Los Pactos de San Sebastián
LA DECISIÓN del rey Alfonso XIII de sustituir al frente del Gobierno y como ministro de Guerra a Miguel Primo de Rivera por el general Dámaso Berenguer fue un puñetazo en la esperanza republicana de que se produjera un cambio, una democratización en la España del año 1930. Un puñetazo que hizo comprender que era necesario reaccionar unidos y que exigía una respuesta conjunta en la que el señalado era el mismísimo rey. No podía haber democracia con un jefe de Estado no elegido por los españoles.Y en ese puñetazo de respuesta, buena parte del impulso necesario fue dado por Manuel Azaña. Entre los empeños originales de los republicanos se encuentra el de sumar a los partidos nacionalistas a su objetivo.Tras las conversaciones previas, y en un clima de efervescencia y búsqueda de cambio, el 17 de agosto, y en la sede de la Unión Republicana de San Sebastián, representantes de los diferentes movimientos y partidos políticos que abogaban por el cambio se dieron cita. En concreto, estuvieron representados el Partido Republicano Radical Socialista, Derecha Liberal Republicana, ORGA, Estat Català, Acció Republicana de Catalunya, Acció Catalana y, por supuesto, Acción Republicana, con Manuel Azaña y Alejandro Lerroux como representantes. Además, y a nivel particular, también participaron Indalecio Prieto, Eduardo Ortega y Gasset y Felipe Sánchez Román.
El encuentro sirvió para poner en común algunos puntos de conflicto y conseguir un acuerdo de mínimos con la intención de establecer una República. Los participantes determinaron la necesidad de apoyar las reivindicaciones autonomistas y estatutarias catalanas y dieron el primer paso para la creación del Comité ejecutivo de la Conjunción, que, bajo la presidencia de Miguel Maura y Niceto Alcalá Zamora, coordinaría el movimiento que tendría como fin instaurar la República.
Aún pasarían unos meses, pero en este Pacto de San Sebastián se engendrarían los mimbres que darían paso a la Segunda República apenas ocho meses después.