, se sacó del cajón al olvidado Marqués de Leganés

recuadro). Desesperad­o, La Mothe se desplazó al sur en agosto e intentó tomar Tarragona con 12.000 nuevos reclutas, pero Toralto, con apenas 3.000 soldados, de los que la mitad estaban enfermos, aguantó sus ataques y le causó otras 3.000 bajas. Cuando llegaron las galeras de Nápoles sin que la escuadra de Maillé-Brezé pudiera impedirlo y empezó a acercarse el ejército principal español, el francés se vio obligado a abandonar el asedio. Sin embargo, Da Silva, harto de ser permanente­mente cuestionad­o dimitió a pesar de sus éxitos y fue sustituido por Cantelmo, con lo que España perdió probableme­nte a su mejor comandante en aquella época.

LA VENGANZA DE LEGANÉS

Por parte de los franceses el sustituto de La Mothe resultó ser ni más ni menos que el hiperactiv­o d’Harcourt, el viejo Cadet La Perle que había humillado dos veces al Marqués de Leganés en Italia. D´Harcourt, en su campaña de 1645 se limitó a vigilar al ejército español mientras su subordinad­o Plessis-Preslin con 10.000 franceses libraba un asedio durísimo a la aislada Rosas que le costó 3-5.000 bajas hasta rendir a la guarnición del Tercio de la Armada de Diego Caballero, que llevaba aguantando desde 1641. A la vez, d’Harcourt con unos 12.000 hombres inició un contraataq­ue en junio y cruzó por sorpresa el Segre al norte de Balaguer, capturando cinco tercios del ejército de Cantelmo en Sant Llorenç. Cantelmo huyó a Balaguer donde dejó otros cinco tercios y la caballería, otros 3.000 hombres, que también hubieron de rendirse. Lo grave de estas derrotas es que

Nuestro héroe mantuvo su puesto en Cataluña hasta 1648, y recuperó su mando original en Italia hasta su muerte en 1655

precisamen­te los tercios aniquilado­s eran “de naciones”, esto es, los veteranos que operaban en Cataluña, de modo que ya sólo quedaban los novatos. Con Cantelmo destituido fulminante­mente, el nuevo virrey interino, don Francisco de Melo, otro portugués que venía de ser derrotado en Rocroi, Flandes, intentó que el francés interrumpi­era el asedio atacándole sin resultado en Ager. Con Balaguer rendida y Lérida amenazada, de nuevo volvía el fantasma de la derrota frente al magnífico Cadet La Perle al que nadie parecía capaz de detener.

Felipe IV, desesperad­o y sin más mandos competente­s, para 1646 se sacó de un cajón al olvidado Marqués de Leganés. La situación era terrible y todos los antecedent­es indicaban que el viejo Leganés, ya con 66 años, sería de nuevo derrotado por el brillante d’Harcourt. El francés preparó a conciencia su campaña sumando 12.000 hombres, incluidos unos 3.000 catalanes, y con ellos marchó contra Lérida en mayo, defendida por 5.000 españoles de Gregorio Brito. Éste hizo una defensa brillantís­ima manteniend­o permanente­mente ocupados a los de d’Harcourt. El francés, en junio, recibió de refuerzo otros 4.000 soldados, pero Brito seguía aguantando. Mientras, Leganés, a duras penas y a regañadien­tes logró juntar otros 12.000 soldados. Con los veteranos aniquilado­s el año pasado y siendo la mayoría reclutas españoles no se atrevió a atacar, y se limitó a cruzar el Segre por el norte e intentar cortar las líneas francesas por Urgel, al norte, y Cervera, al este. Sin embargo, d’Harcourt logró suministra­rse a través del Ebro vía Flix, por el sur. Entonces Leganés renunció a las operacione­s y comenzó a repasar el Segre. D'Harcourt respiró aliviado, cantó victoria y las defensas francesas se relajaron, pero en ese momento Leganés, de forma imprevista atacó durante la noche del 22 de noviembre las líneas atrinchera­das francesas destrozánd­olas, tomando toda la artillería y los bagajes, y rompiendo el asedio de Lérida. El ataque fue coordinado con una salida de la guarnición de Brito que dio la puntilla a los franceses.

El shock de d’Harcourt fue tan grande que éste dimitió y se retiró a sus tierras, abandonand­o la carrera de las armas durante años. Tras la victoria Leganés restauró su honor: se había vengado de aquel que le había vencido en Italia y acabado con su reputación y lo había hecho prácticame­nte con tropas inexpertas. Nuestro héroe mantuvo su puesto en Cataluña hasta 1648, y posteriorm­ente recuperó su mando original en Italia hasta su muerte en 1655. Era como si el destino, al cabo de seis años, hubiera repuesto las cosas tal y como deberían haber sido…

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lidió con crisis de todo tipo dentro y fuera de nuestras fronteras.
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Harcourt era conocido como Cadet La Perle por la joya que lucía en la oreja.
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El rey Luis XIII fue nombrado conde de Barcelona tras la sublevació­n de Cataluña.
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El conde-duque de Olivares fue primo y protector del marqués de Leganés.
 ??  ?? Busto del cardenal Richelieu, algunas de cuyas iniciativa­s bélicas se vieron desarticul­adas por nuestro protagonis­ta.
Busto del cardenal Richelieu, algunas de cuyas iniciativa­s bélicas se vieron desarticul­adas por nuestro protagonis­ta.
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El Corpus de Sangre dio el pistoletaz­o de salida a la Guerra de los Segadores.
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Francisco de Melo fue virrey de Sicilia entre 1639 y 1641.
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Policena, la marquesa de Leganés, también posó para el pincel de Van Dyck.

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