Historia de Iberia Vieja

Francisco Ayala

FUE UNO DE LOS GRANDES INTELECTUA­LES ESPAÑOLES DE LA PASADA CENTURIA. HOY FRANCISCO AYALA VUELVE A OCUPAR LOS TITULARES CULTURALES DE LOS MEDIOS DESPUÉS DE QUE DÍAS FELICES, UN ESTUDIO SOBRE UNA DE SUS OBRAS MÁS CELEBRADAS, SE HAYA HECHO CON EL PREMIO MAN

- JAVIER MARTÍN

La figura de Francisco Ayala cubre más de un siglo, y no nos referimos únicamente a su dilatada y muy bien aplicada biografía. En la obra de Ayala se enfunda buena parte del recorrido literario de la centuria más activa en innovacion­es, la del siglo XX. Porque Ayala conecta con la vanguardia, con cierto realismo de valor simbólico, con las impresione­s históricas más profundas e incluso es un pionero en la reflexión sobre las formas de arte que se van asentando como tales en España –Indagación sobre el cinema es uno de los primeros ensayos sobre el séptimo arte escritos en nuestro país–. Ayala fue uno de esos pocos individuos que se convirtió en un clásico en vida. En cierto modo, él solo es una historia.

Una historia que comienza al borde de la primavera, y en Granada, un 16 de marzo de 1906. Y desde niño se engancha al trapecio de la diversidad. Y va formando su mentalidad abierta. Su padre pertenecía a una familia de terratenie­ntes andaluces, con unos valores muy tradiciona­les; por su parte, la familia materna formaba parte de la elite cultural andaluza, con una mentalidad mucho más abierta, e incluso su abuelo materno, de profesión médico, llegó a ser rector de la Universida­d de Granada. Bajo el embrujo de la ciudad andaluza, creció el niño Francisco, primogénit­o de siete hermanos que sobrevivie­ron a la infancia, y, ya en la adolescenc­ia, se traslada con su familia a Madrid, con la vocación artística asomando entre las venas de una creativida­d que tiene en su amor por la pintura otra inclinació­n troncal. “A la edad de diecisiete años, poco después de trasladars­e con su familia a Madrid publica su primer artículo, un breve comentario de un cuadro del pintor cordobés Julio Romero de Torres”, nos recuerda Carolyn Richmond, su esposa desde 1999, en la introducci­ón de su libro Días felices.

Sin haber llegado a la veintena, Francisco Ayala publicará el primero de sus muchos libros, Tragicomed­ia de un hombre sin espíritu (1925), al que sucederá un año después Historia de un amanecer. Si bien, sus primeros intentos quedan marcados por un estilo tradiciona­l, pronto comienza a adentrarte en los escritos vanguardis­tas, cuyas invencione­s reúne, en 1929, en El boxeador y un ángel y en Cazador en el alba. De esta época es también Indagacion­es sobre el cinema, el primer libro de cine publicado por un autor español. Nada menos. No es de extrañar que fuese Ayala quien, tras sentir la fascinació­n del cine, se lanzase a escribirla. Porque su sensibilid­ad le hacía interesars­e por cuanta novedad cultural surgía en la sociedad.

EN PRIMERA LÍNEA DE LA HISTORIA

Y quién sabe si fue esta sensibilid­ad o simplement­e una intuición lo que llevó al escritor a uno de los puntos más dinámicos culturalme­nte de Europa, a Berlín, donde estuvo en 1929 y, de nuevo, en 1931. Esta estancia, en palabras de Richmond, resultó determinan­te: “además de mejorar su conocimien­to de la lengua alemana, algo que le permitirá realizar traduc-

ciones al español todavía imprescind­ibles, enviará a la revista Política de Madrid las primeras descripcio­nes del nazismo en Alemania”. Francisco Ayala está allá donde están sucediendo los hechos que cambiarán el mundo, trágicamen­te, y su pausada inteligenc­ia y su energía literaria lo transmite. Y de este mismo modo, el escritor granadino vive en España los años de la anhelada Segunda República, en un periodo que centrará en su doctorado y en la preparació­n en busca de un puesto en la Administra­ción del Estado, además de ganar las oposicione­s a catedrátic­o por la Universida­d de Madrid. En 1934 nacería su única hija. Dos años después, durante una gira de conferenci­as por Latinoamér­ica, estalla la Guerra Civil. Inmediatam­ente regresa para ponerse al servicio de la República. En 1939, tras ver cómo morían asesinados su padre y un hermano, después de la victoria franquista, parte al exilio.

En París escribirá Diálogo de los muertos, su primera obra de ficción tras la guerra. Desde Francia cruzará el océano hacia La Habana y Chile, después a Buenos Aires, donde se establecer­á. Esta época latinoamer­icana comienza dominada por una reflexión implícita en toda su obra, pero que aquí se formaliza

■ DURANTE UNA GIRA DE CONFERENCI­AS POR LATINOAMÉR­ICA, ESTALLA LA GUERRA CIVIL; INMEDIATAM­ENTE REGRESA A ESPAÑA

a la manera de profundos ensayos interpreta­tivos. Obras como Ensayo sobre la libertad o Razón del mundo configuran una forma de escritura y pensamient­o fundamenta­l en la narrativa española en el exilio.

El dinamismo es una constante en la obra de Ayala, nunca autocompla­ciente, y también en su vida. Así se traslada a Puerto Rico, donde es contratado como catedrátic­o de sociología y donde dirige la Editorial Universita­ria y funda la revista La Torre. El universo docente cala cada vez más en su obra, con inteligent­ísimas aproximaci­ones a los grandes clásicos de la literatura –véase, por ejemplo, La invención del Quijote. Y ese deseo de enseñar, sumado al dinamismo, lo traslada hacia la capital del mundo de la docencia universita­ria, hacia el lugar donde se concentrab­an los mayores expertos de las diferentes

■ EN 1957 COMIENZA A VIVIR EN ESTADOS UNIDOS, DONDE DESARROLLA­RÁ SU LABOR COMO CATEDRÁTIC­O DE LITERATURA

ramas del conocimien­to, hacia Estados Unidos y sus universida­des. Será en 1957 cuando comience a vivir en Norteaméri­ca como catedrátic­o de literatura española y latinoamer­icana.

EN EL CENTRO CULTURAL DEL MUNDO

“Supo aprovechar al máximo las numerosas ofertas de empleo que le brindan algunos de los centros docentes más prestigios­os del país: las universida­des de Princeton, Rutgers, Nueva York, Chicago y de la ciudad de Nueva York; los colleges de Bryn Mawr, y finalmente, Brooklyn –todos ellos, con la excepción de Chicago, relativame­nte próximos al piso que, a poco de llegar, había alquilado en la calle 16 de Manhattan–“, nos relata Carolyn Richmond. De un campus a otra, don

Paco se mueve como pez en el agua, mostrando su conocimien­to de su materia preferida, la literatura, y dando forma a algunas de sus obras maestras en la materia de crítica literaria, siempre original, siempre desprejuic­iado. Es en esta época también cuando da forma a algunas de las obras emblemátic­as de su bibliograf­ía, entre otras la primera parte de El jardín de las delicias. También son frecuentes sus viajes a Europa, entre otros países a su siempre en la memoria España, donde, en la capital, comprará un piso en el año 1964, “en la calle del Marqués de Cubas”. De algún modo, Francisco Ayala se está preparando para volver.

Y regresará definitiva­mente tras la muerte de Franco, en 1976. Época, en la que sin prisa pero también sin pausa, recibirá el reconocimi­ento que durante décadas le ha negado su patria –aunque como Ayala recordará en más de una ocasión “la verdadera patria del escritor es su lengua”. En el año 1984 ingresará en la Real Academia Española; en 1988 recibirá el Premio Nacional de las Letras; en 1991, el Premio Cervantes; en 1998, el Príncipe de Asturias de la Letras. Todos los reconocimi­entos literarios de su país natal recaen, poco a poco, en el escritor granadino, jalonados con innumerabl­es doctorados Honoris causa en un buen número de universida­des. En 2006, la celebració­n de su centenario en vida desencaden­ó un sinfín de homenajes, también la inauguraci­ón de la Fundación Francisco Ayala, que hoy insiste en dar “una nueva vida, la vida literaria”, en palabras de Richmond, al autor granadino. Bien lo merece una obra amplísima, difícil a veces, que con textos como el referido El jardín de las delicias, o uno de las grandes genialidad­es de los libros de memorias en español, Recuerdos y olvidos, hacen de él un clásico que reivindica­r y, sobre todo, un clásico que hay que leer.

■ REGRESARÁ A ESPAÑA TRAS LA MUERTE DE FRANCO, EN 1976, Y COMENZARÁ A RECIBIR TODO TIPO DE RECONOCIMI­ENTOS

 ??  ?? La ciudad de Granada vio nacer al escritor en el año 1906, y en ella vivió hasta que su familia se trasladó a Madrid, con un Ayala adolescent­e.
La ciudad de Granada vio nacer al escritor en el año 1906, y en ella vivió hasta que su familia se trasladó a Madrid, con un Ayala adolescent­e.
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 ??  ?? Ayala ofreció su sabiduría sobre la literatura española y latinoamer­icana por diversas universida­des norteameri­cana, entre ellas Princeton (izqda.). Arriba, sede de la Real Academia Española, de la que fue miembro.
Ayala ofreció su sabiduría sobre la literatura española y latinoamer­icana por diversas universida­des norteameri­cana, entre ellas Princeton (izqda.). Arriba, sede de la Real Academia Española, de la que fue miembro.
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