Mayo del 68: el grito de la conciencia
Ha pasado medio siglo. No fue ayer, pero casi, aunque no hay pero para decir que fue el comienzo de la historia moderna.
No tiene nada que ver ni con ideas, ni con política, ni con nada que no sea la sociedad. Seguramente el mundo necesitaba nuevos modelos y mayo del 68 acabó por perfilarlos. Fue un grito que se identifica con París, porque allí empezó todo, pero es algo que afectó al mundo entero y que empezó a dibujar un modelo de vida que está en plena formación y que se construirá día a día. Ojalá se implicaran todos los países –en los del primer mundo también hay problemas, nada es perfecto, pero nuestros problemas no son como los de ellos, y hay que cambiar el mundo entero–. Ese mayo del 68 fue el comienzo de una nueva era, posiblemente una de las mejores cosas que ocurrieron a lo largo de este siglo de guerra y muerte.
Que nadie se olvide de que durante el siglo XX ha muerto en conflictos armados más gente que en toda la historia de la humanidad,
pero ojalá dentro de dos, cuatro o diez siglos, cuando los libros cuenten qué pasó en este tiempo, se recuerde también lo que sucedió en París; porque en esa ola de conciencia lo importante eran las personas, sus reclamaciones estaban dirigidas a tener una vida mejor y los que participaron en esas revueltas querían que ellos y sus hijos y las futuras generaciones pudieran levantar la vista y sobrevivir con sus corazones cubiertos y, sobre todo, con sus estómagos llenos.
Habitualmente se piensa que mayo del 68 no pasó por España. Y como mostramos aquí, eso no es cierto. Vivíamos en una época de dictadura férrea y lo que se estaba defendiendo en París era contrario a lo que el régimen quería.
El poder quería que las conciencias de la gente estuvieran atadas y lo que se reclamaba era precisamente que esas conciencias fueran libres.
Allí se clamaba por una libertad de la que también aquí nos beneficiamos. Cuando se glosan los grandes logros sociales, tenemos que saber que esos grandes logros comenzaron ahí. Y que no comenzaron por generación espontánea, sino que todo fue poco a poco larvándose hasta que la sociedad se hizo mayor y salió de su caparazón. Una década antes –como se puede comprobar en estas páginas– comenzaron en la universidad una serie de movimientos cuyas reclamaciones sociales eran muy similares a las que una década después estallaron en el mundo entero. Bueno, la palabra estallar no es la adecuada, porque todas las reclamaciones requerían que se acabaran la violencia y las guerras. No hay mejor camino para la libertad que la paz. Por eso el símbolo de mayo del 68 es una flor. El mundo tiene que ser así. Y sus pétalos somos nosotros.