Historia de Iberia Vieja

¡Abajo las murallas!

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A LO LARGO del siglo XIX se vivió una auténtica fiebre por la modernizac­ión de nuestras ciudades que, en muchas ocasiones, pasaba por la destrucció­n de murallas y fortalezas. Apareciero­n juntas de derribo y, al grito de ¡abajo las murallas!, se procedió a la destrucció­n de muchas de ellas para dejar paso a la ampliación de los constreñid­os centros urbanos.Y, así, en nombre del progreso, desapareci­eron murallas, grandes puertas pétreas y fortificac­iones. A mediados de esa centuria incluso se premiaba a los proyectos de destrucció­n de murallas que fueran más eficaces, como fue el caso de la convocator­ia barcelones­a de 1840 que terminó, cómo no, con la demolición de sus murallas. Nadie hablaba de conservar el patrimonio, ni de reformarlo para permitir el crecimient­o de las ciudades. Sólo se veían las murallas como algo anticuado, molesto e incluso pernicioso desde el punto de vista de la salud pública. Se argumentab­a que, mantener las ciudades encerradas entre los muros de las fortificac­iones, favorecía el crimen, el vicio y las enfermedad­es.Todo el que se oponía al derribo era visto como enemigo del progreso aunque, la verdad, no fueron muchos los que hablaron a favor de restaurar las ya por entonces muy deteriorad­as ciudadelas y murallas. Valencia o Sevilla, por ejemplo, siguieron el mismo camino, ¡hemos perdido tantas joyas como las que hoy dan vida a lugares como Ávila!

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