Guerra por amor en Cádiz
PESE A QUE LA HISTORIOGRAFÍA ANGLOSAJONA CONSIDERA A INGLATERRA COMO UNA GRAN POTENCIA, LO CIERTO ES QUE SU PESO INTERNACIONAL Y ECONÓMICO ERA BASTANTE LIMITADO. JACOBO I INTENTÓ UNA ALIANZA MATRIMONIAL CON LA MAYOR POTENCIA DEL ORBE, ESPAÑA, Y TONTEÓ CON UNA VUELTA AL CATOLICISMO. EN UN GESTO ROMÁNTICO, EL PRÍNCIPE CARLOS, VIENDO LAS LARGAS QUE DABA FELIPE IV, LLEGÓ INCLUSO A REALIZAR UN VIAJE A MADRID DISFRAZADO DE CRIADO PARA PRESENTARSE POR SORPRESA A SU PROMETIDA Y FORZAR EL MATRIMONIO. AL SER RECHAZADO, DESPECHADO, EXIGIÓ A SU PADRE QUE DECLARARA LA GUERRA A ESPAÑA, QUE ACABÓ EN UNA DERROTA APLASTANTE PARA INGLATERRA…
Todo empezó con el llamado por la historiografía inglesa “Spanish Match”, o las negociaciones entre Londres y Madrid entre 1614 y 1623 por un enlace matrimonial entre el príncipe heredero Carlos de Inglaterra y la hermana de Felipe IV, María Ana de Austria. La jugada de pergeñar una alianza entre ambos países fue sobre todo idea y esfuerzo del brillante embajador español en la isla, el conde de Gondomar (ver recuadro) que consiguió con este juego mantener a Inglaterra como pro-española durante toda una década.
Sin embargo, el proyecto de alianza entró en crisis con la Guerra de los 30 Años en 1618. Los rebeldes protestantes eligieron como su emperador en Alemania a Federico V del Palatinado, que era a su vez yerno de Jacobo I de Inglaterra. Este envió tropas con instrucciones de defender el Palatinado pero no atacar a las tropas españolas, mientras que Madrid, ayudando a los católicos, conquistó la región, si bien evitó cualquier choque con los británicos. Así, Frankenthal, en el Rhin, quedó aislada con su tropa inglesa mientras los validos Conde-Duque de Olivares y el Duque de Buckingham (según las malas lenguas amante del rey Jacobo) continuaban con las negociaciones matrimoniales. Sin embargo, ahora existía otra pieza sobre el tapete: Londres exigía la devolución del Palatinado a su yerno, algo imposible de hacer, primero porque la mitad del territorio estaba ocupado por Baviera, y presionarla para realizar dicha devolución sería aproximarla peligrosamente a Francia, que estaba tentándola con una alianza. Por otro lado, la otra mitad estaba ocupada por España, que no podía permitir que un príncipe protestante controlara los puentes sobre el Rhin medio, zona de paso vital para conservar abierto el Camino Español entre Italia y Flandes, por lo que Madrid fue dando largas al asunto. Incluso se logró un gran éxito cuando Inglaterra fue finalmente obligada a ceder en junio de 1622 Frankenthal a los españoles, que la conservaría en depósito hasta diciembre de 1624 mientras se decidía qué hacer con el territorio. Por supuesto, España nunca la devolvería.
UN GESTO ROMÁNTICO E INÚTIL
Entonces sucedió algo inesperado que complicó más la situación: unos tal John y Thomas Smith llegaron de visita a España en 1623 y se anunciaron por sorpresa en la Corte. Gondomar, ya en nuestro país, se enteró el primero de la noticia y fue a despertar al propio Olivares para informarle del asunto, y este, con sorna, conociendo la anglofilia del embajador, comentó: “Sosegaos, señor conde, que parece como si el propio rey de Inglaterra estuviera aquí”. El valido, sin saberlo, acertó, ya que Gondomar le informó que los dos visitantes eran los propios príncipe heredero Carlos y el Duque de Buckingham, que hartos de esperar decidieron forzar las negociaciones y se presentaron en persona y por sorpresa para conocer a la novia. Carlos debió quedar gratamente impresionado con Maria Ana, porque a decir del propio Olivares no dejaba de mirarla “como el gato al ratón”. Finalmente, la Junta Teológica de Felipe IV permitió el matrimonio si se establecía la tolerancia de los católicos en Inglaterra. Para estar seguros de que se cumpliría con la palabra dada, también sería conveniente que Carlos se convirtiera, y que la princesa no zarpara hasta dentro de un año, cuando estas condiciones se hubieran verificado.
Ninguna palabra se decía sobre el Palatinado, de modo que Buckingham, humillado, entró en fuertes discusiones con Olivares y amenazó con volver de inmediato a Inglaterra. El valido, sin embargo, consiguió retenerles y envió una misión diplomática a Londres para informar a Jacobo de las condiciones
■ CON JACOBO AGONIZANDO, CARLOS Y BUCKINGHAM DECLARARON FINALMENTE LA GUERRA A ESPAÑA EN MARZO DE 1624
de la boda, dirigida por el Marqués de Hinojosa, un hombre terriblemente deformado por la sífilis y que tenía que hablar con ayuda de unos corchos, pero debía ser un hombre convincente (su pasado mujeriego así lo acredita) ya que sorprendentemente ¡convenció a Jacobo de que aceptara las condiciones! Debió pesar en su decisión la dote de la princesa española, que era de unos 2,5 millones de ducados, equivalente a los ingresos de anuales de la América española, y el doble de la de Inglaterra. Sin embargo, en Londres sus súbditos se llevaron las manos a la cabeza, aún quedaba pendiente el tema del Palatinado, y por parte española la sospecha de que Carlos, una vez casado y recibida la dote no cumpliría su palabra, de modo que ambas partes exigieron nuevas garantías y las negociaciones se rompieron. Despechado, Carlos abandonó España y en el camino de regreso pactaría una alianza matrimonial alternativa con Francia.
LA GUERRA CON ESPAÑA
Con Jacobo ya agonizando, Carlos y Buckingham consiguieron finalmente declarar la guerra a España en marzo de 1624. Sin embargo, a pesar de levantar una coalición formada por Francia, Holanda, Dinamarca, Saboya y Venecia contra Madrid, el conflicto fue desastroso para Inglaterra, sobre todo en 1625, año en
que de forma increíble, España triunfó en todos los frentes de guerra en lo que se llamó “annus mirabilis”. En primer lugar, Carlos envió desde Dover en enero una fuerza de 12.000 soldados bajo el mercenario Mansfeld a ayudar a los holandeses que estaban intentando detener el asedio español de Breda. La fuerza, compuesta por borrachos y presidiarios, tras fracasar en Breda fue destruida en el Puente de Dessau en 1626 por los imperiales. A la vez, la ofensiva francesa en Italia fracasó cuando los españoles lograron salvar Génova, y un levantamiento protestante en La Rochelle forzó a Richelieu a abandonar el frente (ver recuadro). Por otro lado, una flota española bajo Fadrique de Toledo consiguió recuperar Salvador de Bahía, en Brasil, frente a los holandeses, y otra flota holandesa fue rechazada en su ataque a Puerto Rico. No obstante, aún quedaba por realizarse el mayor esfuerzo inglés en la guerra: el asalto a Cádiz…
En octubre de 1625 zarpó una flota anglo-holandesa contra la zona del estrecho desde Plymouth, al mando de Lord Cecil, vizconde de Wimbledon. Aunque Londres solicitó de Holanda 40 barcos, esta, intentando bloquear los puestos flamencos para impedir la partida de los corsarios españoles sólo pudo aportar 20 buques de guerra. A ellos se les unieron 10 buques ingleses, así como 66 mercantes de transporte que llevarían embarcados 12.000 soldados y 7.000 marinos. Una tempestad la dispersó a los 4 días de navegación, quedando dañados y destruidos algunos barcos mientras España mejoraba las defensas de Cádiz, puestas al día por don Fernando Girón. A la vez, en la bahía se encontraban 7 galeras del duque de Fernandina, y 14 galeones que acababan de volver de Brasil tras recuperar Bahía, bajo el marqués de Cropani. (Fadrique, el jefe de la expedición se encontraba más al este, en Málaga, con el grueso de la expedición brasileña). Al divisar la flota inglesa, las galeras quedaron en retaguardia cañoneando y conteniéndoles, mientras los galeones se refugiaban en puerto pasando por el llamado caño de la Carraca, brazo de mar que separaba la isla de Cádiz del resto de España, desde San Fernando, al fondo sur de la bahía, hasta de nuevo el Atlántico, a la altura de Sancti Petri. Protegida la flota española, por la noche Fernandina sacó 4.000 soldados de sus barcos y los llevó a reforzar la guarnición de Cádiz, y volviendo al mar por el canal de Sancti Petri al sur, rodeó Cádiz por fuera y reforzó de nuevo
■ UNA FLOTA ESPAÑOLA RECUPERÓ SALVADOR DE BAHÍA Y OTRA HOLANDESA FUE RECHAZADA EN PUERTO RICO. PERO AÚN QUEDABA CÁDIZ...
la plaza con suministros traídos de Puerto de Santa María, en la entrada nordeste de la bahía. Después se volvió a refugiar en el caño de Puerto Real, otra ría ubicada en el lado oriental de la bahía de Cádiz.
Wimbledon no pudo entrar en los caños debido a su poco fondo, que los hacía practicables para las