“EL MITO SIEMPRE ES GRANDEZA, PERO LA HISTORIA QUE JUEGA AL MITO ES UN EXCREMENTO”
Tres años antes de la fecha que marca el fin de la Reconquista, la reina católica eligió a Alejandro de Vértebra para dirigir la operación de castigo contra la medina de Wadi-as. El escenario de los hechos está en las inmediaciones de Granada. Fue un momento tan importante y repetido como desconocido que se relata, con todo el misterio y terror que aquello deparó, en la novela de José María Espinar El secreto de Wadi-as (Arzalia, 2018), con quien aprovechamos para charlar y conocer algo más sobre un momento en el que se mezclaron mitos, leyendas, creencias y honor.
En la portada del libro aparece una bandera con el símbolo del Índalo. Es una demostración de que la historia es algo que se puede mirar de forma más política. ¿No crees que a veces olvidamos los mitos?
El ser humano necesita símbolos, los necesita como alimento y guía. Sobre los mitos puedo decirte que, viendo las cosas ahora mismo, los prefiero como respuesta a nuestras preguntas sin concluir, a aquellas que empezaron con nuestros primeros antepasados. La utilización ideológica tan rastrera que se está haciendo de la Historia por sectores malvados me provoca desazón. El mito siempre es grandeza, pero la Historia que juega al mito es un excremento del que comen los imbéciles. Las creencias, los dioses, la religión… están presentes en tu libro. Todo lo que ocurrió en aquella época, ¿fue una "primitiva cruzada"?
Aquella época demostró que el ser humano es desesperadamente impredecible y esperadamente predecible. Yo, que soy una persona muy religiosa, considero un profundo error coserles las espaldas a la religión y a la política. Es un acto de envanecimiento tal el proclamarse guardián de Dios que me produce asco. A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, el problema es que el César quiere ser Dios y Dios no nos coge nunca el teléfono. Las sociedades emprenden cruzadas sin descanso, una tras otra. Somos imperialistas por inercia genética. Queremos que nuestras ideas lo abarquen todo. El odio a los otros pega... de pegamento, el amor a los otros une de una manera más frágil, casi inconsistente. A finales del XV en Granada no hubo un choque de trenes, sino un tren que arrolló a otro, herrumbroso y estropeado por falta de mantenimiento.
Has pasado de escribir poesía a escribir este libro. ¿Es tanto salto como imaginamos?
No concibo la literatura como un mero ejercicio de transmisión de acontecimientos, para eso prefiero mil veces el cine. Como dice mi maestro, el gran Antonio Enrique, soy mal poeta, pero poeta hasta la médula. Esta novela sale del corazón, pues es un tributo a una tierra a la
que amo. Rebosa poesía, tanta como sangre, honor, misterio y aventura.
¿Qué hay de poesía en la epopeya que narra El Secreto de Wadi-as?
La descripción de los paisajes pretende transportar a los lectores al Wadi-as de 1489, no sólo informales. Busco atraparlos con la fuerza gravitacional del agujero negro. El secreto de Wadi-as anhela construir una mitología alrededor de la tierra accitana. Necesitaba la poesía para ello, hay que conquistar a los lectores. Siento pena y piedad por aquellos que viviendo juntos no experimentan emociones en sus vidas unidas. El secreto de Wadi-as va a estar varias horas haciéndoles compañía a los amables lectores, hay que susurrarles cosas estremecedoras. Es un libro que llega para quedarse. Es tu primera incursión en el género histórico… ¿Qué tal ha sido la experiencia?
Ha sido una experiencia intensa y apasionante. Terminar la novela fue un orgasmo creativo. Saber que me he dejado la piel en cada página me ayuda a ser feliz. Lo que esté por venir lo tomaré como un regalo si es bueno, y como una picadura de alacrán si es malo. Ricardo Artola apostó por mí: eso es un honor que nadie podrá arrebatarme.
El miedo en las gentes de Wadias era inmenso… Pasarán mil años, pero ese sentimiento sigue moviendo a la humanidad. Hay personas que ven humanidad en el comportamiento de algunos animales, pero no se dan cuenta de que ese comportamiento lo tenemos nosotros, no por ser humanos, sino por ser animales. Pocos animales viven sin miedo. El miedo es necesario, vencerlo nos convierte en valientes, pero al adjetivo valiente no le gusta cualquier sustantivo. Si la suma de los seres humanos resulta insuficiente para definir qué es la humanidad nos encontramos, pues, ante un concepto ideal, simbólico... y volvemos así a la primera pregunta.
"Ha sido una experiencia intensa y apasionante. Terminar la novela fue un orgasmo creativo"