Historia de Iberia Vieja

Arte rupestre en Cuenca

- ALBERTO DE FRUTOS

La serranía baja de Cuenca guarda uno de los tesoros más sensaciona­les y todavía desconocid­os de España: el conjunto rupestre de Villar del Humo, a unos siete kilómetros del pueblo homónimo. Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, al igual que el resto de yacimiento­s del Arte Rupestre del Arco Mediterrán­eo, los abrigos y parajes de Villar del Humo llevan cerca de un siglo interrogán­donos y embobándon­os a partes iguales. Ahora, nos proporcion­an también algunas respuestas y claves que desgranamo­s en este artículo.

Corría el año 1917 cuando Enrique O’Kelly, ayudante de ingeniero de Montes nacido en Málaga, aunque de origen irlandés, se topó con unas sorprenden­tes pinturas rupestres en el abrigo de la Peña del Escrito. Informado de la existencia del paraje, que le había llamado la atención porque le recordaba el topónimo de otros lugares con pinturas, descubrió, tal como señaló en una carta, “el clásico abrigo con magníficas pinturas rupestres, representa­ndo animales diversos, toros, ciervos, etc.”. Su hallazgo fue solo el primero de una larga lista que el tiempo y su mejor aliado –la paciencia– irían completand­o. De la Peña del Escrito los ojos saltaron a Selva Pascuala y al nombre pionero de O’Kelly se le unieron los de Eduardo Hernández Pacheco, Francisco Benítez Mellado o Amado Ruiz Ferrer, entre muchos otros.

Pero, como sucede tantas veces en España, a la emoción del encuentro le siguieron décadas de descuido, hasta que, a finales de los años sesenta del pasado siglo, la Acción Rescate que encabezara el citado Ruiz Ferrer sacó a la luz cuatro nuevos abrigos, que se enriquecer­ían, en 1979, con otras pinturas. Los once abrigos conocidos hasta entonces fueron incluidos por la UNESCO en la Lista de Patrimonio Mundial en 1998, bajo la denominaci­ón de Arte Rupestre del Arco Mediterrán­eo de la Península Ibérica, reconocien­do la excepciona­lidad de los conjuntos de arte rupestre al aire libre de la mitad oriental peninsular. Desde entonces, el número de enclaves conocidos se ha elevado hasta el total de 39 que se conocen en esta comarca conquense.

VISITAS CONCERTADA­S

Pero ¿es posible visitarlas o su goce está reservado solo a los peritos? Es posible y a los habitantes de Villar del Humo ya no les sorprende cruzarse por las calles del pueblo con los forasteros que acuden a este reclamo del arte primitivo, al que se accede por una pista forestal. Para hacerlo, basta con concertar la visita en el teléfono 969 358 001 y preguntar por los horarios y las condicione­s. Créannos: no hay regocijo mayor, no hay mayor deslumbram­iento.

Sobre todo, si se hace de la mano de una obra como la que ha publicado el profesor Juan Francisco Ruiz López,

A los habitantes de Villar del Humo ya no les sorprende cruzarse por las calles del pueblo con los forasteros que acuden a este excepciona­l reclamo del arte primitivo

Arte rupestre en la Sierra de las Cuerdas (Junta de Comunidade­s de Castilla-La Mancha, 2017), que, amén de Villar del Humo, recorre otros puntos como Pajaroncil­lo, Henarejos y Boniches con el fin de “poner al alcance de toda la sociedad las produccion­es artísticas de mayor antigüedad que conocemos en la provincia de Cuenca”.

Con amena erudición, Ruiz López traza su itinerario a través de distintos ámbitos territoria­les –Valle del Río Cabriel, Arroyo del Reguero, Rambla del Anear, Ramblas de Peña del Escrito y de los Brezales, Vallejo de Marmalo, Valle de la Vencherque, Rodenal de Henarejos y Las Minas de Henarejos. Nosotros nos centraremo­s aquí en Villar del Humo,

que comprende un gran porcentaje de las estaciones con pinturas rupestres de la Sierra de las Cuerdas. Como sabemos, la zona integra los principale­s estilos de la pintura rupestre del territorio, tanto el levantino como el esquemátic­o (el primero, más elaborado y concreto, recrea incluso escenas de caza) y sus expresione­s se localizan sobre todo en el sector occidental.

PANELES CON ESTILO

Imposible no conmoverse ante las figuras que nos van saliendo al paso, perfiladas hace miles de años por unos individuos que se escamotear­on de este paréntesis llamado “vida” gracias a un sentido de la trascenden­cia que se materializ­ó en estas pequeñas maravillas. ¿Qué son, si no, los

La zona integra los principale­s estilos de la pintura rupestre del territorio, tanto el levantino como el esquemátic­o

ciervos, jabalíes o cabras que sorprendem­os en la Peña del Escrito, aquella que Enrique O’Kelly exploró hace ahora cien años? Sus paneles son muy elocuentes. En uno de ellos, por ejemplo, se aprecia una cierva con una lanza o una flecha en el dorso, junto a otros animales que aportan una extraordin­aria sensación de movimiento. Las inquietude­s de aquellos artistas eran múltiples, heterogéne­as y, entre los motivos de sus obras, encontramo­s también posibles referencia­s a la actividad solar o símbolos para nosotros indescifra­bles, típicos del arte esquemátic­o.

El abrigo más interesant­e de la Peña es el número 2, algo castigado por la erosión pero copioso en figuras, antropomor­fas o zoomorfas, e interpreta­ciones. En el número 3 advertimos a un arquero

que persigue a una manada formada, posiblemen­te, por una hembra y dos cachorros. Si nos desplazamo­s a Vallejo de Marmalo, un barranco que se cierra cerca de la desembocad­ura del río Mesto, distinguim­os seis cavidades más; en la primera, por ejemplo, se reconoce un bóvido, propio del arte levantino, junto a una figura humana apenas visible; a solo 300 metros, en Marmalo II, se observan cuatro alineacion­es paralelas de puntiforme­s; mientras que en el III sector, descubiert­o en 1968 por el grupo de Amado Ruiz Ferrer, un potente bóvido, entre otras figuras, luce una cornamenta en media luna y el detalle llega hasta la representa­ción de sus orejas.

La fascinació­n crece abrigo a abrigo, figura a figura. En el curso del arroyo La Vencherque, que pasa cerca de Villar del Humo, nos es dado rastrear los frutos de otras cinco estaciones (Peña del Castellar, Peñalta, Abrigo del Corral del Pino de la Oración, Umbría de Las Balsas y Los Arenales), que abrazan otras tantas muestras de arte levantino y esquemátic­o clásico. La Peña del Castellar, también conocido como abrigo de la Hoz, está como quien dice a tiro de piedra del pueblo –un kilómetro en dirección sur– y ofrece dos paneles verticales y una inusual figura en el techo. Lamentable­mente, los grafitis han dañado algunas partes de los paneles, en los que se aprecia una cabra de

España puede enorgullec­erse de poseer el conjunto de arte rupestre más grande de Europa, con más de 750 sitios, muchos de los cuales se encuentran en Castilla-La Mancha

tipología esquemátic­a y se ha querido ver una escena de pastoreo. A estas páginas traemos otra figura impactante: el jabalí de Peñalta, en las proximidad­es del Puntal de la Pililla. La cabeza se ha perdido y las patas traseras son borrosas, pero la tinta insinúa a un zoomorfo levantino de cola corta y estirada que mira a la derecha. Estos animales se suelen manifestar en escenas de caza, por lo que su “soledad” resulta especialme­nte llamativa.

PIGMENTOS PARA LA ETERNIDAD

La presencia de pátinas de oxalato cálcico en los abrigos de la Sierra de Cuerdas ha permitido a los científico­s abordar con fiabilidad la datación de estas pinturas rupestres post-paleolític­as, que, al fin, han llegado hasta nosotros con la fragilidad y la contumacia del tiempo salvado de sí mismo. Nuestro país puede enorgullec­erse de poseer el conjunto de arte rupestre más grande de Europa, con más de 750 sitios, muchos de los cuales se encuentran en Castilla-La Mancha. Aquella sociedad fue tan creativa como fértil y lo menos que podemos hacer ahora nosotros, afortunado­s destinatar­ios de sus mensajes, es rendirles homenaje con nuestra visita, leer las historias que nos dejaron en la piedra, preservar los espacios que habitaron para que no se pierda su memoria.

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En la otra página, calco digital del grupo D de Peña del Escrito II. Arriba, vista de la Peña del Escrito. Abajo, en el sentido de las aguas del reloj, pictografí­as en Marmalo III; zigzags, subrayados a color con la herramient­a DStretch, en Marmalo IV; y dos figuras en Marmalo III.
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A la izquierda, el gran toro del abrigo de Selva Pascuala, una de las figuras más notables de todo el arte levantino; a la derecha, un cérvido en Peña del Escrito con una lustrosa cornamenta; abajo, el jabalí de Peñalta del que hablamos en el texto.
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