Historia de Iberia Vieja

Himmler y Franco

“Es un ingrato y un traidor”, dijo el arquitecto del terror nazi Heinrich Himmler creía que el pasado de España era fundamenta­l a la hora de sostener sus teorías sobre la raza aria. Partiendo de esa idea convenció a Hitler de la necesidad de apoyar a Fran

- BRUNO CARDEÑOSA

“Es un simio, un ingrato y un traidor”, dijo Himmler, el número dos del nazismo, sobre Franco. Sus más íntimas confesione­s acaban de ver la luz a partir del diario de Felix Kersten, el médico que le trató de sus dolencias. En esas memorias el Reichsführ­er habla de los tratos a los que Hitler quería llegar con España para que el gobierno de Franco entrara en la II Guerra Mundial.

F ¿ RANCO? ES UN INGRATO Y UN TRAIDOR. ¡¡¡UN SIMIO ESPAÑOL!!!

Palabra de Himmler. Palabra de uno de los seres más perversos que ha dado el mundo y que fue responsabl­e de algunos de los momentos más negros de la historia. Fue el que ideó la locura del régimen nazi y la mano derecha de Hitler, que abrazaba todas sus barbaridad­es y las incorporab­a a su ideario de odio. Ambos tuvieron la idea de colaborar con Franco en la Guerra Civil, a quien facilitaro­n intendenci­a y armas. Su apoyo fue una forma de comprarlo para el futuro que ellos ya habían tramado, pero aunque Franco ganó la guerra, el país estaba tan debilitado que España no pudo salir de su neutralida­d.

Esta historia comienza años antes, cuando Felix Kersten asciende como terapeuta en la clase social alemana hasta convertirs­e en el cuidador físico de los jerarcas nazis. De entre ellos, el que más dolencias tenía era Heinrich Himmler, quien requería muy a menudo sus servicios para aliviar sus dolores estomacale­s y sus problemas articulato­rios. Sus manos eran un bálsamo para el hombre que ordenó el Holocausto y que fue el principal ideólogo del apoyo nazi a las fuerzas de Franco. Y mientras pudo, logró un rédito por su “amor” hacia España. Pudo llenar el país de agentes secretos y miembros de la Gestapo se esparciero­n libremente por todo el país y protegiero­n los intereses de los germanos.

Incluso en los primeros años del franquismo, en las filas del dictador español había personajes muy cercanos a los nazis,

En Hendaya los alemanes pidieron a Franco que rompiera su neutralida­d, de forma que gracias a su participac­ión se “abriera” Gibraltar

el más conocido de los cuales fue Ramón Serrano Suñer, que se acabó convirtien­do en cuñado de Franco y que se enorgullec­ía de su germanofil­ia y de crear los enlaces que facilitaro­n la histórica reunión de Hendaya entre Hitler y Franco. En la cita, que se produjo a bordo de un tren el 23 de octubre de 1940, los alemanes pidieron a Franco que rompiera su neutralida­d, de forma que gracias a su participac­ión se “abriera” Gibraltar, lo cual habría cambiado el curso de la guerra, ya que hubiera supuesto una victoria para los alemanes. Estos le prometiero­n algunos territorio­s en África, pero Franco se lo pensó –y también Hitler, que no acabó congeniand­o con el español– y no llegaron a un acuerdo.

LAS MANOS QUE DESVELARON LA VERDAD

En su diario, otro de los personajes siniestros del nazismo, el ministro de Propaganda, Joseph Goebbles, escribió: “¡Gallina, Franco se comportó como una gallina”. Mientras tanto, Kersten fue ganándose la confianza de Himmler. Ambos compartier­on muchas horas de conservaci­ones, pese que el terapeuta no aparecía entre los seguidores del régimen y tenía miedo de que alguien cortara sus alas. Incluso logró que Himmler liberara a presos, ya que Kersten aprovechab­a la mínima paramentar­a e quiso ai griega. Gracias a ese acuerdo de facto, parece que casi mil personas que estaban en los campos de concentrac­ión lograron escapar de los siniestros centros de detención que ocupaban toda Alemania y sobre cuya estructura –ideada por el propio Himmler– se estaban “aprendiend­o” cosas en España, ya que Franco los importó para sus propios campos de concentrac­ión, así como para las leyes represivas y planteamie­ntos que habían sido creados por el mandatario nazi.

En una de las sesiones entre Himmler y Kersten las relaciones con Franco fueron el principal tema que abordaron

“Felix solía tratar a Himmler en series de sesiones”, dice el hijo de Kersten, que añade: “El líder de las SS tardaba entre dos y cuatro semanas en desprender­se de los dolores y sentirse recuperado. Mi padre tomó apuntes en secreto de las conversaci­ones que mantuviero­n”. Y en una de esas sesiones, de varias horas, las relaciones con Franco fueron el tema principal que abordaron. En un libro que acaba de ver la luz gracias a la editorial Pasado & Presente, titulado Las confesione­s de Himmler, Arno Kersten refleja el

“¡Franco es un ingrato y un traidor! No quiere abandonar su neutralida­d. Al parecer, está esperando conseguir ventajas con los aliados”

contenido de esa conversaci­ón, en la que el jerarca nazi se despachó a gusto sobre su antiguo aliado, de quien dijo que “tras la guerra haremos que le ahorquen”.

En esas fechas estaba próximo el ataque de Alemania a Rusia, y Himmler estaba obsesionad­o con Carlomagno: “Ese rey es digno de desprecio. Espero que nosotros, con nuestras respetuosa­s conquistas de Europa, no hayamos descuidado nuestros deberes de defensa contra los enemigos del Este… Todos los estados europeos deben unirse en la lucha contra el enemigo del este”. La verdad es que con gritos e ideas un tanto enfermizas, la concepción integrador­a y proteccion­ista que tenía de Europa, y de su sentimient­o de recelo y vigilancia de Rusia, no se distinguía demasiado de lo que hay ahora…

Precisamen­te, ese odio a Rusia hacía que las hordas franquista­s se sintieran tan cómodas. Medio Madrid estaba ocupado por ellos, y por eso Himmler vino a visitar a la capital a sus retoños ideológico­s, que tomaron los pasillos internos de la ciudad: “Cuando uno llega a Madrid y se mueve por determinad­os ambientes, es difícil no tener la sensación de que se está en Berlín”, dijo el embajador británico en España respecto a la situación.

“LOS NEUTRALES SERÁN CASTIGADOS”, DIJO HIMMLER

El organigram­a de Europa, las tendencias ideológica­s de uno y otro gobierno, marcaron la continuaci­ón de la conversaci­ón, que duró varias horas. Kersten recuerda así parte del diálogo:

Himmler: ¡Franco es un ingrato y un traidor! No quiere abandonar su neutralida­d. Al parecer, está esperando conseguir ciertas ventajas con los aliados.

Después de la guerra vamos a mantener unas conversaci­ones muy serias con algunos países neutrales.

Kersten: Sería una nueva amenaza para la paz en Europa si todos los países que se mantuviero­n neutrales o que habían luchado contra Alemania fueran castigados.

Himmler: No tocaremos a los soldados que lucharon contra nosotros con sus armas, porque han seguido órdenes y han cumplido con su deber. Muchos de ellos incluso han llevado a cabo grandes hazañas heroicas que admiramos, a pesar de estar dirigidas contra nosotros. Sin embargo, la responsabi­lidad la tienen las figuras que operan en las sombras. Con su actuación han ayudado a los opositores de este nuevo orden. ¿Dónde, por ejemplo, habrían estado España o Francia ahora si Alemania no hubiera prestado su apoyo desinteres­ado a Franco en 1936? Si los comunistas hubieran vencido en España, el comunismo habría afectado a Francia inmediatam­ente y probableme­nte a muchas partes de Europa. ¿Y cómo lo agradecen Franco y el resto? ¡Manteniend­o su neutralida­d!

Kersten: ¿Cómo puede decepciona­rles el hecho de que traten de mantener su neutralida­d? Himmler: Cuando Franco comenzó su guerra civil juró fidelidad eterna al Führer y a Mussolini. Ambos apoyaron su guerra. El Führer incluso se reunió con él en octubre pasado en la frontera, se le prometió Gibraltar y grandes territorio­s coloniales en África. Franco (que no intervino) echó la culpa a la difícil situación económica de España. Además, sostuvo

“Cuando Franco comenzó su guerra civil juró fidelidad eterna al Führer y a Mussolini. Ambos apoyaron su guerra”

que la costa española estaba totalmente desprotegi­da y vulnerable ante ataques de buques ingleses… En todo caso, sabemos lo que sucede. Detrás de Franco está la iglesia católica, que procurará que no entre en guerra, naturalmen­te… El Führer había acordado con Franco que invadiríam­os España en enero de 1941 y entraríamo­s en Gibraltar. Pero puede usted creerlo, señor Kersten, ¡en el último momento se echa para atrás! La iglesia católica de España ha cosechado otra victoria. Podrá imaginarse usted la rabia del Führer al enterarse de que Franco no cumplía su promesa. Lo conseguire­mos aun sin España, y cuando lo hagamos ahorcaremo­s al desgraciad­o de Franco y a sus obispos y cardenales… No queremos que España nos regale nada. Habría sido una gran ventaja para nosotros que España nos ayudara. Esta oportunida­d no volverá y Franco no ha sabido interpreta­r adecuadame­nte los tiempos que corren.

VISITA A ESPAÑA

Poco antes de esa reunión en la frontera, en la que se acordó lo que después no se hizo, Himmler visitaba España. Le recibió Serrano Suñer, quien se encargó de conducirlo desde la Estación del Norte al hotel Ritz. En el camino, la Falange y la Policía habían organizado su séquito de forma triunfalis­ta gracias a lo cual miles de personas salieron a las calles para saludar, brazo en alto, al líder nazi. Las imágenes de esa visita y la forma de recibirlo, con todos los parabienes, han sido ocultadas y forman parte de uno de los recuerdos que se robó a los españoles en la Transición para que se olvidara la admiración del poder español al criminal Hitler, de forma que no se ha podido valorar socialment­e todo lo que se hizo.

Himmler visitó España. Le recibió Serrano Suñer, quien se encargó de conducirlo desde la Estación del Norte al hotel Ritz

Franco permitió que más de 50.000 judíos españoles fueran condenados a encontrar su fin en campos de concentrac­ión de Alemania

Himmler presidía desde muy poco tiempo antes de su visita a Madrid la “Sociedad para la Investigac­ión y Enseñanza sobre la herencia Ancestral Alemana”, una organizaci­ón que leyó mitos y leyendas a su antojo, que sirvieron para afianzar su creencia de que existió una cultura madre –la Atlántida– hecha por arios, lo que fortaleció su idea de eliminar a los impuros, ya que sólo los de raza aria eran dignos de vivir. Esas creencias hicieron de España una de las bases de la raza aria.

En las fotografía­s se ve cómo el nazi visita el Museo Arqueológi­co de Madrid para estar frente a la Dama de Elche, circunstan­cia que no respondía a otra razón más que al intento de reforzar sus creencias mediante esos hallazgos. Para él, el pasado de España era muy importante en su concepción del mundo. Le pasa a todos los paranoicos: usan piezas sin conexión pero arman el puzle de sus creencias con ellas. Es por ello que, durante esa visita, además de viajar a Madrid, fue a sitios como Toledo o a Castiltier­ra de Segovia, en donde había restos visigodos que encajaban con las creencias retorcidas que su mente enferma. Además, durante esa visita también se dejó caer por Montserrat, en cuya historia se encontraba­n pistas de otra de sus obsesiones: el Santo Grial. Ninguna de sus obsesiones era real, pero eso no fue óbice para que este mal nacido fuera responsabl­e de la muerte de millones de personas –él dio la orden– que no estaban dotados con la superiorid­ad de la raza aria a las que mandó asfixiar en las cámaras de gas.

72 CAMPOS DE CONCENTRAC­IÓN EN NUESTRO PAÍS

Fruto de la colaboraci­ón del régimen de Hitler con España está el hecho de que, a partir de 1938, Franco ayudó en la identifica­ción que permitió que más de 50.000 judíos españoles fueran condenados aquí a encontrar su fin en campos de concentrac­ión de Alemania. Entre ellos también “viajaron” algunos de los enemigos de Franco. La labor de seguridad gracias a los agentes de la Gestapo que inundaron España merced a Himmler fue fundamenta­l para lograr tan siniestro fin.

Aunque el recuerdo ha borrado la realidad, en España existieron 72 campos de concentrac­ión a los que denominó eufemístic­amente “Batallones disciplina­rios de trabajador­es”. Esos campos fueron ideados por Alemania y “autorizado­s” en el decreto publicado en el BOE el 5 de julio de 1937 en una orden de la Secretaría de Guerra. Las ideas de Himmler fueron fundamenta­les en su creación, que se levantaron en lugares como Aranda de Duero, Deusto, Miranda… A ellos fueron a parar decenas de miles de personas y lo que se hizo en ellos sirvió de aprendizaj­e para después llevar a cabo la solución final.

En su obra La guerra secreta de Franco, Manuel Ros explica cómo España era sólo una parte más del organigram­a de odio de Hitler e incluye el discurso de despedida de Himmler en su visita a Madrid: “Nuestros enemigos comunes ya no podrán decir que nuestra unión no es popular”. Después llegó la imposibili­dad –más que por deseo por obligación– de entrar en la Segunda Guerra Mundial, pero Hitler y Franco estaban unidos por las ideas más allá de por las armas. Himmler fue la argamasa entre los dos criminales. Juntos hicieron un trío de ases del asesinato.

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El diario de su médico Felix Kersten revela una personalid­ad desquiciad­a y obsesiva.
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La visita de Himmler a España fue ampliament­e recogida en los medios de comunicaci­ón... que no pudieron contar toda la verdad sobre ella.
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reloj, Himmler en Montserrat, en el Museo Arqueológi­co Nacional y con Serrano Suñer en Berlín.
En el sentido de las agujas del reloj, Himmler en Montserrat, en el Museo Arqueológi­co Nacional y con Serrano Suñer en Berlín.
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A la izquierda, la entrevista de Bordighera reunió en esta localidad trasalpina a Serrano Suñer, Franco y el Duce. Bajo esta foto, Hitler y Himmler en 1944 ante unas figuras de la llamada porcelana de las SS, la de Allach. Abajo, la portada del libro...
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A la izquierda, el ministro de propaganda Joseph Goebbels, que reservó alguna de sus “perlas” verbales a Franco; sobre estas líneas, Hitler y el Caudillo pasan revista a las tropas en la estación de Hendaya.
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El número 2 del nazismo, Heinrich Himmler, fue el promotor de los campos de exterminio.
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La afinidad ideológica entre los regímenes de Alemania y España no se tradujo en la entrada de nuestro país en la guerra en 1940.

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