■ La internacionalización
del conflicto español vivió un episodio aparte en territorio catalán. Prácticamente una guerra dentro de la guerra en la que los partidos políticos de izquierda pugnaban entre ellos, muchos recibiendo órdenes de Moscú, lo que contribuiría a debilitar el frente común republicano que nunca existió como tal.
El 19 de julio de 1936 el alzamiento militar se inició en Cataluña, donde se encontró con la respuesta de las fuerzas de seguridad bajo el mando de la Generalitat, comandada por Lluís Companys, a las que se fueron sumando las organizaciones políticas integradas en el Frente Popular y los sindicatos CNT y UGT.
En Cataluña, la sublevación y su derrota tuvo consecuencias trascendentales. Modificó el panorama social y político. El desenlace de la rebelión de mayo de 1937 significó un importante retroceso político anarquista, al tiempo que la guerra empezó a afectar directamente al territorio catalán, con la movilización de las quintas, la proliferación de los bombardeos y el problema creciente del abastecimiento de las poblaciones urbanas. El conflicto político perdió virulencia, aunque no desapareció. Se recompuso en términos de competencia entre el Partido Socialista Unificado de Cataluña –PSUC–, liderado por Juan Comorera, y Esquerra Republicana, cuyo secretariado general fue ocupado por Josep Tarradellas.
Guerra y Revolución en Cataluña, del catedrático de Historia Contemporánea de la UAB José Luis Martín Ramos, recientemente publicado por Crítica, es un trepidante relato, una interpretación novedosa sobre la historia de Cataluña durante el conflicto fratricida que rechaza tópicos generalmente asumidos.