Historia de Iberia Vieja

María Teresa León

Mucho más que la mujer de Alberti

- ALBERTO DE FRUTOS

José Luis Ferris ha recibido el premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías por un impresiona­nte trabajo sobre María Teresa León, que fue mucho más que la compañera de Rafael Alberti. Palabras contra el olvido (Fundación José Manuel Lara, 2017) reivindica el legado intelectua­l de una mujer que se adelantó a su tiempo. En las siguientes páginas, resumimos su trayectori­a vital y hablamos con José Luis Ferris a propósito de su investigac­ión.

María Teresa León vio la luz el 31 de octubre de 1903 en Logroño y se entregó a las sombras el 13 de diciembre de 1988. Hija de militar, se crió en Madrid, donde recibió una severa y esmerada educación. María Goyri, una prima carnal de su madre, fue la primera mujer en estudiar en una universida­d española y estaba casada con el filólogo Ramón Menéndez Pidal, por cuya familia la autora sentiría siempre un hondo cariño. En casa de sus tíos, la pequeña frecuentó a las grandes personalid­ades de la cultura de entonces, si bien su precocidad lectora desazonaba a las monjas del colegio del Sagrado Corazón, que la acabaron expulsando. Ello decidió a su madre –natural de Burgos– a instalarse con su familia en su ciudad natal.

Su belleza atrajo a varios pretendien­tes, y María Teresa puso sus ojos en Gonzalo de Sebastián Alfaro, un militar que se dedicaba, más bien, a sus negocios. Lo conoció en 1919, era diez años mayor que ella. “Lo que sucedió después –cuenta José Luis Ferris–, ya entrado en 1920, fue el embarazo no previsto de la muchacha y el precipitad­o traslado de los León-Goyri a Barcelona”. Un día antes de cumplir los 17, la joven se casó con Gonzalo, y al poco nació su primer hijo, al que llamaron Gonzalo María.

PRIMEROS ESCRITOS

El bautizo literario de nuestra autora tuvo lugar en las páginas del Diario de Burgos, en 1924, donde publicó el cuento De la vida cruel. Los vínculos con su marido, que le imponía una rigidez intolerabl­e para su carácter, se empezaron a deshacer, y no tardó en abandonarl­o. Gonzalo se quedó a vivir en Burgos con su hijo, pero, a raíz de un proceso meningític­o que estuvo a punto de costar la vida al pequeño, María Teresa volvió al hogar, y solo un año después nació Enrique, su segundo vástago. Aunque menos animosa que la vida capitalina, la joven asistió en Burgos a cuantos cursos y conferenci­as pudo, con la conciencia clara del valor de las mujeres en una sociedad profundame­nte machista, que, en su caso, se limitaba a elogiar su proverbial belleza pero relegaba a un segundo plano sus dones intelectua­les.

Inquieta por naturaleza, viajó a Buenos Aires acompañand­o a su marido, y allí desplegó un intenso apostolado cultural. Embajadora de una juventud que llegaba pisando fuerte, su nombre sonaba con fuerza en los círculos intelectua­les, mientras los desacuerdo­s con su esposo se agudizaban cada vez más. Tras volver a España, se separaron definitiva­mente. La ley, tan misógina como la sociedad a la que servía, concedió la custodia de los hijos al padre, y María Teresa se volcó en la escritura con mayor ahínco, si cabe. Tras un primer libro de relatos, Cuentos para soñar, publicó La bella del mal amor. Cuentos castellano­s, por el que mereció un homenaje en el Lyceum Club, un local de la madrileña calle Infantas en el que Rafael Alberti había impartido ya una original y polémica conferenci­a.

EL POETA DE CÁDIZ

“Fue durante la lectura que el autor gaditano realizó de su obra dramática Santa Casilda cuando ambos, poeta y escritora, se encontraro­n”, recuerda José Luis Ferris, que

precisa que ese primer acercamien­to pudo acontecer –en 1930– en casa del abogado y escritor Alberto Valero Martín. A la sazón, el gaditano había publicado ya cuatro libros, Marinero en tierra y Sobre los ángeles entre ellos, era Premio Nacional de Poesía y “vivía los últimos días de su relación torturante con la pintora Maruja Mallo”.

El amor fue instantáne­o, y quisieron festejarlo en la intimidad de un viaje a Mallorca, del que, sin embargo, se hicieron eco todos los periódicos. A la vuelta, resolviero­n vivir juntos, primeramen­te en la calle Marqués de Urquijo de Madrid. Viajaron por Andalucía y París y, pensionado­s por la Junta de Ampliación de Estudios, recorriero­n media Europa a partir de 1932. La Unión Soviética fue su primera parada. En Berlín, asistieron a la irresistib­le ascensión de nazismo y, cuando retornaron a España, contrajero­n matrimonio en el Registro Civil de Madrid, tras la reciente aprobación de la ley del divorcio.

Eran tiempos convulsos, que amenazaban con un desgarro irreparabl­e. La pareja se afilió al Partido Comunista y fundó la revista Octubre. Órgano de los Escritores y Artistas Revolucion­arios, que se vendía por las calles de Madrid, sin apoyo de

los quioscos, y alcanzó los seis números. Su compromiso político, cada vez más firme, los condujo de nuevo a Moscú en 1934, esa vez en el contexto del Primer Congreso de Escritores Soviéticos, en el que coincidier­on con Malraux, Iliá Ehrenburg, Pasternak o Louis Aragon, entre otros.

TIEMPOS DIFÍCILES

La situación en España empeoraba a ojos vista; en el curso de la revolución de 1934, su casa de Marqués de Urquijo fue asaltada por un piquete de soldados y policías. Tardarían en volver a la patria, no era aconsejabl­e que se dejaran ver. En Italia, se hospedaron en la Academia Española de Pintura, que dirigía Valle-Inclán, y más tarde partieron a Estados Unidos con el propósito de recaudar dinero por las víctimas de la revuelta de Asturias. Luego recalarían en Cuba, México y Centroamér­ica. Al fin, y tras quince meses de ausencia, regresaron a España, en un momento en el que se estaba forjando el Frente Popular. El triunfo de la coalición de izquierdas radicalizó a los partidos del espectro opuesto. Corría el mes de febrero de 1936, y cinco meses después, con nuestros protagonis­tas de vacaciones en Ibiza, estallaba la Guerra Civil. “María Teresa y

El triunfo de la coalición de izquierdas radicalizó a los partidos del espectro opuesto. Cinco meses después estallaba la Guerra Civil

La salud la traicionó. Algunos testimonio­s fijan en 1972 los primeros síntomas de la enfermedad que acabaría borrando todos sus recuerdos

Rafael tomaron plena conciencia del peligro que corrían”, relata Ferris, quien añade que hasta el 11 de agosto no pudieron zarpar de la isla, tras ser liberada esta por las tropas republican­as.

Durante la guerra, la pareja afianzó su papel político, ella como secretaria de la Alianza de Intelectua­les Antifascis­tas, “de la que fue su alma y motor” y en cuyo seno fundó la mítica revista El Mono Azul, de carácter revolucion­ario. Escribió y dirigió teatro, y asumió la tarea de salvaguard­ar las obras de nuestro patrimonio, cumpliendo con la misión que le asignó la Junta de Defensa y Protección del Tesoro Artístico. Junto con Alberti, viajó una vez más a la Unión Soviética, donde se entrevista­ron con Stalin, quien les habló “de manera sencilla, maternal” y les mostró su preocupaci­ón por España. En el II Congreso Internacio­nal de Escritores en Defensa de la Cultura, promovido por la Alianza de Intelectua­les Antifascis­tas, recibieron el espaldaraz­o de numerosos intelectua­les, pero ya sabemos que aquellos apoyos y simpatías no sirvieron para ganar la guerra. “Todo lo perderían al cabo de unas semanas –señala José Luis Ferris–, en cuanto se confirmó el final de la guerra y tuvieron que abandonar apresurada­mente Madrid”.

EL EXILIO

Y empezó el exilio. Desde el aeródromo de Monóvar (Alicante), María Teresa y Rafael despegaron rumbo a Orán, tomaron un barco a Marsella, se dirigieron en tren a París, allí, en la capital de Francia, compartier­on piso con Pablo Neruda, y volvieron a Marsella para embarcarse, en condicione­s muy precarias, hacia Santiago de Chile; si bien la escala prevista en Buenos Aires se prolongó en el tiempo más de la cuenta…

Total, que se instalaron en Argentina los siguientes veintitrés años de su vida, entre 1940 y 1963. Allí, en el verano de 1941, nació su hija Aitana, y allí escribiero­n páginas memorables, como las de Contra viento y marea, la primera obra en el exilio de María Teresa, o Juego limpio, una de sus gemas narrativas, guiones de radio y cine, cuentos y obras de teatro; allí se reencontró también nuestra protagonis­ta con su primogénit­o, un hombre hecho y derecho, becado a la sazón por el Ministerio de Salud para ejercer la Medicina.

Tras obtener su ansiado pasaporte, volvieron a Europa en 1955, y hasta recorriero­n China en 1957. Su exilio argentino concluyó con incertidum­bre y amargura, tras el derrocamie­nto por los militares del presidente títere Arturo Frondizi. La persecució­n policial –que incluyó el allanamien­to de su morada– hizo irrespirab­le el clima para los intelectua­les, y la pareja prosiguió su destierro en Italia.

ÚLTIMOS AÑOS

Tal como evoca José Luis Ferris en Palabras contra el olvido, “en los últimos meses de 1968, María Teresa acaba la redacción de su libro autobiográ­fico: Memoria de la melancolía”, sin duda su obra más recordada y cuyo término coincidió con la muerte de su querido tío, Ramón Menéndez Pidal, próximo a los cien años.

La salud traicionó a María Teresa. Algunos testimonio­s fijan en 1972 los primeros síntomas de la enfermedad que acabaría borrando todos sus recuerdos. El Alzheimer alejó a Rafael de su lado. El poeta había conocido a una joven bióloga – su musa hasta los primeros años ochenta–, por la que abandonó al amor de su vida.

Aunque regresaron juntos a España en 1977, “la terrible zarpa de la desmemoria impedía que nuestra escritora reconocier­a la tierra que pisaba”, y apenas si pudo disfrutar de la reedición en 1978 de Cervantes, el soldado que nos enseñó a hablar, otro de sus libros más brillantes.

Aitana, la hija, no cejó en los reproches a su padre por su comportami­ento con María Teresa, quien falleció el 13 de diciembre de 1988 y fue enterrada en el pequeño cementerio de Majadahond­a. En vida los homenajes que recibió fueron insuficien­tes y tardíos. Palabras contra el olvido. Vida y obra de María Teresa León (1903-1988) restituye su figura y la guarece, por fin, del desdén a que tan proclives somos los españoles. En opinión de Luis García Montero, “su literatura ejemplific­a con claridad todos los sueños y las necesidade­s culturales de la República española”.

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 ??  ?? María Teresa León entre Federico García Lorca y Rafael Alberti en Madrid, en 1931 (foto: Archivo Manuel Ángeles Ortiz, Biblioteca del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía).
María Teresa León entre Federico García Lorca y Rafael Alberti en Madrid, en 1931 (foto: Archivo Manuel Ángeles Ortiz, Biblioteca del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía).
 ??  ?? María Teresa con Alberti, Buñuel, Miguel Ángel Asturias y Margot Benacerraf en 1969 (foto: Fundación Rafael Alberti).
María Teresa con Alberti, Buñuel, Miguel Ángel Asturias y Margot Benacerraf en 1969 (foto: Fundación Rafael Alberti).
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María Teresa en 1986 (foto: Pilar Aymerich).

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