UNA ILUSTRE CEREMONIA
El 23 de septiembre se celebró la jura del príncipe de Asturias. Los reyes y su familia se dirigieron al palacio del Retiro, de donde pasaron a la iglesia de San Jerónimo precedidos de cincuenta y un grandes de España, treinta títulos de Castilla y los diputados a Cortes. El templo estaba adornado con telas de seda bordada con brillantes guarniciones de oro. En un tablado levantado en la grada del altar mayor, que abarcaba toda la extensión del crucero, se dispusieron los asientos de la familia real. Los reyes quedaron situados en el lado de la epístola, bajo dosel, y junto a la silla de la reina, una de brazos para el príncipe Fernando; en el lado del Evangelio, trece arzobispos y obispos y el cardenal patriarca de las Indias, Antonio Sentmenat; detrás de ellos los miembros de la Cámara de Castilla y tras éstos,os mayordomos del rey. En la nave del templo se habían dispuesto bancos destinados a la nobleza y a los procuradores en Cortes. En una tribuna, al lado del Evangelio, se ubicó a las infantas y en otras, más elevadas, a los miembros del Gobierno y a los de los consejos, así como a los embajadores y ministros extranjeros.
Finalizada la misa, los asistentes escucharon de rodillas el canto del Veni Creator Spiritus. Acto seguido, el arzobispo primado se sentó ante una mesa colocada en el altar mayor. El rey de armas más antiguo, esto es, el servidor de palacio encargado de las ceremonias, hizo el llamamiento a