DÍAS FELICES
He aquí una obra que ha recibido uno de los más prestigiosos premios de ensayo en español, el Manuel Alvar de Estudios Humanísticos. Además, una obra que su propia autora, Carolyn Richmond, ha calificado como “sui generis”. Y hasta acertada en lo emocional, porque quien da nombre al galardón, el filólogo Manuel Alvar, fue gran amigo del autor de la obra en la que se basa el ensayo premiado, es decir, de Francisco Ayala.
Porque Días felices, publicada por la Fundación José Manuel Lara, supone una profunda reflexión y un atinado estudio personal de la que para muchos fue la mejor obra del autor granadino, El jardín de las delicias. Y lo es desde la excepcionalidad de la afinidad literaria y afectiva de su autora sobre quien fuera su esposo. Richmond desmenuza con refinamiento las claves, los símbolos y las referencias clásicas presentes por doquier en El jardín de las delicias. Pero advierte de que no se trata de una tarea sencilla para el lector, que precisa de un bagaje para poder comprender Días felices en toda su magnitud. “Para leer Días felices hay que haber leído El jardín d e las delicias. Es un texto literario que depende de otro”, nos asegura su autora. Más aún al tratarse de un libro de una concepción prolongada, iniciado en vida de Francisco Ayala y completado tras el necesario luto creativo que implicó la muerte de su esposo para Carolyn. “Yo he vivido en este libro”, nos confiesa. Y, por lo tanto, ha estado sometida a un proceso de transformación que, por otro lado, está implícito en la misma lectura de un libro que, de tan sustancial como es El jardín de las delicias, “consigue cambiar cada vez que lo leemos”. Un libro, Días felices, que invoca y evoca a un clásico de la literatura española, demasiado olvidado a veces, y sin duda necesario en un tiempo como el nuestro.