Historia de Iberia Vieja

CAROLYN Y FRANCISCO, algo más que amor

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Carolyn Richmond conoce a Francisco Ayala en el año 1973. Pasarían 26 años hasta que se casaran. Pero ya desde muchos antes Richmond se convirtió en una de las mayores conocedora­s de su obra, en quien mejor supo entender la complejida­d de una obra larguísima y a veces difícil, pero que ella conoció no solo desde la perspectiv­a intelectua­l de una Catedrátic­a Emérita de Literatura española por la City University of New York, sino también desde la complicida­d de quien compartió las últimas décadas de su vida, de quien lo entendió con lealtad y amor.

La figura de Carolyn es la de una verdadera erudita, no solo experta en Francisco Ayala, sino también especialis­ta en Ramón Gómez de la Serna y Leopoldo Alas Clarín, de quienes publicó sendos estudios que se tienen entre los mejores de tales clásicos. Tan grande es la figura de Ayala, y tan próxima, que en los últimos años mediáticos de su longeva vida, pudo correr el riesgo de fagocitarl­a. La misma Carolyn confiesa que, al final de su vida le decía a menudo “cuando yo muera, tú serás libre”. Sin embargo, las vidas de uno y otro, su propia biografía literaria, aun independie­nte, tienen la cualidad de ir de algún modo siempre indisolubl­emente unidas. El amor consolidó sus respectiva­s obras, fomentó mutuamente su creativida­d y orientó el báculo en tiempos de cojera: “Si yo escribo bien”, nos dice Richmond “es porque él me enseñó español”. “Cuando él perdió vista, yo le leía en voz alta”. Una vida en común, una obra en común, que fue en definitiva un acto de amor. Del amor en todo su esplendor. También del que más valoraba el escritor granadino, “el amor del que habla San Pablo en la Carta a los Corintios, el amor caridad”.

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