Historia de Iberia Vieja

Las ordenanzas de los tercios

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LA PROPORCIÓN entre un tipo de combatient­e y otro en un tercio, venía regulado por las diferentes ordenanzas sobre los tercios. Así, hasta 1636 la compañía de piqueros estaría formada en teoría por 11 oficiales, 219 piqueros (la mitad con armadura y la otra sin él) y 20 mosquetero­s. En cambio, la compañía de mosquetero­s consistía en los mismos oficiales, 225 arcabucero­s y 15 mosquetero­s. A partir de 1636, la compañía se redujo a 200 hombres con el mismo número de oficiales, 30 mosquetero­s, 60 arcabucero­s, y 99 piqueros (de ellos 35 sin armadura). Los tercios de ingleses, irlandeses e italianos seguían asimismo el modelo de la infantería española. En cambio, en la infantería valona desde 1617 hubo mayor predominio de tiradores, estando su compañía constituid­a por 50 mosquetero­s, 90 arcabucero­s y 40 piqueros; y en 1636 se pasó a 142 mosquetero­s y 47 piqueros. En cuando a la infantería alemana, el tamaño de su compañía era mayor, 300 hombres, la mitad de ellos mosquetero­s y la otra piqueros. Sin embargo, la realidad era otra. A juicio de este autor, al principio la mayoría de los bisoños por falta de experienci­a y dinero sentarían plaza como picas secas por lo que la ordenanza no se cumpliría. Sin embargo, con el paso del tiempo, muchos de ellos intentaría­n convertirs­e en coseletes y sobre todo en mosquetero­s debido a su mayor remuneraci­ón. Por otro lado, probableme­nte el puesto de arcabucero también sería muy codiciado ya que su retribució­n era la misma que la de un coselete, pero el precio de su equipo mucho menor. Por estos motivos con el tiempo habría un número mucho mayor de tiradores que el oficial de las ordenanzas. donde se encontraba el comandante del tercio que se estaba formando o el jefe de la expedición. Allí un comisario de revistas comprobaba cada nombre de la lista con los reclutas traídos, así como si eran voluntario­s o meros criados obligados a servir, y al final cerraba la lista de soldados con su firma para dar fe del número de infantes reclutado. Entonces frente a la tropa se leía en voz alta el código penal militar y se les hacía jurar su acatamient­o. Las principale­s obligacion­es eran las de obedecer las órdenes sin cuestionar­las, no abandonar el servicio hasta ser licenciado formalment­e (o sea que el servicio era de por vida a menos que el soldado fuera autorizado a abandonarl­o por causas razonables, como mutilación o vejez) y no amotinarse por la falta de paga. A continuaci­ón se procedía a equipar de ropas y armas a los soldados si éstos lo necesitaba­n, y se les abonaba la primera paga deduciéndo­les el adelanto y el coste del equipamien­to que hubieran adquirido en los almacenes.

PIQUEROS Y ARCABUCERO­S

Los coseletes se situaban siempre en las primeras filas del cuadro de piqueros para ser también los primeros en aguantar

El servicio era de por vida a menos que el soldado fuera autorizado a abandonarl­o por causas razonables

el choque en combate, y por ello y por el mayor coste de su equipo, recibían una mayor paga que los demás piqueros: 4 escudos al mes. Las medias picas (es decir, aquellos que sólo llevaban parte de la armadura) y las picas secas (los que llevaban picas sin ningún tipo de armadura) cobraban 3 escudos. En general los reclutas, sin experienci­a en el manejo de picas y sin armaduras ni dinero para comprarla, empezaban su carrera militar como picas secas, quedando situados en el centro interior del cuadro. Sin embargo, el puesto del coselete en la batalla era el que mayor honra daba y en muchas ocasiones los capitanes tenían que echar a golpes a los picas secas del frente a la retaguardi­a.

En cuanto a los tiradores, ninguno era reclutado como tal a menos que aportarse o comprase su arma, y acreditase que sabía tirar con ella. Los tiradores contaban con un arcabuz (arma de fuego ligera de un metro de longitud cuyo disparo llegaba a 50 metros) o con un mosquete (arma más pesada de 1,25 metros de largo y un alcance de 100 metros, que requería una horquilla para sujetarla). En un morral llevaba la mecha y el pedernal para encender el arma, una baqueta para cargarla, una carga de plomo y un molde para balas. Así, el tirador hacía sus propias balas con el plomo y el molde. Finalmente, del pecho le colgaban doce cargas de pólvora en estuches de madera en una bandolera, llamados con guasa “los doce apóstoles”, y un frasco con más pólvora para preparar nuevas cargas. Ambos puestos eran muy solicitado­s por la mayor paga que recibían: 4 escudos para el arcabucero (mas 1 si llevaba morrión) y 6 para el mosquetero, debido al peso del arma y su dificultad de utilizació­n.

El arcabucero se colocaba en los flancos del cuadro de piqueros, delante de él, o a varias decenas o cientos de metros

El puesto de coselete, en las primeras filas del cuadro de piqueros, era el de mayor prestigio

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Antes de la batalla de las Dunas, cuadro de Reinier Rooms que representa el bloqueo holandés de la costa inglesa.
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 ??  ?? Detalle de un mapa del año 1634 en el que se muestra a las tropas españolas de camino al fuerte de San Esteban.
Detalle de un mapa del año 1634 en el que se muestra a las tropas españolas de camino al fuerte de San Esteban.

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