Los campos de concentración de niños
ES DIFÍCIL EXPLICAR el enorme organigrama que estaba detrás de los internamientos para niños durante el franquismo. Quizá salió sólo o quizá estaba todo medido, atado y bien atado, ya que se tomó como modelo para esta historia a la Alemania de los años de Hitler, en concreto la red Winterhilfswerk, porque se creía que su sistema de beneficencia –adoptado por Himmler– era el adecuado.
Por un lado estaban las sedes de verano de los colegios, a donde iban a parar aquellos niños que, o bien sacaban malas notas o bien no tenían dónde quedarse en las fechas estivales. Por otro lado, estaban los colegios en donde casi vivían toda su vida aquellos pequeños. También eran huérfanos o hijos de madres solteras o separadas a quienes por ese hecho –eran los tiempos en los que la moral se convirtió en Ley– ya se las consideraba inapropiadas para hacerse cargo de los menores.Y estaban los hospitales para tuberculosos, aunque no eran ni hospitales ni para tuberculosos. Fueron los llamados preventorios, que hoy se encuentran en ruinas como auténticos fantasmas de un pasado que jamás debió existir.Y, por último, estaban los psiquiátricos, transformados en aquellas fechas en campos de concentración a donde iban a parar pocos enfermos y sí muchas personas que sólo habían cometido el “error” de estar en el sitio inadecuado y en contra del sistema imperante.
Eulalia Arqué, superiora de la Casa de Caridad de Barcelona, dijo a sus internos: “¡Estáis en desgracia permanente y por esta razón habrá que coger el látigo para sacar vuestro demonio, que vive en vuestras oscuras almas con morbosa satisfacción. ¡Recordad que habéis llegado abandonados de todo y algunos en condición de maleantes, mendicantes y viciosos!”