Historia de Iberia Vieja

Clint Eastwood

en España

- FRANCISCO REYERO

Su contrataci­ón se formaliza a pocos días del rodaje en Italia y España. A comienzos de marzo, la Dirección General de Cinematogr­afía emite un informe en el que ya figura como intérprete. El 13 de marzo de 1964, Fotogramas confirma la presencia del actor americano: “Nuevo candidato y novísimo astro para El magnífico extranjero, perdón Ray, el magnífico (la película arrastra distintos títulos provisiona­les): Clint Eastwood,

Es uno de los grandes del cine y hasta hay quien lo considera el último clásico vivo. Clint Eastwood dio el salto desde los seriales televisivo­s del oeste a la dirección de un sinfín de obras maestras, y en esa evolución su maestro Sergio Leone tuvo mucho que ver. A sus órdenes, Clint rodó varios de sus grandes éxitos. Un fascinante libro de Francisco Reyero,

Eastwood. Desde que mi nombre me defiende (Fundación José Manuel Lara, 2017), sigue los pasos del california­no en nuestro país y nos revela todo lo que el genio aprendió aquí. Por cortesía de la editorial, reproducim­os algunos fragmentos de esta obra.

otro astro que debe incipiente fama al serial de TV”.

El 3 de abril, Jorge Fiestas escribe en la revista: “Conozcan la efigie y buena planta ( made in USA) de Clint Eastwood, exjugador de basketball e instructor de natación, tiene 31 años (realmente cuando llega tiene 33), nació en San Francisco y lleva ocho casado con una linda rubia llamada Maggie Eastwood. Posee un Austin Haley, ha grabado un disco que bate récords, Unkown girl, y debe su

enorme popularida­d a Rawhide. Aquí, como allí, causará impacto en la hinchada femenina”. Según Jorge Fiestas, Bonanza y Rawhide formaban junto a Perry Mason el terceto de seriales de más larga duración en América.

Fotogramas también incluía una informació­n desfavorab­le: “A Italia marcha Margarita Lozano, aunque bastante avergonzad­a, según ha declarado, para trabajar en una película –un western con coproducci­ón con España–. Por lo visto, Margarita, que dicho sea en honor a la verdad es una gran actriz, considera

bastante lamentable que haya aceptado trabajar incluso en una del Oeste”.

Eastwood contaba que al dejar Hollywood camino de España muchos de sus amigos le advirtiero­n de que si lo hacía por no poder encontrar los papeles adecuados en Hollywood, sería como el beso de la muerte.

LA CARITA DE HIJO DE PUTA

A comienzos de abril, Il Giornale dello Spettacolo informa sobre su plan de trabajo, que se inicia en los Estudios Elios de Roma. La primera secuencia es la tortura de su personaje a manos de los Rojo. Unos días después se desplaza al Salone Caves para filmar la fabricació­n del escudo que se coloca, a modo de armadura secreta, debajo del poncho. La actriz, Marianne Koch, recuerda una historia difundida con distintas versiones a lo largo de los años: “Leone era muy italiano contando y recontando y decía que al ver a Clint tuvo la misma impresión que Miguel Ángel ante un bloque de mármol cualquiera: lo importante es que él sabía que David estaba dentro”. Apenas lo conocía por Rawhide y por un álbum de fotografía­s proporcion­ado por la agencia William Morris. Para evitar quedar decepciona­do, el director aplicó una máxima que también había empleado con Gian Maria Volonté: “Como actor está

plagado de defectos. Pero casi todos son aprovechab­les. Le vienen muy bien”.

Franco Giraldi, el responsabl­e de la segunda unidad y su amigo, acota con más precisión la impresión del director: “Leone me decía: ‘Cuando vi su carita de hijo de puta, supe que era el idóneo para el papel’”. Tonino delli Colli, el célebre director de fotografía, vivió la transforma­ción de Eastwood: “¡A éste lo cambio yo! ¡Ya verás cómo lo cambio! Él y Carlo Simi empezaron a decirle: ‘déjate un poco de barba, ponte sombrero, masca un cigarrillo...’”.

La relación director-actor estuvo basada en la gesticulac­ión, en la intuición, en las miradas. Ambos desconocía­n el idioma del otro. Entre ellos mediaba Elena Dressler, una polaca políglota que había aprendido los giros americanos de los soldados estadounid­enses que llegaron durante la Segunda Guerra Mundial. Julio Sempere, el ayudante de dirección, sostiene que ambos entendían bastante bien el español, aunque el actor apenas chapurreab­a unas palabras. Con el paso de los días, primero, y de los años, después, perfeccion­aron una coiné con expresione­s comunes, manoteos y gestos.

fue el encargado de atender los pormenores del rodaje y de realizar pagos en España: “Fui a recoger a Clint en Barajas. Yo tenía 20 años, trabajaba en Ocean Films, la productora creada por Jaime Comas Gil y por un abogado famoso llamado Álvaro Núñez Maturana (luego al cargo de la acusación particular contra Jarabo). Él se presentó sin ningún crédito. Era un desconocid­o actor de televisión, cuando la televisión no tenía el aura del cine. (...). Yo lo recibí en el aeropuerto y lo trasladé hasta el apartament­o que le habíamos alquilado en la Torre de Madrid. (...). Le pagué la primera semana de dietas. Recuerdo perfectame­nte la cantidad, 2.100 pesetas por semana. 300 al día y el apartament­o, que sólo disfrutaba él. El resto del reparto estaba en hoteles más modestos o en pensiones. Era un equipo italiano y español. No había un solo actor angloparla­nte, salvó él. Y no se relacionó con nadie. Era un tío solitario, muy en su papel. Era un actor con un físico fantástico, muy como lo quería Leone. Si la película se la hubiera hecho Charles Bronson o alguno de los otros nombres que sonaron, hubiera sido otra. Eastwood es determinan­te en la película, frío, hierático, con el poncho, el cigarro. Con franqueza, no sé hasta qué punto es algo que quería Leone o que Eastwood ayudó a que fuera así. Después de aquel rodaje, sólo volví a verlo una vez más. Fue muchos años después. Estábamos nominados para los Oscar con Belle époque (1994). El presidente de Sony ofreció una fiesta en su casa de Beverly Hills. Había muchos famosos y entre ellos estaba Eastwood. Me acerqué a él, me presenté y le conté que yo había ido a recogerlo al aeropuerto cuando fue a rodar por primera vez a España. Le relaté algunos recuerdos. Él simuló que se acordaba. Realmente, creo que no se acordaba de nada, pero se mostró muy gentil. Desde ese momento nos acompañó y fue cordial. Y como si fuera uno más del grupo, demostró cariño y afecto”.

Antonio Recoder y David Niven Jr. eran los representa­ntes españoles de William Morris, la agencia hollywoodi­ense de Eastwood. Recoder, abogado catalán, operaba desde una pequeña oficina en la calle Blanca de Navarra. La agencia había vivido una época de esplendor con los grandes rodajes de la United Artists y el Imperio de Samuel Bronston, que propició una remesa de contratos y estrellas que vinieron a rodar. En la caída de aquel imperio, Recoder se había adaptado a las nuevas coproducci­ones. (...). Los rodajes españoles habían pasado de John Wayne, Rita Hayworth, Alec Guiness, Charlton Heston o James Mason a promesas y secundario­s.

TRABAJANDO SOBRE LA MARCHA

Preparando la película, Leone se topó con Carlo Simi en la oficina romana de la productora. Había estudiado arquitectu­ra y la ejercía, pero su vocación era el cine desde que su padre, Aldo Simi, trabajó

para Carlo Roncoroni. Este, tras un viaje a Hollywood, impulsó la Cinecittà mussolinia­na. (...).

Leone contrató a Simi, convertido instantáne­amente en el responsabl­e de “figurines y vestuario”. Pero el escenógraf­o y miembros destacados del equipo técnico se encargaban de otras películas a la vez. De hecho, Jolly, la productora italiana, financiaba el rodaje simultáneo de Las pistolas no discuten, otro spaghetti western. El proyecto, al que le concedían más importanci­a, compartía la espina dorsal de su equipo. Los responsabl­es de la música (Morricone, americaniz­ado como Dan Savio), de la fotografía (Massimo Dallamano, como Jack Dalmas) y de la dirección artística (Carlo Simi, como Charles Simons) trabajaban en ambos títulos.

CLINT EASTWOOD EN MANOS DE JORGE FIESTAS

El malagueño Jorge Fiestas, con su punto de rey o de reina del que hablaba Adolfo Marsillach, era una mezcla de informador, confidente, cinéfilo y comadre. Había trabado especial relación con Ava Gardner, estrella salvaje, apóstata de Hollywood, que devoraba y despilfarr­aba la vida en las ventas y las tascas de Madrid. Fiestas acabó reinando en Oliver, el club de la farándula (de la farándula y de la policía que venía a dar las buenas madrugadas) nacional. Fue abierto a partir de 1965, con cava-sótano, pianista, decoración confortabl­e y actores desmadrado­s. El periodista, conocido por sus informacio­nes en Fotogramas, fue contratado como jefe de promoción de Ocean, la productora de Por un puñado de dólares y otros títulos. Esa posición le permitió acceder a actores o anticipar planes y rodajes. Él publicó la primera entrevista de Eastwood en España, aparecida el 24 de abril en la revista cinematogr­áfica de la familia Nadal.

LA GEOGRAFÍA IBÉRICA DE LEONE

Con aires de gourmet estrafalar­io, Leone llegó a conocer la sierra de Madrid y pliegues de Andalucía. A Carlo Simi y a Carlo Leva, del departamen­to artístico, les había encomendad­o la misión de zapadores ibéricos: “Hubo localizaci­ones –confirman Elisabetta y Giuditta Simi, esposa e hija del escenógraf­o italiano– que fueron encontrada­s por el director, como el cortijo El Sotillo, a cinco minutos de San José, en Almería. Otras fueron halladas por el director y el escenógraf­o. Y otras por el escenógraf­o en solitario. Pero mi padre siempre tenía que someterlas a la considerac­ión del director”.

Los italianos encontraro­n iglesias huérfanas, conventos siameses a las misiones americanas y aljibes donde el blanco de la cal caía como las hojas de los árboles. Era la generosa oferta histórica de un país azotado por el tiempo. La inmensidad de las vaguadas, el cielo carbonizad­o, el espejo terroso de los caminos, los colores trigueños y los aparceros mudos.

Al ver por primera vez la película en un estreno europeo, un crítico de Variety, Hawk, escribió: “Los valores visuales son impactante­s. El paisaje español y los interiores de los estudios italianos están combinados para lograr un efecto verosímil del sur del Oeste que debería engañar a todos…”.

Eastwood, como Variety, se sorprendió de la simetría entre los exteriores españoles y norteameri­canos. Pero más aún del son laboral. Acostumbra­do al ritmo de producción de Los Ángeles, los primeros días conoce “el estilo mediterrán­eo”. En lugar del fugaz lunch, Leone propone un almuerzo con abundante pasta y vino tinto. En vez de media o una hora de pausa, la comida se prolonga durante dos o más horas. Para el actor, ponerse a la tarea con el estómago lleno era predispone­rse para filmar a cámara lenta.

Eastwood se sorprendió de la simetría entre los exteriores españoles y norteameri­canos. Pero más aún del ritmo laboral

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Sobre estas líneas, Clint Eastwood con su poncho de spaghetti western, uno de los iconos del cine del siglo XX. Abajo, con su mentor Sergio Leone. En el centro de la página, el desierto deTabernas, Almería, un decorado reconverti­do en parque temático.
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Eastwood. Desde que mi nombre me defiende FRANCISCO REYERO FUNDACIÓN JOSÉ MANUEL LARA. SEVILLA (2017). 264 PÁGS. + 8 LÁMINAS. 20,00 €.
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La futura estrella entre la actriz Marianne Koch, que sostiene a Nino del Arco, y Daniel Martín en un cortijo almeriense durante el rodaje de Por un puñado de dólares.
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En 1987 el rey Juan Carlos visitó Carmel, Carliforni­a, y posó... con su alcalde.

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