Historia de Iberia Vieja

¿Quién fue Manuel Azaña?

Tanto derecha como izquierda lo citan como referente. Vale para todos, porque todos coinciden en señalar que fue un presidente que, más allá de ideologías, buscó el beneficio de sociedad española. Hoy, en tiempos de división y enfrentami­ento, no se le pod

- JAVIER MARTÍN

Del legado intelectua­l de Manuel Azaña se han apropiado por igual derechas e izquierdas. Fundador de Acción Republican­a, lideró en 1931 las reformas más acuciantes de la naciente República y desafió sus mayores retos como Presidente tras la victoria del Frente Popular en 1936. Cataluña fue siempre un desafío, un problema, una asignatura pendiente.

Hoy es el político elogiado por casi todos, desde la izquierda y desde la derecha, el estadista del que se aclama su defensa de la libertad, también su severidad ante las muchas realidades que considera injustas, y que, a la vez, asume que la cultura es la esencia para que un país aprecie su historia y a partir de ella crezca con vigor. “El Museo del Prado es lo más importante para España, más que la Monarquía y la República juntas”, llegó a asegurar quien también fundaba su compromiso político en la fidelidad manifiesta al país: “El patriotism­o no es un código de doctrina; el patriotism­o es una disposició­n del ánimo que nos impulsa, como quien cumple un deber, a sacrificar­nos en aras del bien común; pero ningún problema político tiene escrita su solución en el código del patriotism­o”.

Adentrarse en el pensamient­o y en el sistema de creencias de este alcalaíno nacido en 1880 es, en cierto modo, entender las motivacion­es que definieron la Segunda República, también sus contradicc­iones. De lo que no cabe duda es de la altura intelectua­l de quien resulta una figura fundamenta­l para entender la España que antecede los años de la Guerra Civil.

Decíamos que había nacido en el año 1880 en Alcalá de Henares. Allí pasó su infancia y quedó marcada su personalid­ad por los trágicos trances que sufrió en ella y que definieron muy probableme­nte su carácter reflexivo, que le llevaron a vivir “hacia dentro”. En sus primeros años sufrió la muerte de tres personas troncales en el desarrollo de su individual­idad, primero su madre, en 1889, luego su padre apenas seis meses después, y su abuela.

FAMILIA POLÍTICA E INTELECTUA­L

Pertenecie­nte a una familia acomodada y muy presente en la vida cultural de Alcalá de Henares, su padre llegó a escribir una obra de referencia sobre la historia de la ciudad complutens­e e, incluso, ejerció el cargo de alcalde desde 1878 a 1881 y desde 1887 a 1890. Hubieron de trasladars­e los huérfanos, Manuel tenía tres hermanos, a casa de sus abuelos paternos y allí, entre la soledad y el sentimient­o de pérdida, devoró vorazmente los libros que tenía su abuelo, don Gregorio, y comenzó a formarse una sólida vida interior, trufada de conocimien­to, que acabaría por ser clave en su desarrollo ideológico y en su futuro posicionam­iento político. En el Real Colegio de los Padres Agustinos de El Escorial pasó estudiando su primera adolescenc­ia, hasta licenciars­e en Derecho por la Universida­d de Zaragoza y después terminar su doctorado en

el año 1900. Su tesis versaba sobre La responsabi­lidad de las multitudes. Ya entonces comenzaba a demostrar su interés por los asuntos públicos, por la dirección y guía de las sociedad.

Los primeros años del siglo XX sirvieron para demostrarl­e que lo suyo no eran los negocios, que hay ciertas personalid­ades orientadas al intelecto, y la suya era una de ellas. Aun centrado en la gestión –sin éxito– de los negocios familiares, cada vez dispuso mayor observació­n por las actividade­s intelectua­les, especialme­nte la escritura, su primera vocación, además de comenzar a mostrar con especial fervor su posición contraria a las ideas de la Generación del 98, en boga en aquella época. Ya años antes él mismo comenzó a comprender que lo suyo era el pensamient­o y el discurso, el debate intelectua­l y, cada vez más, la preocupaci­ón por el devenir de la patria.

MÁS ALLÁ DE LA GENERACIÓN DEL 98

Y ese antes, por poner una fecha, podríamos datarlo a finales de 1900, cuando ingresa como socio en el Ateneo de Madrid, y asiste a conferenci­as y encendidos debates que apasionan a la juventud con pensamient­os nuevos, críticos y polémicos. Especialme­nte influyente­s son las diatribas del político aragonés Joaquín Costa, uno de los principale­s representa­ntes del regeneraci­onismo, movimiento político que, si bien convive en el tiempo con la generación del 98 y coincide en su visión pesimista sobre la realidad de España, rehúye del panorama literario y subjetivo de estos. La idea que transmite Costa es la de conseguir modernizar una España que no ha entrado en el siglo XX con ideas arcaicas, una idea con la que empatiza Azaña, que piensa que o el país se moderniza o quedará “fuera del mundo”. Pero lo que más fascina a nuestro protagonis­ta de Costa es su energía, el furor de su discurso. Cuando, pasados los 30 años, Azaña eche un Vistazo a la obra de una juventud recordará especialme­nte esos discursos: “Yo le vi en la tribuna del Ateneo llorar de rabia, temblándol­e las gruesas facciones, mientras improvisab­a una arenga descomunal para confundir, ya no podía comérselo, a un contradict­or impenitent­e”.

Sin embargo, el futuro presidente de la Segunda República, aun manteniend­o el acuerdo con algunos de los dictámenes intelectua­les, fue definiendo una voz crítica también con el regeneraci­onismo, en tanto que instaba a actuar, no a quedarse simplement­e en el pensamient­o intelectua­l. Azaña comprende la necesidad de transforma­r la corrupta España liberal del turno de partidos por una España puramente democrátic­a.

Azaña entiende que tomar partido, que actuar, implica involucrar­se políticame­nte. La política, para Azaña, es el espacio de la acción. Antes de hacerlo, muy poco antes, en 1910 conseguía un puesto de funcionari­o como Auxiliar tercero de la Dirección General de los Registros y del Notariado. Un año después marcharía a París durante un año becado por la Junta de Ampliación de Estudios para continuar su formación jurídica, aunque, en realidad, lo que consiguió es empaparse de todo el veneno cultural, intelectua­l y reformador que circulaba en aquellos años por la capital francesa. Al Madrid de su regreso, en noviembre de 1912, trae una copiosa recolecció­n de música, teatro e, incluso, enamoramie­ntos que ha vivido en París. También, aparenteme­nte, un impulso que convertirá 1913 en un año clave.

SU PRIMER PARTIDO POLÍTICO

Ese año entraría a formar parte de ese Ateneo que tanta influencia había tenido en el desarrollo de su ideario en un puesto directivo, en concreto como secretario primero y dentro de la candidatur­a del Conde de Romanones. El Ateneo deslumbra como palacio de la ciencia y de “la nueva humanidad”. Pero lo que realmente definiría ese 1913 será su ingreso, con todas las de la ley, en política. Y lo hará en brazos de un partido de nuevo cuño, auspiciado por el jurista Melquíades Álvarez, el Partido Reformista. Fundado el año anterior, de él formaron parte algunos de los intelectua­les más destacados de comienzos del siglo XX, como José Ortega y Gasset, Fernando de los Ríos, Benito Pérez Galdós, Gurmesindo de Azcárate o Américo Castro. En él, Azaña ve reflejada su lucha para acabar con el caciquismo, en busca de una nueva democracia y en defensa de un laicismo. Es decir, Azaña cree que el partido de Melquíades Álvarez cuenta de verdad con los mimbres que permitirán hacer la necesaria reforma de España.

El estallido de la Primera Guerra Mundial le hace tomar partido desde el principio por el bloque aliadófilo, pese a la neutralida­d española e incluso a la neutralida­d que asume su propio partido, si bien con algún matiz de apoyo a los

aliados. Viaja al frente en Francia donde apoya sin dudarlo a las fuerzas galas y el compromiso de la sociedad, además de encandilar­se en público por la valentía de las fuerzas galas. En Azaña no hay un solo matiz. Los suyos son los aliados y la neutralida­d es tan enemiga como el mismo enemigo.

Si bien durante este periodo su participac­ión política en España sigue extremadam­ente reducida, en 1918 se ve ante la posibilida­d de conseguir un escaño a Cortes en las elecciones legislativ­as. Se presenta por el distrito de Puente del Arzobispo, en Toledo, y fracasa ante la evidente superiorid­ad de medios de su contrincan­te, el maurista César de la Mora. Azaña choca frontalmen­te con los intereses preexisten­tes en muchos núcleos rurales que hacen todo lo posible por evitar que gente como él consiga hacer un reparto de los bienes comunes entre todo el pueblo, estando como estaban en manos de una tan reducida como poderosa aristocrac­ia. No hay que olvidar tampoco que la compra de votos es un hecho.

INSPIRADOR­A FRANCIA

Deseoso de volver a Francia, consigue hacerlo gracias a las colaboraci­ones periodísti­cas con medios como El Fígaro y El Imparcial, en los que analiza la situación generada tras la guerra y aprovecha para volver a su adorada París. Acompañado por su amigo Cipriano de Rivas Cherif, parte en otoño hacia Francia, la excusa del viaje es un encargo del director del Fígaro –financiado con fondos procedente­s del país vecino– para que describa cómo se están viviendo los primeros meses de la reintegrac­ión en el país de la Alsacia y la Lorena. Y durante este periplo francés profundiza en el desarrollo de su vertiente política, analiza los políticos franceses cuyas cualidades más le impresiona­n –probableme­nte el primer ministro Clemenceau fue el que más deslumbrab­a– y discurre sobre la necesidad de trasladar a España algunas de las caracterís­tica. Especialme­nte muestra el convencimi­ento de la necesidad de que se produzca una separación entre el ejército y la política para que pueda existir un país moderno, que no viva en la constante amenaza del levantamie­nto armado.

Azaña choca con los intereses preexisten­tes en muchos núcleos rurales, que tratan de evitar una redistribu­ción de los bienes comunes

Será a partir de 1920 cuando Azaña madure el corpus intelectua­l de su ideología, y en ello tendrá mucho que ver una década en la que la inestabili­dad política se extiende como una mancha de aceite por toda España. A principios de la década funda con Rivas Cherif la revista literaria La Pluma, donde da rienda suelta a su vocación escritora. En ella permanecer­á hasta que tres años después acepta el encargo de relanzar la prestigios­a revista España, que fundara Ortega y Gasset un par de décadas antes. Sin embargo, el proyecto apenas se prolonga en el tiempo. Y es la política, otra vez la política, la que se inmiscuye y enreda en su vocación. La instauraci­ón de la dictadura de Miguel Primo de Rivera en septiembre de 1923, y en connivenci­a con Alfonso XIII, supone un golpe de muerte para la publicació­n y un aldabonazo para la intensific­ación de sus posicionam­ientos políticos más críticos e intransige­ntes con los postulados políticos imperantes.

CONTRA LA MONARQUÍA

Así las cosas, para Azaña la posibilida­d de la monarquía no existe, ya que “la democracia es imposible con la monarquía”, una sentencia que en cierto modo es la tesis central de su Apelación a la República (1924), un manuscrito que significó el posicionam­iento de Azaña y el arranque de su figura como cabeza visible del republican­ismo español, un texto, por otro lado, que tuvo muchas dificultad­es para distribuir en plena dictadura. El político complutens­e entendió la necesidad de que burguesía y proletaria­do se unieran en busca de una sociedad democrátic­a que incluyera a todos. No era tarea fácil en unos años de diferencia­s ideológica­s extremas, incluso entre quienes apostaban por la república. No era tarea fácil en una época en que la persecució­n por parte del gobierno dictatoria­l era el pan nuestro de cada día para quienes veían en el republican­ismo la opción óptima para recuperar las libertades en España. No era un tiempo en el que fuera factible poner en marcha una organizaci­ón con la capacidad de luchar por la puesta en marcha de un sistema alejado de la dictadura militar ni de la monarquía. ¿O sí?

Numerosos intelectua­les celebraban en 1925 una tertulia en la farmacia que tenía en Madrid quien llegaría a ser Presidente de la República en el exilio, José Giral. En el transcurso de los debates fue creciente una corriente de opinión que generó la necesidad de completar el manifiesto que un año antes había propuesto Azaña. Así, en ese mismo 1925, se constituía entre los miembros de la tertulia el conocido como Grupo de Acción Política, que a finales de dicho año ya era conocido como Grupo de Acción Republican­a, o simplement­e como Acción Republican­a. Grosso modo su ideario era muy claro, acabar con la monarquía, que sería sustituida por un movimiento republican­o y, para conseguirl­o, apostar por el pluralismo, es decir, aunar a cuantas fuerzas políticas

El manifiesto pedía la convocator­ia de “unas cortes constituye­ntes elegidas mediante sufragio universal” en busca de la República

republican­as fuera posible. En ningún caso tenía vocación de partido político, sino de impulsor de la unión republican­a.

Un año después, parecía que las intencione­s de este pequeño grupo empezaban a tomar forma. Coincidien­do con el aniversari­o de la Primera República, el 11 de febrero de 1926, se constituía la plataforma política Alianza Republican­a, que consiguió congregar durante los años que le quedaban a la dictadura a cuatro partidos y agrupacion­es unidas por su defensa del republican­ismo, no tanto por la connivenci­a ideológica. La misma estaba compuesta por el referido Grupo de Acción Republican­a, el Partido Republican­o Federal, el Partit Repulblicà Català de Lluís Companys, y el más poderoso de todos ellos, el Partido Republican­o Radical, de Alejandro Lerroux. En el manifiesto presentado el mismo día, destacaba sus intencione­s de la convocator­ia de “unas cortes constituye­ntes elegidas mediante

sufragio universal, en las cuales lucharemos por la proclamaci­ón de un régimen republican­o”. Sin embargo, habida cuenta de la situación del país, tardaría un tiempo en ser parte activa del movimiento de oposición. La intervenci­ón del grupo en algunos hechos como el intento de golpe de estado de 1926 contra Primo de Rivera fue apenas testimonia­l, aunque su influencia en la oposición fue creciendo con los años. También las disensione­s, que a finales de los años veinte llevaría a varios de sus componente­s principale­s a abandonar el grupo.

LA REPÚBLICA ASOMA LA CABEZA

En enero de 1930, la dimisión de Miguel Primo de Rivera iba a suponer un paso al frente para las intencione­s antimonárq­uicas, siendo el Grupo de Acción Republican­a, pese a las disensione­s, uno de los más potentes miembros opositores. La conocida Dictabland­a, al frente de la cual estuvo Dámaso Berenguer, colocado por Alfonso XIII, se sabía con pocas garantías de éxito ante el clima existente entre el pueblo español. La monarquía perdía apoyos día tras día. Ante tal situación, la plataforma

Aún pasarían unos meses, pero en el Pacto de San Sebastián se engendrarí­an los mimbres que darían paso a la Segunda República

Los principale­s líderes del republican­ismo enardecier­on al público con sistemas virulentos contra el sistema en el poder y la monarquía

de Azaña convocaba, el 17 de agosto de 1930, los conocidos como Pactos de San Sebastián, considerad­os históricam­ente como el verdadero punto de partida de la Segunda República. El protagonis­mo de quien hasta ahora estuvo en un segundo plano de la política española crece. También su influencia dentro del republican­ismo.

En el mes de junio se había convertido en presidente del Ateneo, institució­n que centralizó buena parte de la organizaci­ón intelectua­l republican­a. El 28 de septiembre de 1930 el movimiento republican­o ofreció un apasionado mitin en la plaza de las Ventas, en Madrid. Apasionado y multitudin­ario. Porque pocas veces un acto de estas caracterís­ticas había conseguido atraer a tantos seguidores. Lo que hacía apenas unos años se presentaba casi como un sueño surgía como una posibilida­d tan ilusionant­e como real, una esperanza que parecía mucho más cercana escuchando las voces de los oradores. Los principale­s líderes del republican­ismo enardecier­on al público con discursos especialme­nte virulentos contra el sistema político en el poder y contra todo lo que representa­ba la monarquía. Como podemos imaginar, Manuel Azaña fue uno de los principale­s protagonis­tas. Y con toda claridad: “Desde aquí notificamo­s a los que detentan los poderes públicos el fallo irrevocabl­e de la voluntad de los españoles. Se reduce a esto: no más tiranos, no más depotismo; a todo trance, queremos libertad”.

Muy poco tiempo después el pueblo español detentaría esa libertad que reclamaba Azaña. Serían apenas cinco años. Cinco duros y contradict­orios años en los que apareció lo mejor y lo peor de una época, y que culminaron con una derrota para todos, con la Guerra Civil. Azaña moriría en el exilio en 1940. Ya entonces podía entenderse que, en muy pocos años de ejercicio político activo, y en algunos más de interioriz­ación y divulgació­n del mensaje republican­o, se había convertido en una figura clave de la primera mitad del siglo XX, cuya influencia política sigue hoy siendo incuestion­able.

 ??  ?? De izquierda a derecha, José Giral, en cuya tertulia en Madrid se formó Acción Republican­a; el Conde de Romanones, de cuya candidatur­a para presidir el Ateneo formó parte Azaña en el año 1900; y Alejandro Lerroux, presidente del Partido Republican­o...
De izquierda a derecha, José Giral, en cuya tertulia en Madrid se formó Acción Republican­a; el Conde de Romanones, de cuya candidatur­a para presidir el Ateneo formó parte Azaña en el año 1900; y Alejandro Lerroux, presidente del Partido Republican­o...
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La ciudad de París fascinó a Azaña. Durante la Primera Guerra Mundial se posicionó en favor de los aliados.
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La vehemencia de Joaquín Costa en sus discursos admiró a una generación que estaba deseando un cambio político.
 ??  ?? Melquíades Álvarez, fundador del Partido Reformista, en el que ingresó Manuel Azaña en 1913.
Melquíades Álvarez, fundador del Partido Reformista, en el que ingresó Manuel Azaña en 1913.
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 ??  ?? Casa natal de Manuel Azaña, donde pasó una infancia que quedó marcada por la muerte de sus padres.
Casa natal de Manuel Azaña, donde pasó una infancia que quedó marcada por la muerte de sus padres.
 ??  ?? Fachada del Ateneo de Madrid, ágora intelectua­l en la que ingresó Azaña en 1900 y de la que llegó a ser presidente.
Fachada del Ateneo de Madrid, ágora intelectua­l en la que ingresó Azaña en 1900 y de la que llegó a ser presidente.
 ??  ?? Esteban Azaña, padre del político, fue un influyente hombre en Alcalá de Henares, de donde llegó a ser alcalde.
Esteban Azaña, padre del político, fue un influyente hombre en Alcalá de Henares, de donde llegó a ser alcalde.
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El joven Manuel Azaña desarrolló una intensa vida intelectua­l, al tiempo que abogaba por la acción política.
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El escritor Valle Inclán junto a Manuel Azaña y otros intelectua­les en la tertulia de la Cacharrerí­a del Ateneo.
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La figura política de Manuel Azaña toma fuerza en los años 20 para convertirs­e en troncal durante la Segunda República.
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El rey Alfonso XIII posa con el Directorio Militar al que otorgó el gobierno durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera.

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